Por su interés, reproducimos a continuación una entrevista de Ferrán Viladevall Aunque ya tiene 52 años, su sentido del humor y su espíritu son los de un joven. Un talento que le sirve para perpetuar la serie de animación más longeva de la televisión, Los Simpson. Son ya 17 temporadas que España intenta seguir con devoción, a medida que tiene acceso a las tribulaciones de esta familia disfuncional de Springfield, en la pantallas de Antena 3 y Fox.
Pregunta.- ¿Qué relación tienen los Simpson con su verdadera familia? Respuesta.- Mi padre se llama Homer y a veces fue un poco severo conmigo, aunque nunca intentó estrangularme (risas). Luego, físicamente no era como Homer, ni calvo ni gordo. Era cineasta y también dibujaba. Murió hace años pero fue un admirador de la serie. La única cosa que no le gustaba era cuando Homer era malo con su esposa Marge [su madre se llama Margaret, cuyo diminutivo es Marge, por supuesto]. P.- ¿Con qué personaje se identifica más? R.- Cuando era más joven me identificaba más con Bart. P.- Llevan ya 17 años en antena, ¿no temen quedarse sin ideas? R.- No, los guionistas tienen millones de sugerencias. El problema es seguir sorprendiendo a la gente. P.- ¿Hay algún tipo de política a la hora de tratar la actualidad? R.- No es una política en sí, sino que la técnica de la animación no nos lo permite. Pasan ocho meses desde que se escribe el guión hasta que se termina. Puede que el mundo haya cambiado lo suficiente como para que el chiste no funcione. P.- ¿Tiene usted idea del dinero que ha ganado con la serie? R.- No, la verdad es que no. No soy tan rico como Rupert Murdoch, le he hecho muy rico a él.
P.- Y ¿conoce el impacto de su serie en el mundo? R.- Es uno de los aspectos más satisfactorios. Recibo cartas de admiradores de todos los rincones del planeta. P.- ¿Se siente como una especie de Mesías? R.- (risas) Sí, exactamente. Debería aprovechar y viajar. Seguro que sería bien recibido. Aunque a veces no funciona. Estaba en el Gran Cañón del Colorado cuando me encontré con dos chicos admirando la belleza del lugar. Estaban hablando de la serie y les dije que yo era el creador. Me miraron con cara de asustados y se largaron corriendo. La semana pasada estaba en la cola de un chiringuito cuando la mujer de delante me reconoció y me enseñó un tatuaje de los Simpson -de Homer, nada menos-, en el hombro. Ponerse un tatuaje de los Simpson es extraño, la verdad. P.- ¿Por qué pintaron a los Simpson de color amarillo? R.- No lo decidí yo. Fue uno de los animadores. Mis dibujos siempre han sido en blanco y negro, así cuando llegó el momento de ponerles color escogió el amarillo. No me molestó porque ayudaba a los personajes a distanciarse de cualquier cosa hecha con anterioridad. Es una elección arbitraria. Pero lo más importante es que cuando estás viendo la tele y jugando con el mando a distancia, si sintonizas un canal y aparecen los Simpson, los reconoces inmediatamente. El amarillo es un color cantón. P.- ¿Que puede decirnos de la versión cinematográfica de Los Simpson? R.- Estamos trabajando en el casting de algunos artistas invitados. Intentamos hacer cosas que no se ven en la serie. Es decir, que habrá más escenas de desnudos (risas). La cuestión pasa por conseguir un producto con el que la gente esté satisfecha al salir del cine ya que en televisión lo pueden ver gratis cada semana. Esa es una de las razones por las que estamos tardando tanto. No queremos defraudar a los seguidores de la serie. P.- ¿Sabe si lo que atrae a los seguidores de la serie coincide en todo el mundo? R.- Pues no lo sé. Aunque lo supiéramos, no sería algo que nos preocupe ya que lo que nos guía es lo que nos hace reír a nosotros. Y honestamente no sé por qué es tan popular en algunos países. P.- ¿Puede que sea la crítica del estereotipo de familia americana? R.- Quizá sea una de las fantasías que se extiende a todas las familias del mundo. Viendo a los Simpson pueden constatar que no son peores que ellos. Nadie es más estúpido que Homer. Aunque un personaje encantador, es tan tonto y tan descarado en su amor por la cerveza y los donuts que tal obsesión le define como persona.