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Un baño refrescante en los Acantilados de Maro: roca y aguas cristalinas entre Nerja y Almuñécar

Acantilados de Maro.

Roberto Ruiz

Allí donde las costas de Málaga y Granada se dan la mano, entre los municipios de Nerja y Almuñécar, el Paraje Natural Acantilados de Maro-Cerro Gordo pone un contrapunto natural junto a la concurrida y turística Costa del Sol. Entre rocas, senderos, paisajes y cortados que se asoman al Mediterráneo, estos escarpados acantilados son famosos por su rica biodiversidad y sus aguas cristalinas.

La combinación de diferentes procesos geológicos y la acción erosiva del mar a lo largo de los siglos han ido dando forma a un enclave natural que alcanza una altura de hasta 75 metros sobre el nivel del mar, ofreciendo unas vistas espectaculares y creando un hábitat único para numerosas especies de flora y fauna. 

Pero los Acantilados de Maro son mucho más que un balcón al horizonte. Son un lugar en el que aventurarse a descubrir la Axarquía más pintoresca, rodeados de playas relucientes y con múltiples actividades a nuestro alcance, tanto en tierra como en el agua. Si buscas una idea original, refrescante y diferente a los típicos planes de costa, toma nota que aquí tienes entretenimiento asegurado.

Desde tierra y desde el mar

Para empezar, diremos que llegar a los Acantilados de Maro no es difícil. Lo más sencillo es partir desde Nerja o Almuñécar. Si vienes en coche, puedes tomar la carretera N-340 y seguir las indicaciones hacia Maro, aunque si lo prefieres también hay autobuses que conectan estos pueblos con otras poblaciones de la Costa del Sol. 

Una vez en la zona hay dos tipos de planes que se pueden hacer, aunque lo idóneo es la combinación de ambos. Uno es sobre los acantilados, aprovechando las diferentes rutas de senderismo que tenemos a nuestra disposición, y otro en el propio mar, para refrescarse como es debido cuando más apriete el calor.

Senderismo para todos los niveles

Desde tierra firme, los Acantilados de Maro ofrecen varios senderos que podemos aprovechar para explorar el paisaje de una manera cercana y directa. Está la popular ruta que nos lleva desde el pueblo de Maro hasta los acantilados, con una longitud de 3,6 km y que sigue un camino casi paralelo a la línea de costa. Está también la ruta de la Torre de Maro, de 2,7 km, que va de la Torre de Maro a la Cala del Pino a través de antiguos senderos de arrieros. Podemos optar si no por el sendero del Río de la Miel, que comienza cerca de la Autovía del Mediterráneo y que nos lleva hasta la cascada del río de la Miel, de 8 km entre ida y vuelta. Y también podemos hacer la ruta de la Cueva de las Palomas, de unos 2,5 km, que nos lleva por un sendero escarpado y rocoso desde el centro de Maro hasta esta conocida gruta regalando a nuestro paso magníficas vistas de la costa.

Es conveniente recordar que en este paraje nos encontramos en un espacio natural protegido, que a nuestro paso solo debemos dejar nuestras huellas y que es importante seguir las normas y recomendaciones oportunas para conservar la protección del medio.

Y ya que hemos citado la Torre de Maro, hablaremos más de ella, pues es uno de los símbolos más reconocibles y representativos de estos acantilados. También conocida como Torre de los Guardas, sus ruinas se encuentran en un punto estratégico sobre los acantilados. Formaba parte del sistema de defensa costera que se construyó durante la época musulmana y posteriormente se utilizó en el periodo cristiano para vigilar y proteger la costa de los ataques piratas. Aunque actualmente solo quedan restos de su estructura original, la torre sigue siendo un punto de interés histórico y un excelente mirador para disfrutar del paisaje.

¡Al agua! Los planes más refrescantes

No nos engañemos, casi todo el mundo que visita los Acantilados de Maro lo hace para conocerlos desde abajo, a nivel del mar. Las aguas que bañan estas rocas relucen cristalinas bajo el sol y son hogar de una abundante y variada vida marina. La línea de costa que dibujan los acantilados está llena de recovecos y sorpresas, por lo que es indiscutible que para disfrutar de este paraje en todo su esplendor es fundamental hacerlo desde el agua.

Para ello hay diferentes opciones. Podemos recurrir a excursiones en barco, que recorren varios kilómetros de costa y suelen incluir paradas para darse un chapuzón. Pero sin lugar a dudas la opción qué más visitantes atrae, y que mejor nos deja conocer los acantilados a nuestro aire, es la que nos permite adentrarnos en kayak o en paddle surf. De esta manera podremos acercarnos a las cuevas y las calas escondidas, y hay varias empresas tanto en Maro como en Nerja que ofrecen alquileres y excursiones guiadas.

Estas rutas también permiten zambullirse en diferentes zonas, por lo que siempre es interesante tener listo el equipo de esnórquel. Para ir un paso más allá, las inmediaciones de Maro cuentan con atractivos puntos de buceo si queremos descubrir sus fondos marinos más de cerca.

Toda la línea de acantilados llama la atención cuando la contemplamos desde el agua, pero si hay un punto que se lleva la palma por su espectacularidad es ese donde se encuentra la famosa cascada de Maro. En ella el agua cae directamente al mar desde una altura de unos 15 metros, creando un espectáculo natural que nadie se quiere perder. A su alrededor la zona es ideal para nadar y ponerse una máscara de buceo en busca de los pintorescos peces que allí habitan. 

Un rato de playa para descansar

Y después de tanta actividad, ¿qué mejor que aprovechar algunas de las playas cercanas para relajarse y desconectar? Si lo que buscamos es arena también tenemos varias alternativas, como la propia playa de Maro, ubicada justo debajo del pueblo, la playa de Burriana, ubicada en Nerja y que destaca por ser la de mayor tamaño y la que mejores servicios ofrece, o la playa de Cantarriján, nudista y situada en Almuñécar, muy popular entre los amantes de la naturaleza.

Pero si preferimos lugares más recónditos siempre podemos recurrir a las diferentes playas y calas que esconden los propios acantilados. Para llegar a ellas es necesario aparcar el coche en las zonas habilitadas y, después, acceder a través de senderos o escaleras, lo que las convierte en espacios no accesibles para todos los públicos. Ten en cuenta que no todas estas playas ofrecen servicios y comodidades, pero su ubicación entre las escarpadas paredes de los acantilados nos regalará una experiencia mucho más tranquila y cercana a la naturaleza.

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