Entrevista

Paco Lobatón: “La información en tiempos de guerra está bajo el control de EE.UU.”

En la obra, coordinada por Paco Lobatón, han participado, entre otros: Ignacio Ramonet, Noam Chomsky, Manu Leguineche, Tonny Maddox (CNN), Dana Suyyagh (Al-Yazira) Alfredo Urdaci (TVE), Juan Pedro Valentín (Telecinco), Javier Algarra (Antena 3), Angels Barceló

(Telecinco), Antonio San José (CNN+), Enric Sopena, Manuel Martín Ferrand, Ramón Rovira (TV3), Antonio Ramírez (Canal Sur TV) y Luis Pérez (Televisión de Galicia). Vertele habló con Paco Lobatón, quien quiso destacar el carácter altruista de todas las colaboraciones españolas que aparecen en el libro: “El beneficio que le corresponde a la ATV como co-editora se destinará a sus fondos de publicaciones. El fin no es lucrativo sino formativo”. Vertele.- ¿Dónde estabas tú el 11-S a la hora de los atentados? ¿Cómo lo viviste? Paco Lobatón.- Estaba en una reunión de trabajo, preparando Supervivientes, lo cual tiene una carga de simbolismo extraño porque ese programa, aunque era un ejercicio de supervivencia, tenía una connotación lúdica. Y fue un shock salir de ese clima a la realidad, porque se estaba planteando una cuestión de supervivencia, pero a gran escala, para todo el mundo. V.- ¿Qué medio español te parece que ofreció la mejor cobertura de los acontecimientos? P.L.- Creo que el esfuerzo fue formidable en todas las cadenas. Me parece especialmente meritorio el esfuerzo de las autonómicas. TV3 consiguió mantener a su audiencia fiel a su propuesta informativa, algo inédito. Todas las autonómicas obtuvieron respuestas importantes. -V.- Realmente, ¿ha cambiado tanto el tratamiento de la información con el 11-S? ¿No crees que tiende a exagerarse un poco? P.L.- No hay exageración al decir que algo muy importante ha cambiado en todos los sentidos de nuestra vida y, desde luego, también en el ejercicio periodístico, sobre todo en TV. El primer motivo es un hecho objetivo. El del 11-S es el atentado terrorista más grave de la historia, la primera ocasión en que de manera simultánea los espectadores y los informadores son testigos directos, lo cual es un hecho sin precedente. Es como el salto que dio la radio al contar cosas en directo. Por ejemplo, recordando La guerra de los mundos de Orson Welles, que tiene como escenario Nueva York, es una pura ficción pero tuvo un realismo tan grande que la gente salió despavorida a las calles. Aquello marcó un hito porque demostró la capacidad que tiene un medio de comunicación, en aquel caso la radio, en el del 11-S la TV, para impactar en las conciencias. La gran diferencia es que aquello ocurrió a escala de una ciudad y esto a escala mundial. Además, aquello era una ficción y esto una realidad que supera ampliamente cualquier ficción. La conclusión es que tenemos que estar muy preparados para que determinados hechos nos sorprendan y, cuando nos sorprenden, no podemos estar por detrás de la gente que están siguiendo los hechos con nosotros, sino que deberíamos tener garantías de aportar inmediatamente alguna información complementaria. V.- ¿Cuál es el papel de otros medios, la prensa y la radio, en tiempos de guerra? P.L.- Es evidente que otros medios como la radio y la prensa escrita se han revitalizado porque son el soporte idóneo para un tratamiento más sosegado, mas en profundidad, mientras que la TV esta condicionada por su propia naturaleza del medio, que devora imágenes de manera atroz. V.- ¿Con qué limitaciones se encuentra un informador en tiempos de guerra? P.L.- Todas las que tienen que ver con las claves esenciales del trabajo de un periodista: ir a los sitios, ver lo que pasa y contarlo. El ir a los sitios es algo que está manifiestamente limitado y que ha comportado riesgos tan grandes como la muerte de periodistas, entre ellos Julio Fuentes. También está limitada la posibilidad de contrastar la información con otras fuentes, con lo cual se está contando algo de oídos o se corre el riesgo de dar información prefabricada, es decir, propaganda. V.- En la información sobre los atentados del 11-S, ¿hubo más censura o autocensura de los propios medios? P.L.- Ambas cosas. En este sentido, hay que distinguir el comportamiento de los medios estadounidenses y el del resto de medios en el mundo. El influjo de lo que se hace en EE.UU. sobre el resto del mundo es muy importante. CNN es la cadena de referencia y actúa como fuente informativa para el resto de las cadenas, y algo más que como fuente. Si se hiciera un análisis pormenorizado del 11-S, minuto a minuto, se podría constatar que las imágenes que se veían procedían, en un 90 por ciento o más, de la CNN. La manera en que se comporten en EE.UU. va a influir inevitablemente en el resto del mundo. Ha podido la presión emocional y política directa ejercida en nombre de la seguridad nacional y de la defensa de una “América atacada”, que era el titular insistente de la CNN. V.