Mercedes Milá concedió una entrevista este domingo al diario El País en la que la presentadora de “Gran Hermano” hizo balance de sus tres décadas delante de las cámaras y avanzó algunos detalles sobre su próximo proyecto en Telecinco, “La Tribu” con Javier Sardá, que arranca este viernes en prime time.
A continuación, les ofrecemos un resumen de la entrevista:
Son míticas sus entrevistas en televisión. Los entrevistados se le entregaban. ¿Qué hay que tener para lograrlo?
Curiosidad. Si yo no entiendo al personaje, cómo lo van a entender los demás. Tengo que preguntar hasta conseguirlo, probar por todos los medios. Siempre con muchísimo respeto. Y el respeto se lo demuestras habiéndote estudiado lo que ha hecho para provocarte interés. No le puedes hacer a él tu trabajo. Muchos periodistas preguntan: “¿Cómo empezaste?”. Fatal. La persona tiene que sentir que estás interesado, que te has molestado por ella, y se abre como una granada, que es de lo que se trata.
Los profesionales de su generación se inventaron el periodismo en la tele. No había modelo.
Acabé en televisión quizá porque nunca supe escribir, o porque el primer día que trabajé en un plató sentí algo muy fuerte, un enamoramiento con la cámara. En vez de darme miedo, me dio seguridad. Cuando vi el piloto rojo, supe que era mi aliado. Estoy en esto por accidente. Quería estudiar políticas, pero en Barcelona no había facultad y empecé periodismo porque se parecía.
¿Qué entrevistas recuerda de aquellos tiempos?
Lo más fuerte fue la llegada de los exiliados tras la muerte de Franco. Gente que volvía a España en un goteo permanente. Fue una maravilla. Trabajaba en la radio, y tenía la oportunidad de entrevistar a personas extraordinarias con historias extraordinarias. Lo hacías con un respeto brutal, con la sensación de abrir un armario donde había muchas cosas que contar, nuevas completamente, porque aquí no les habíamos podido oír. Después, en televisión, hubo también mucha emoción. Recuerdo cuando entrevisté a Jordi Petit, el primer hombre que dijo en la tele que era homosexual. Podría contarte millones de cosas nuevas que hacíamos cada día.
Defíname qué es un 'momentazo' en televisión.
Algo inesperado, que atrae la atención de mucha gente y que se mantiene en el recuerdo.
¿No se preparan?
No, se pueden calentar, pero no provocar. Momentazo es Tejero en el Parlamento, ése es el gran momentazo. O Suárez diciendo me voy. Momentazo es que un torero (Jesulín) se baje los pantalones y te enseñe las heridas.
A usted, una cámara le pone como una moto. Se le nota.
A mí, un plató de televisión no es que me ponga, es que es mi vida en estado puro, es donde yo estoy más feliz. Sí, las cámaras me gustan, no me asustan, las tengo de mi parte.
Dice que no sabe escribir. He visitado su 'blog' y no lo hace tan mal.
Ésa es la gran novedad de mi vida. Escribir en papel me sigue dando vergüenza, mientras que Internet me da confort. Pensé que lo del blog iba a ser un desastre, pero lo que para mí era un sueño: poder transmitir por escrito sentimientos y observaciones, me está pasando. Escribir es muy complicado. Es para mí lo más grande que puede hacer un ser humano, mucho más que pintar, que componer música. La literatura es lo máximo. Le tengo un respeto reverencial a la escritura.
Sin embargo, no tiene pelos en la lengua. Son legendarios sus 'calentones' de boca en directo.
Tengo un poco de peligro que he ido domando con los años. Era más precipitada antes. Sigo siéndolo, pero si consigo controlarlo, me siento mejor, porque los calentones no son buenos, lo he comprobado. Ya tengo años y he conseguido aprender algunas cosas, porque creo que uno consigue cambiarse. Ahora espero un poco a opinar, antes no; creo que he encontrado la gama de los grises cuando he sido siempre de blanco y negro. A veces, en una entrevista en televisión no te queda otro remedio que reaccionar en el momento, pero he aprendido a no hacer daño.
¿No le atrae la responsabilidad, el poder?
Nada. Es que cuando sales por la tele y recibes tanto de la gente, no necesitas nada más, lo que quieres es repartir, porque la fama es de una potencia que da hasta miedo. Ningún cargo político me daría más sensación de poder, de control, de influencia, que la que tengo haciendo televisión hace 30 años.
