De la rimbombante gala que se gasta todos los años esta institución, de nombre más rimbombante todavía -Academia de las Artes y las Ciencias de la Televisión- a nosotros lo que nos gusta más en casa es el momento en que el presidente de este ingenio se dirige a todos nosotros, o sea, a la masas. Este año (emitido por TVE-1), Ignacio Salas ha estado insuperable. Mirando ensimismado el trofeo que entregan a los premiados (una reinterpretación libre de la Victoria de Samotracia), advirtió: “Lo que más nos gusta es que no tiene cabeza. Nosotros somos iguales”. Exacto, admirado Ignacio. No podía usted haber encontrado mejor plasmación gráfica: una estatua sin coco, o sea, descerebrada. También nos pasó un reportaje, de Informe semanal, sobre ese pueblecito granadino (Tocón), al que acaba de llegar hace poco la primera señal televisiva. O sea, que han estado 40 años sin tele. Y se felicitaba Salas al comprobar que los vecinos de esta localidad son igual de felices, o de infelices, que el resto de criaturas que tenemos tele desde mediados del siglo pasado. ¡Ah!, qué inyección de optimismo para el presidente de la Academia rimbombante. Considera que el pueblo de Tocón es la prueba de que la tele es inofensiva y no hace daño. Erróneo silogismo: eso es como creer que el jilguero es feliz en la jaula porque el pobre animalito sigue cantando. Pruebe a abrirle la puerta un momento: verá con qué velocidad escampa.