El caso de Jayson Blair y sus artículos falseados y/o inventados en “The New York Times” ha supuesto un nuevo impulso para la instauración del “fake journalism” –o como lo define el gran Tom Kummer, “borderline journalism”–, como género en sí mismo que tarde o temprano se estudiará en las facultades y es posible que tenga su máster y tal. Pero el caso nos habla más de la moraleja que extraer: el bajón en el control de calidad, del seguimiento por parte de los responsables incluso en emporios como el “Times”. O sea, que si vamos a otros niveles, echémonos a temblar.
Hace ahora una década se dio quizás el caso máximo de este tipo de negligencia, esta vez en la jurisdicción televisiva, generando de paso un mito catódico, alguien que deja a Blair como lo que es: un simple becario vago y muy pelota, un piernas. Hablamos de Michael Born (1958, Lahnstein, Alemania). Michael acabó a trancas y barrancas el bachillerato elemental. Tras el fracaso escolar le dio por montar varios grupos musicales con igual acierto, por lo que en su pueblo se le conocía con el bonito mote de “el Fracaso”. Como suena. Su familia regentaba una tienda de animales de la que llegó a hacerse cargo y que arruinó en un periquete. A esas alturas ya era evidente que “el Fracaso” no se manejaba bien en la vida real.
La llegada de las teles privadas en Alemania a mediados de los 80 pilla a Michael buscándose la vida en el medio. Algunos trabajos en productoras, no siéndole ajeno el mundo de las cámaras, la edición, etcétera. Llegará a finales de la década a cubrir conflictos en el Líbano, o incluso, según afirma Born, llegará a merodear por la guerra del Golfo.
El auge de los canales privados alemanes genera a principios de los 90 una demanda de material más llamativo y “kinky”. Y Michael lo ve claro: inventarse historias a la medida, “fabricarlas” con extras y demás. Filmarlas... y de ahí a colocar montones de verdaderos falsos reportajes a varias teles alemanas, todo uno. Una “photo opportunity” que en su día se hizo con Arafat le iba de perlas para acabar de colar sus trolafilmes a los canales: un chico importante, conectado. Y Born parió reportajes clásicos contemporáneos de rabiosa actualidad. Y cien por cien falsos.
¿Un ejemplo? En Grecia filmó al padre de un colega griego haciendo ver que patrullaba la frontera con Albania. El señor llegaba a disparar contra presuntos invasores albaneses en plena noche. Al día siguiente Micha regó el suelo con salsa de tomate (¡sic!): sangre albanesa. Y lo grabó. Y se emitió. Y así, contrabando de refugiados, caza ilegal de gatos, fabricación de bombas para atentar los kurdos del PKK en Turquía... un universo impactante. Más de 20 palpitantes reportajes colocados esencialmente a los truculentos canales privados RTL Stern y Spiegel TV o la ARD por los que se calcula que les levantó, con alegría, unos 180.000 euros, 30 millones de pesetas, 350.000 marcos de la época.
Y al ver que la cosa tiraba y que las teles tragaban con todo, Born perpetra su obra maestra: “Der Ku Klux Klan in Deutschland”. Se inventa una supuesta célula secreta del Klan en Alemania. Nazis que quemaban libros, iban disfrazados de nazarenos violentos, soltaban perrerías antisemitas y tal. El reportaje dio pie tras su emisión a una investigación muy seria de la Fiscalía alemana. Born fue llamado a declarar, empezó a caer en contradicciones y a soltar vaguedades, lo que hizo mirar con lupa sus otros trabajos. Coincidencia: uno de los nazis encapuchados era la misma voz – y se supone que el mismo cuerpo– que el de un narcotraficante y de un bombero –fabricante de bombas– kurdo (¡un supervillano!).
La Fiscalía de Coblenza alucina definitivamente, entra en pánico, decide actuar de oficio, abre sumario contra Born y a finales de 1994 empieza el juicio contra “el Fracaso”. ¿Cargos? Estafa, tenencia ilícita de armas, torturas a animales, injurias, daños, incitación al odio racial, simulación de delito, falsificación de documentos (vale, sonará a chiste, pero ¡hasta su carnet de conducir era falso!). Tras 20 meses de juicio, la audiencia provincial finalmente lo condenó en diciembre de 1996 a cuatro años de cárcel por engaño, violación de la ley, maltrato de animales y simulación de delito. La RAF del espectáculo...
La única defensa, pero rematadamente sólida, del gran Born durante su juicio se resume en su frase: “Les hubiera vendido el planeta Marte y el aterrizaje en él”. Peor, Michael: “Te hubieran comprado el aterrizaje en Marte”. Y lo habrían emitido en “prime time”. La cuestión es: ¿quién tendría que chupar talego, “el Fracaso”, Superhombre Espectacular, o los que le compraban sus paparruchas? Finalmente los nada escrupulosos canales se fueron de rositas, para tristeza del juez Ulrich Weiland, que declaró que “ellos tenían la obligación de comprobar la honestidad del material”. ¿Qué es más delictivo, vender el aterrizaje en Marte o comprar el aterrizaje? La moraleja Blair de la que hablábamos.
Además de sus obras, Michael, hacedor de lo imposible posible, nos ha legado su “Wer einmal fälscht” (“Quien miente una vez”) (KiWi, 1997), libro en el que explica todo el asunto. Es un texto llamado a convertirse en el Libro Rojo del “borderline journalism”, un género cargado de futuro. Libre ya, en la actualidad mi tocayo Michael y yo estamos trabajando juntos en “bOrn On bOrn”, un falso reportaje sobre Michael Born.
Por supuesto, es mentira.
¿O no?