¿Cómo anda de ego?
Pues mira, lo tengo rellenito hasta arriba. Mi autoestima es enorme, incluso excesiva. No necesito más reconocimiento, ni ego, ni nada.
¿Ha seguido la historia de Jade Goody, la concursante del 'Gran Hermano' británico que vendió a los medios la exclusiva de su enfermedad y muerte por cáncer?
Sí, y me interesa mucho. Me extrañó el titular: Concursante de GH con cáncer lo expone en televisión. Pero fui más adentro y me encontré con una historia brutal de alguien de un nivel social muy bajo, con unas circunstancias vitales durísimas, que a través de un programa de la tele había salido de eso, y que explota al máximo la fama en un terreno terrible como el cáncer. Me parecen bien dos cosas. Una: que no haya tenido pudor para compartir el proceso de su enfermedad, cosa que, según los médicos ingleses, ha ayudado a mucha gente. Y dos: que haya ganado todo el dinero posible para dejárselo a sus hijos. Dos cosas tan importantes que borran todo lo demás. Si además ella tuvo una sonrisa hasta el final, habrá que preguntarse por qué. Quizá voy a contrapelo, pero no la cuestiono.
Se ha acuñado el término 'extimidad' frente a 'intimidad' para definir el auge de la telerrealidad. Es conocida su defensa a ultranza de 'Gran Hermano'. Sin embargo, sostiene que nunca entraría en un programa parecido.
Sí, pero yo no entraría en GH por la intimidad, sino porque no soy valiente para aguantar estar sometida a observación 24 horas al día. Hay dos cosas que hay que ser para entrar en GH: valiente, y generoso, porque das mucho más de lo que recibes. Yo no soy suficientemente ni una cosa ni la otra. Quizá porque no lo necesito, cuidado, porque una de las grandezas de GH es que da la oportunidad, a gente que sí lo necesita, de entrar en mundos que si no fuera por el programa no podrían. Y lo respeto muchísimo. La palabra extimidad no me gusta. Pero ¿sabes qué pasa?, que se me da fatal teorizar. Y si no sé bien de qué hablo, prefiero callarme.
¿Usted sabe en directo cuándo se produce el 'minuto de oro' de su programa?
A veces sí, pocas. Dices: bufff, lo notas. Los que saben de parrillas, los parrilleros buenos de verdad, que son pocos y están muy locos porque tienen sobre sus hombros la responsabilidad de las teles y, por tanto, el trabajo de mucha gente, ésos sí saben cuáles son los minutos de oro.
Los mascarones de proa de las cadenas también tienen esa responsabilidad. ¿La siente?
Tengo la inmensa suerte de presentar GH, que es un seguro de share tan fuerte que el terror que he pasado en otros momentos ha dejado de existir.
Ahora se embarca en 'La tribu', una nueva nave.
Sí, pero el mascarón es Javier Sardá. Se lo dije el primer día: quiero estar a tus órdenes. Pero una cosa es que no sea jefa y otra que no opine. Sardá dice: no penséis en la audiencia. Y digo yo: qué manía, hay que pensar en la rentabilidad de los programas, exactamente igual que un empresario piensa en la rentabilidad de la empresa. Dicen que está pasado de moda, pero si tu trabajo tiene una repercusión es por la audiencia, lo siento. Y a las ocho de la mañana, cuando salen los datos de Sofres, que me diga uno que trabaje en la tele que eso no le preocupa, porque miente. Lo que sí es preocupante es lo que pasa en algunos países donde se hace el programa pensando en el minuto a minuto de audiencia, y sólo sale lo que va a tenerla. Eso desvirtúa el producto.
O sea, que le quita el sueño el 'share'.
He sufrido mucho con la audiencia y con las taquillas del teatro de mi marido y la de las películas que producíamos. Con la respuesta del público a algo en lo que pones cariño, dinero y muchísimo esfuerzo. Por eso ¿tú sabes lo feliz que fui cuando empecé en GH y cada día era una brutalidad de audiencia? Es que tú eso no lo puedes entender, tía.
Si los periodistas de prensa escrita supiéramos cuándo el lector 'abandona' un artículo, no podríamos informar.
Seríais mucho más humanos, porque sois muy inhumanos.
¿Por qué?
Hombre, por favor, los periodistas escritos os creéis que sois mucho mejores que nosotros, como de una clase social superior, y nosotros, los que trabajamos en los medios audiovisuales, somos unos pobrecitos.
