Las 'Zorras' de Atresplayer llegan como una parodia de 'Emily in Paris' en Madrid y llena de clichés
Atresplayer estrena este domingo Zorras, su nueva serie basada en la primera novela de la trilogía escrita por Noemí Casquet. Durante sus ocho capítulos, la ficción narra la historia de tres amigas, Alicia (Andrea Ros), Emily (Mirela Balić) y Diana (Tai Fati), que “vivirán juntas una revolución sexual que les cambiará la vida”, según describe la nota de prensa.
Añade Atresmedia que estamos ante “una historia de amistad y sororidad, una tragicomedia erótico-festiva, punky, tierna y divertida de tres mujeres dispuestas a comerse el mundo, tres chicas libres que superarán miedos y vivirán importantes cambios vitales”.
Unas premisas prometidas que la ficción cumple pero de forma desangelada y poco innovadora. Al menos en los dos primeros capítulos (únicos que nos ha facilitado la plataforma), ya que se profundiza poco en la amistad entre las protagonistas, la revolución sexual que se promete es mayor en First Dates y la diversión brilla por unos clichés que parecen extraídos de fantasías masculinas adolescentes.
Una 'Emily in Madrid' honesta pero vacía
La historia arranca cual Emily in Paris, con una protagonista a la que se le presenta una gran oportunidad profesional para salir de su pueblo e ir a la gran ciudad. Solo que es mucho más realista, y ni el puesto era para ella, ni Madrid es París. Empieza como empezaría la aventura de cualquiera de nosotras si quisiéramos emular a Lily Collins en nuestra realidad.
Desde el inicio se pone sobre la mesa que estamos ante unos personajes perdedores, lejos del cuento de hadas que nos venden los americanos. 'This is Spain' y, como tal, dejamos a los novios y nos arrepentimos, llegamos a la capital sin amigos y no vivimos en lujosos áticos.
Hasta ahí se agradece la honestidad. Como también es realista el conocer a dos chicas con las que conecta la primera noche: “Empezó siendo una mierda pero vosotras lo habéis cambiado todo”, les dice. Algo que también ocurre en una Madrid en la que casi cualquiera te da la oportunidad de conocerle.
“Por eso he venido a aquí, quiero levantarme por la mañana y decir 'joder, eso que hice anoche fue la hostia'”, dice la protagonista. A partir de entonces, las buenas intenciones de la historia se desdibujan. Las aspiraciones profesionales de la joven se quedan a un lado, las chicas a las que acaba de conocer ya son sus amigas incondicionales y sus fantasías sexuales pasan a ser lo más importante.
Por todo ello la voluntad de plasmar una historia de amistad, de mujeres libres y que quieren comerse el mundo se queda en una propósito que ni explora. Al contrario, da paso a unas fantasías mucho más de ese perfil de adolescente capaz de calificar de “zorras” a estas tres amigas.
Una lista de deseos con fantasías masculinas y clichés machistas
Estas tres protagonistas acaban ideando “El club de las zorras” con la premisa de “ayudarnos unas a otras a cumplir nuestras fantasías. Juntas, así no nos pasa nada”. En un lema que podría recordar al “sola y borracha quiero llegar a casa” y con una lista de deseos que bien podrían haber escrito unos chicos de instituto: “Hacer BDSM, liarse con una chica y tener un orgasmo”. Como si ello resumiera los primeros pasos hacia una revolución sexual que podría interesar al público de los 90, pero no a uno de 2023 que ya ha visto eso en películas, series y hasta en programas de televisión.
Ni son temas tabú, ni inalcanzables para la juventud de ahora y mucho menos es necesario que un friki con un dragón en la mano (Javier Botet) explique a los espectadores lo que es un squirt. Más hombres explicándonos cosas en 2023. También son repetitivos los hashtags que aparecen sobreimpresionados en pantalla, como cuando ella pisa un excremento e indican “mierda”, o cuando al pasar junto a una obra y se lee #obras. Y así: vemos un contenedor y aparece #OtroContenedor... ¿Es necesario masticar lo que está viendo a un público nativo audiovisual?
El mayor fallo de esta serie es no tener claro al público al que se dirige: si son jóvenes como las protagonistas deberían apostar por algo más innovador que pueda sorprenderles; y si son maduros, habladles de “tú a tú” sin concesiones.
Así, Zorras se limita a una buena idea, con mejores intenciones, que queda en tierra de nadie, al perderse en clichés del pasado que no aportan nada, en vez de dar un paso adelante para ser lo rompedora que prometía.