¿Por qué ha reinado Crónicas Marcianas? ¿Por qué después de ocho años casi ningún programa ha conseguido hacerle sombra de manera regular? ¿Por qué ha gustado tanto el late show que dirige y presenta Javier Sardá? ¿Eran los marcianos muy buenos o los numerosos competidores que ha tenido y tiene muy malos? ¿Cuáles han sido las claves de su éxito? ¿El glamour de Boris? ¿Las imitaciones de Carlos Latre? ¿El atractivo de Rocío Madrid? ¿Los debates entre los ex grandes hermanos? ¿Las noticias del corazón de Calabuig y Hornillos?
“Muchos lo han intentado pero muy pocos lo han conseguido”... con esta frase -que recuerda a un eslogan cinematográfico- introducíamos un artículo que hacía balance de los numerosos programas de la competencia que Crónicas se había “cargado” ; de hecho, y por este motivo, el transgresor late show de Telecinco recibía merecidamente el calificativo de killer format o formato asesino. Entonces, sólo hablamos de datos y no de contenidos, es decir, de la media en torno al 30% que acumulaba Crónicas y la casi siempre inferior al 20% de sus rivales. En esta ocasión, pretendemos analizar el porqué del éxito de un espacio que ya es historia de nuestra televisión. En septiembre de 2003, antes de que la sexta temporada de Crónicas Marcianas echara a andar, Javier Sardá respondía así en rueda de prensa a la pregunta del millón de dólares: “¿Cuál es el secreto de tu programa?” “Hacemos el producto que quiere la gente, pero como nosotros queremos”.
1.- Un magacín de actualidad Uno de los principales motivos del éxito de Crónicas ha sido, ni más ni menos, que se trataba de una revista o magacín de actualidad, y además la única que se emitía en la franja de late night. Esto, que suena a perogrullada, en realidad no lo es tanto. Crónicas era el Día a Día, Por la mañana, A tu lado o Sabor a ti de las madrugadas. Si este tipo de programas son los pesos pesados de la franja matinal y vespertina respectivamente, no es de extrañar que fuera otro magacín con ingredientes más que parecidos el que dominara la noche. En esta línea de actualidad, y aunque ésta abarcara mayormente la información rosa más casposa de los pseudofamosillos que invaden nuestra televisión, Crónicas se hacía eco diariamente del “run run” callejero sobre asuntos que están en boca de todo el mundo. Un magacín de actualidad cuya mayoría de bloques se realizaban en directo, hecho que además suponía un atractivo evidente para el espectador. 2.- Un programa de entretenimiento “puro y duro” Los asuntos que abordaba Crónicas Marcianas eran en su mayoría banales, sin influencia para la vida cotidiana del espectador y, muchas veces, repetitivos. Pero, ¿acaso este programa pretendía dirigir las cabezas pensantes de este país? Si alguien veía ofendida su moral con lo que ofrecía Crónicas es que había cometido un grave error, esto es, tomarse en serio un programa de humor y entretenimiento. Como señalaba Carlos Latre con motivo de la presentación de su libro, Bea, una becaria en Marte: “Creo que cuando tú estás en tu casa, después de trabajar todo el día encabronao, lo único que quieres es divertirte; y si para ello sacas a Toni Genil, o a Hugo de Operación Triunfo, o a quien sea... si te hace pasar un buen rato, eso es con lo que te tienes que quedar, no con lo que se hable”. El humorista dio una clave importante: tras la jornada laboral, tumbado en la cama o en el sofá ya en estado medio onírico, Crónicas no exigía una atención excesiva por parte del espectador, era un programa que se dejaba ver solo y del que podías escapar cuando el nivel de los gritos que allí se proferían molestaba tu inminente sueño. 3.- Sensación de que puede pasar cualquier cosa Precisamente los gritos de los debates son la manifestación del conflicto, elemento que Crónicas explotaba a la perfección sabedor que eso llamaba la atención sobre cualquier otra cosa. Como una vez me dijo una periodista compañera de este gremio, “¿Tú que haces por la calle si de repente escuchas a una persona que grita, o a dos que discuten acaloradamente? Pues te paras y te quedas mirando”, esto por curiosidad innata o el denominado peyorativamente “morbo insano”. Sea lo que fuere, Crónicas presentaba cada noche, y además era lo primero que hacía, un encendido debate sobre algún tema que no tenía ninguna relevancia, aunque eso fuera lo de menos, sobre todo a esas horas.