¿Qué dice? Cobramos infinitamente menos.
Bueno, eso habría que verlo, y quizá por eso estáis siempre enfadados con nosotros y nos echáis todas las culpas, pero no es nuestra responsabilidad.
¿Cree que están enfadados con ustedes quienes dicen que trabajan en función de la audiencia?
Pero, bueno, es que os creéis dueños de la opinión del público cuando nadie os ha dado esa responsabilidad. Tú vendes 400.000 ejemplares de tu periódico, lo leerán como mucho millón y medio de personas, y yo hago un programa que, como poco, un día malo, lo ve un millón de personas voluntariamente.
¿Esos son sus poderes?
No, porque yo no llamo al periódico diciendo que el editorial está mal escrito, que este artículo no me gusta, y la foto es terrible, que es lo que hacéis vosotros con nosotros permanentemente. Sois como los papás que juzgan el trabajo de los niños, y eso ya no tiene sentido. Gracias a Dios, los periódicos han empezado a meter dinero en empresas de televisión, y en ese instante se ha visto que cambiaba la postura de los periódicos hacia la tele. Es muy divertido observarlo. Ver cómo tu periódico, que ha despreciado los realities toda la vida, cuando ha tenido realities en Cuatro ha empezado a valorarlos. Eso se llama ignorancia. Algo de lo que aprender.
Creo que 'Diario de', el programa de reportajes que realiza en Telecinco, es la compensación que exigió a cambio de presentar 'Gran Hermano'.
Sí, es la niña de mis ojos. Yo soy periodista y no puedo trabajar sólo tres meses al año. Mientras siga haciendo GH, Diario de es la combinación perfecta.
¿Cree que lo que hace en 'GH' es periodismo?
Sí. Otro periodismo. Y lo es porque hago de la vida en la casa una crónica. Observo lo que pasa y luego lo reflejo en el programa, y hago las entrevistas en función de lo que he visto, por tanto estoy haciendo periodismo. Lo que ocurre es que hay mucha gente que niega el pan y la sal a esa historia, pero ha llegado un momento en que me da igual. Trabajo para los que ven y les gusta GH, el resto me da igual.
Hay pocas comunicadoras de su edad. ¿La tele es más cruel con las mujeres?
A mí nadie me ha dicho que me vaya.
Ha empezado a explotar su 'sexy' a la edad en que otras empiezan a taparlo.
¿Te refieres al canalillo? Eso son mis estilistas, que son muy persistentes.
Pero antes no se dejaba.
No les hacía ni caso. Pero ahora sí porque han sido listas y se han dado cuenta de cómo hay que entrarme. Yo no me había puesto un escote jamás. Pero me han demostrado que saben de lo que hablan. Que me han mirado, y creen que eso me favorece. Ya he dicho que obedezco a quien respeto.
Sus compañeros en la tele son gente joven. ¿No hay choque generacional por aquello de la cultura analógica y la digital, el siglo XX y el siglo XXI?
Yo soy la abuela, con diferencia. Me llevo muy bien con ellos, me río, no tengo problema para tratar con gente muy joven. Ellos tienen cosas que yo no, y yo tengo cosas que ellos no tienen, y lo bueno es compaginarlas. Ellos son muy creativos en terrenos donde yo desconozco cómo se hacen las cosas, pero necesitan de la nena. Me necesitan porque hay algo que se llama el paso de los años, la experiencia, que hacen que un programa como Diario de, si está presentado por una chica conocida que soy yo, facilita las cosas.
¿Ha creado un personaje o es siempre usted misma? ¿Es Mercedes Milá quien se pone 19 trajes regionales para batir un récord Guinness en directo?
Soy yo, ¿no me ves? Quien me conoce dice que soy exacta a la de la tele. Y soy la del Guinness, porque eso me lo inventé yo.
¿Qué es la tele?
El mejor invento del siglo XX. Ahí tienes otro total. Ahora está de moda decir que es monstruosa. No lo creo. Es la ventana por la que ha entrado todo en las casas: la información, la emoción, el conocimiento. La tele es igualitaria. Triunfa el que la gente quiere, tengas lo que tengas; si no te quieren, te vas. Por eso estoy contenta, llevo 30 años y nunca me han echado. Sé que un día me dirán: ¿dónde vas con la cachava? Pero aquí estoy. Antes me gustaba trabajar menos; ahora, más. Será la cercanía de la vejez