- ¿Te parece correcta la decisión de no emitir imágenes de las víctimas? Me pareció una medida de una enorme madurez y prudencia. Ya era bastante evidente la gravedad de lo que había ocurrido como para tener que hacerlo más evidente mostrando cuerpos destrozados, etc. Otra cosa es que luego, viendo el comportamiento de los medios, haya razones para pensar, y así lo expresan muchos de los colaboradores del libro, que muy probablemente los medios cedieron a la presión del Gobierno y de la propia sociedad y optaron por aplicar un código de buen gusto. El argumento del responsable de la CNN Internacional es que la zona fue inmediatamente restringida y sólo se permitía el acceso a los servicios de seguridad. Aún así hay gente que ha hecho fotos y vídeos, pero todos desde una forma lejana. Acceder allí era enormemente arriesgado, y no tenemos noticias de que hayan muerto periodistas, sólo bomberos, en concreto 386. V.- ¿Qué hay detrás del “misterio del avión del Pentágono”? P.L.- La tesis que apunta un periodista francés en el libro La gran impostura es que ningún avión se estrelló contra el Pentágono. Yo lo he podido contrastar con colegas bastante documentados, a los que yo doy crédito, y lo consideran un ejercicio bastante especulativo. Pero es cierto que hay grandes enigmas, es llamativo que no se haya dado más información. Lo que pasa es que tampoco en el caso de las Torres Gemelas quedaron restos materiales de las aeronaves porque la combustión a más de 2000 grados a que llegó la explosión del queroseno, hizo que todo se quemara como el papel. ¿Ocurrió lo mismo en el Pentágono? Es posible, porque el avión también impacto con el depósito bastante lleno, pero sí que es llamativo que ni siquiera haya una versión oficial que pormenorice un poco esos aspectos, simplemente para que los entendamos, sin desvelar cuestiones que puedan afectar a la seguridad. V.- ¿Cómo valoras la trascendencia del 11-S con respecto al asesinato de Kennedy o la guerra del Golfo? P.L.- Es cierto que el atentado a Kennedy también marcó un hito porque también se recibió muy rápidamente y el mundo se enteró por la TV. No había CNN, no había capacidad para una conexión tan inmediata, aunque no fue simultánea, como en el 11-S. Lo tremendo del segundo impacto en la segunda Torre es que se vio en directo. Resulta significativo cómo Matías Prats, con toda su veteranía, no pudo reprimir un “Dios Santo, otro avión”. La guerra del Golfo marcó otro hito, que vino a anticipar en una escala más pequeña lo que a gran escala pasó el 11-S: que la información está estrictamente bajo control. Manu Leguineche, el más veterano y respetado corresponsal de guerra de nuestro país, dice que lo que ocurrió en la guerra del Golfo fue una mezcla de Lawrence de Arabia y Guerra de las Galaxias. Y yo pienso que lo de Afganistán es peor, porque no ha tenido la imagen fantástica o cinematográfica que parecía tener la Guerra del Golfo, sino la cruda realidad de que le ha costado la vida a 9 periodistas y a un número muy importante de civiles. V.- ¿Qué hemos aprendido con el 11-S? ¿Cómo debe comportarse un informador ante una situación como esa? P.L- Con la publicación de este libro, la ATV contribuye a que la televisión no sólo sea una ventana para conocer la realidad sino un instrumento para interpretarla. Y para eso es fundamental que quienes trabajan en ella se doten de la mayor información posible y reflexionen sobre las consecuencias de su trabajo. Hemos aprendido que nos queda mucho por aprender. Es evidente que más que nunca la información en tiempos de guerra está siendo estrictamente controlada por quienes tienen el control de esa situación y, en particular y en este momento, por EE.UU., que reafirma su hegemonía seguida muy de lejos por las demás potencias, tan de lejos que el presupuesto militar de EE.UU. es equivalente al de los 25 siguientes países. Para terminar, hacer información es más difícil, pero más necesario que nunca, para dotar a la sociedad civil de los elementos necesarios de forma que puedan controlar las decisiones de sus gobiernos. La información se convierte en un instrumento democrático muy importante, aunque la dificultad para ejercerlo en términos de independencia también sea mayor. Los periodistas de ahora y del futuro tenemos el compromiso de reforzar nuestra formación, estar bien informados para estar en condiciones de poder informar. En este sentido, en el libro hay algunas críticas que alertan de que algunas coberturas han sido hechas por profesionales enviados al escenario sin estar lo suficientemente preparados.