Por su interés reproducimos a continuación el siguiente artículo de Emili J. Blasco que publica hoy el diario ABC Es el primer «reality show» en el que los concursantes no reciben ningún premio, sino que pagan por participar en el programa, y no poco dinero. A los acaudalados que intervienen en «El millonario secreto», que el próximo mes pondrá en antena la cadena británica Channel 4, la experiencia les cuesta al menos 60.000 euros. Se trata de la cantidad mínima que deberán entregar a la persona o personas que consideren que más lo necesitan entre quienes han conocido durante sus diez días de vida como pobres.
La iniciativa ha sido criticada por diversas organizaciones humanitarias, porque puede hacer de la pobreza un espectáculo y porque las lacras sociales no se resuelven únicamente con parches de dinero, sino con una labor de fondo de la que saben más los expertos que ocasionales visitantes de barrios marginales.
Uno de los primeros participantes de «El millonario secreto» es John Elliott, que tiene una fortuna de 90 millones de euros proveniente de su negocio de aire acondicionado. Por diez días abandonará su mansión con piscina climatizada para vivir de modo encubierto en una zona deprimida de Liverpool, con sólo 16 euros en el bolsillo cada día. Las cámaras no le seguirán las 24 horas, sino que aparecerá en el plató de televisión una vez haya concluido la experiencia para comentar lo que ha visto y decir a quién desea entregar el dinero. Elliott asegura que su motivación para participar en el programa no es aparecer en televisión, porque no necesita publicidad, sino un deseo filantrópico de repartir parte de su fortuna. «Creo que las ONG no lo hacen bien. No seleccionan los casos que realmente se lo merecen, sino aquellos más atractivos o políticamente más correctos», ha declarado a «The Guardian». Otros participantes son Ben Way, de 26 años, que ha obtenido grandes beneficios en el sector de las «puntocom» y que trabajará en un centro para jóvenes de un barrio del noreste de Londres. Por su parte, el llamado «rey del curry» de Glasgow, Caran Gill, pasará los días en una población con gran inmigración para conocer la situación de las personas que han llegado recientemente al Reino Unido. Los productores del programa defienden el formato. Según Jenny Crowther, las críticas recibidas tendrían sentido si las cámaras mostraran «a un hombre de negocios llegando a un pub trajeado y en un Rolls Royce, y comenzara a sacar de su maletín billetes para repartirlos».
Ayudar o no. Esa es la cuestión Crowther acepta que dar dinero a alguien no arregla los problemas de la sociedad, pero «¿no es mejor ayudar a una familia que no hacerlo?», pregunta. Además, advierte que el programa es una buena manera de mostrar a la audiencia las condiciones en la que vive parte de la población del país y explicar sus dificultades, algo mucho más efectivo que un documental con menor cuota de pantalla sobre los problemas de la vivienda o las penurias de trabajadores en paro. «Creo que esto justifica plenamente el formato», asevera Jenny Crowther.