Núria Bosch, la última pastora de Collserola, libra estos días un nuevo pulso con el progreso. Aislada en un rincón de la Arrabassada, a dos pasos de Sant Cugat, ha visto cómo sus 20 cabras perdían una de las rutas naturales a los pastos de Can Bell, donde Antena 3 ha instalado La Granja de sus famosos, un reality show cortado con el patrón de Gran Hermano. Mientras un 20% de la audiencia española se entretiene con personajes que juegan a ser granjeros, ella, último referente de un modo de vida condenado a la extinción, sobrevive en una modesta vivienda sin luz, sobre una curva de la Arrabassada, encarada al oeste para aprovechar el sol, rodeada de bosque y acompañada de cabras, gallinas, patos, perros, gatos y un caballo. “Las personas, con perdón, parecen ovejas”, explica en un catalán de raíces profundas, ideal para dar “garrotades entre cap i costelles” a los enemigos que la asedian. “Pero yo no -añade-. Cuando digo que no paso, no paso. Así me enseñaron mis padres y no los critico”. El horizonte de su vida ha sido casi siempre el mismo. Nació en 1931 en Can Cortès, una masía en la cara norte del Tibidabo, y el próximo día 17 cumplirá 74 años en la casa que ocupa desde hace 56. Tiene los ojos claros y la piel blanca y curtida. El pelo blanco y rizado, lo recoge en una trenza larga. Calza botas de piel y viste pantalón gris, un polar y un delantal. “Cuando cumplí ocho años mis padres me encargaron que cuidara de las cabras y aún no he parado”. El trabajo le impidió estudiar. “No sé leer ni escribir y creo que por eso tengo el pensamiento a medias. Olvido con facilidad”. Se levanta cada día a las seis, ordeña las cabras y las lleva a pastar. Sube por el bosque y baja al valle por Can Bell. El camino, sin embargo, ha sido cortado. La finca está alquilada a La Granja para los tres próximos meses. Un vigilante, con garita y barrera, observa que no se cuele nadie. Una portavoz del parque de Collserola dice que el corte es legal y que el parque ha dado luz verde. Junto a la barrera, de donde arranca el itinerario didáctico 1, un cartel informa de los pasos alternativos y pide disculpas. La señora Núria, sin embargo, puede pasar con la condición de que las cabras no se detengan. “Atención, producción -dice el guarda por el walkie-, que baja el rebaño. Avisadme si alguna cabra se queda atrás”. “Vale”. Núria saluda y pasa tirando de la Torda, su cabra favorita, una hembra de 18 años. Tardará un cuarto de hora en cruzar la finca y pasará junto a los jóvenes concursantes, a los que, seguramente, derrotaría sin problemas si su perfil encajara con el que busca el programa. “Ya me gustaría verlos aquí”, comenta cuando llega a su casa, la granja de verdad. Al no haber luz, la televisión sólo se ve cuando uno de sus cinco hijos, que la visita de vez en cuando, conecta un cable a la batería del coche. Aun en estas ocasiones no pierde el tiempo con estos programas: “¿Para qué, para ver a granjeras de mentira con las uñas pintadas?”. Núria se acuerda de Encarna, una pastora que había en Rubí y que murió hace poco a los 90 años, y también de Papitu de Les Planes, otro pastor que ha renunciado a su rebaño por falta de pastos. Ahora sólo queda ella y se pregunta “qué carne comerá la gente cuando no queden rebaños que puedan pastar, ¿carne de plástico?”. Jaume Bell, propietario de Can Bell, lamenta los problemas de Núria, pero está resuelto a que las cabras no vuelvan a pastar en la finca. “Se comen el sembrado. No podemos permitirlo”. El señor Bell no sólo tiene la ley de su parte, sino también el futuro si la Generalitat no interviene. Entre las 21 medidas adicionales de protección de la sierra de Collserola que ha elaborado el Departament de Medi Ambient ninguna hace referencia a la ganadería. Hay una que habla de preservar la actividad agrícola, manteniendo los cultivos y recuperando los abandonados. Nada se dice, sin embargo, del ganado, y Núria opina que es un error muy grave. “Mis cabras contribuyen a que el bosque esté limpio de maleza. Gracias a ellas, la falda de Can Bell es una de las mejor protegidas de Collserola contra el fuego”, dice. Muy pronto, sin embargo, dejará de serlo y ese día el área metropolitana de Barcelona habrá perdido un gran patrimonio, esta vez sacrificado a cambio de una audiencia del 20%.