En cuanto a su dinamismo, Crónicas no avanzaba linealmente, serpenteaba. Unos entraban y otros salían, apenas se daba tiempo al espectador para que nublara sus ojos ante la pantalla, se pasaba rápidamente de unos contenidos a otros, aunque estos no tuvieran absolutamente nada que ver, y eso provocaba en el espectador la sensación de sorpresa, de que era un programa en el que cualquier cosa era posible (hasta Sardá llamó una vez hijos de puta a su público en tono cariñoso). Hablando del público asistente, su constante viveza creaba una atmósfera festiva –no se sabe muy bien de qué- de la que el televidente supuestamente también quería ser partícipe. 4.- Javier Sardá, un “animal televisivo” A estas alturas nadie pone en duda -ni siguiera los que han sido detractores de Crónicas Marcianas y sus contenidos-, que Javier Sardá es un animal televisivo. Era el máximo responsable del programa y algo tuvo que ver en su éxito. El secreto de Sardá, como casi todo en esta vida, es tener las ideas muy claras de lo que se quiere hacer. “Hacemos el producto que quiere la gente, pero como nosotros queremos”... Javier Sardá “se ha vendido” al público sin ningún tipo de complejo; en su estudio diario de la curva de audiencia de su programa, observaba los puntos fuertes, que potenciaba, y los débiles, que cambiaba. La marcha de Galindo o Mariano Mariano obedecían seguro a este punto. Javier Sardá ha sabido adaptar e ir puliendo su programa según avanzaban las temporadas. Poco a poco fue simplificando su estructura; se pasó del guión a la improvisación, de los sketches elaborados a una mesa de debate, la cual constituía el eje central del programa. Por otro lado, el presentador sabía integrar como nadie la publicidad en su programa. Javier Sardá es un maestro en esto de hacer televisión, telebasura o lo que sea, pero un maestro. 5.- Carlos Latre, el imitador más célebre del país Contar con el imitador más popular del panorama televisivo ha sido toda una garantía de éxito. Carlos Latre es un crack; salvo alguna rara excepción, clava todas sus imitaciones. Caricaturiza como nadie y da a sus personajes ese punto de exageración necesario para despertar la sonrisa del televidente. Todo el mundo en este país ha comentado –o intentado imitar- en alguna ocasión alguna de sus actuaciones. Ha popularizado la imitación y no entiende de famosos de primera o segunda fila; desde la ministra Ana Palacio hasta el peluquero Juan Miguel, se ha atrevido con todos.
6.- Diversidad y peculiaridad de los marcianos Eran gente con una personalidad fuerte y definida, aunque provocaran más odios que ternuras. Junto a Latre, dos destacaban sobre el resto: Boris Izaguirre y Coto Matamoros. Detrás de esta “locaza” con demostrado bagaje cultural y tildado por él mismo como “más puta que nadie”, puede asegurarse sin ningún problema que Boris -quien a pesar de su excesiva tendencia a desnudarse- lleva bastante tiempo abanderando la causa gay y, profundizando aún más, la defensa de las libertades sexuales en este país. En cuanto a Coto, éste fue sin duda otro hallazgo televisivo. Es grosero e impertinente pero este “calvo de oro” no se cortaba un pelo –nunca mejor dicho-, y eso en televisión se traduce en miles de audiencia.
7.- Innovador en su género Crónicas se ha guiado por los cánones del magacín tradicional pero siempre ha introducido con acierto variantes que, desde un punto de vista formal, le han convertido en algo único dentro de su especie. Entre otras cosas, destacaba la ambientación musical con la que Jorge Salvador acompañaba cada uno de las escenas que se suceden durante el programa. Anteriormente apuntábamos a que Crónicas ha triunfado porque es un magacín de actualidad... ¡sí!, pero bien hecho. La dirección, realización, producción, etc del programa de Sardá lo convertían en un buen producto televisivo dentro de su género. Te puede gustar o no Claudia Schfiffer, pero nunca puedes afirmar que ésta es fea; pues en este caso, lo mismo: te ha podido o no gustar Crónicas, pero nunca asegurar que ha sido un programa mal hecho.