El año empieza mal para Televisión Española. El mes de febrero ha terminado con uno de los peores datos de su historia, un 22.2% de cuota de pantalla. El mes de febrero del año pasado, una buena referencia para ver el deslizamiento, acabó con un 23.7% de share, un punto y medio más que este año. Pero si lo comparamos con el mes pasado, enero, la bajada también es notable. Enero de 2004 acabó con un 23.3% de cuota de pantalla mientras que el mes de enero de hace un año registró un 24.2%, nueve décimas más. Los datos históricos de TVE-1, año a año Veamos los datos históricos de los últimos diez años: · 1993: 29.8%
· 1994: 27.6%
· 1995: 27.6%
· 1996: 26.9%
· 1997: 25.1%
· 1998: 25.6%
· 1999: 24.9%
· 2000: 24.5%
· 2001: 24.8%
· 2002: 24.7%
· 2003: 23.4% Deducciones elementales: en los últimos diez años, La Primera de Televisión Española ha perdido 6.4 puntos de cuota de pantalla. El deslizamiento ha sido constante, aunque entre los años 1999 – 2002, la audiencia se estabilizó entre el 24.5 y el 24.9%. Es en 2003 cuando se cede un punto y tres décimas en relación a la competencia y en el inicio de 2004 cuando los datos de enero y febrero tampoco acompañan. Seguramente se pueden buscar explicaciones en hechos concretos de programación. Por ejemplo, la última edición de “Operación Triunfo”, la 3, no tuvo el éxito de las temporadas anteriores. Otros tres productos que empezaron bien, “Un, dos, tres”, “Paco y Veva” y “Memoria de España”, han ido declinando. Pero este análisis, corto de miras, sería como fijarnos en los árboles que no permiten ver el bosque. Las explicaciones hay que complementarlas con otro tipo de datos. Una televisión cada vez más atomizada Una explicación general, que vale para todas las cadenas, es la explosión de nuevas ofertas televisivas. De la televisión única se pasó a la multioferta con la legalización de las cadenas privadas y autonómicas. Un poco después, el panorama audiovisual se enriqueció con nuevos canales temáticos, con la multiplicación de ofertas por satélite y cable y con el nacimiento, cada vez más generoso, de nuevas cadenas locales. Las televisiones digitales completan este enriquecimiento en la oferta audiovisual. Al final, el espectador del 2004 puede elegir entre decenas de opciones que han restado público y cuota de pantalla a las grandes cadenas de televisión, tanto públicas como privadas. Como pescadilla que se muerde la cola, si los programas tienen menos espectadores, los ingresos publicitarios se reducen. Y si se reducen los ingresos por publicidad, los presupuestos para armar una programación son cada vez menores. Por si esto fuera poco, la Comisión Europea se ha propuesto, en 2003, limitar la doble financiación para las cadenas públicas, lo que afecta directamente a TVE, controlada férreamente por la SEPI. Malos tiempos para TVE. ¿Desprestigio de la televisión pública? Pero el fenómeno no es estrictamente español. En pocos meses hemos visto como la BBC perdía un importante pulso con el Gobierno británico y la opinión pública de Gran Bretaña por su información sobre la guerra de Irak. El prestigio que acumuló en sesenta años de historia fue puesto en cuestión por un árbitro independiente que puso en duda sus métodos y procedimientos. Dimitió el Presidente, el Director General y el periodista responsable de un programa de reportajes. France 2, en Francia, perdió en diez minutos buena parte de su credibilidad por difundir una información falsa en sus informativos. La RTP, en Portugal, está inmersa en una brutal crisis financiera. La RAI tampoco pasa por sus mejores momentos. En España, el Director de los Servicios Informativos de TVE ha sido condenado por un tribunal por manipulación informativa. ¿Por qué las televisiones públicas de Estado lo están pasando tan mal? Las televisiones públicas tienen una gran necesidad de volver a definir su modelo de programación.¿Han perdido el norte? ¿Saben a dónde van? En los últimos años las televisiones de Estado se han ido acercando en toda Europa al esquema de la televisión privada. Han intentado interesar a un público cada vez más amplio y, en el camino, han dejado muchas de sus obligaciones como televisiones públicas. Y sus asignaturas pendientes, sin embargo, siguen siendo meridianamente claras: · Su razón de ser informativa es la imparcialidad y la objetividad o, por lo menos, la exposición contrastada y ecuánime de todos los puntos de vista. No pueden admitir la sistemática manipulación informativa. · Las cadenas públicas deben ofrecer una programación que justifique, por su singularidad y compromiso, su diferencia con los contenidos descaradamente comerciales de las televisiones privadas. Los consejeros - delegados de Telecinco y Antena 3 lo han dicho muy clarito: nuestros programas tienen como misión básica la de vender y acompañar a la publicidad, que es la que nos da el beneficio que justifica nuestra razón de ser. La televisión de Estado no puede entrar en este juego. · El modelo de financiación debe ser repensado. La televisión pública está obligada a contener la deuda galopante que la agobia y a construir un modelo estable de financiación para garantizar su viabilidad, siguiendo las directrices de la Comisión Europea. Si las televisiones de Estado - y con ellas las autonómicas- no hacen estos deberes, la crisis de la televisión pública se acentuará y pondrá en peligro su propia supervivencia. La televisión privada tiene a la pública como enemigo a batir Un último apunte: la televisión privada intentará, por todos los medios, erosionar a la televisión pública. La televisión de Estado tiene aún unos años interesantes por delante, pero debe saber que está en peligro permanentemente y que su gran enemigo es la televisión privada, que no se lo pondrá fácil. Sus misiones son diferentes, pero sus objetivos son los mismos.