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Las cataratas del Niágara, un espectáculo natural entre casinos

Lo de visitar las cataratas del Niágara suena a película americana, como si allí admirando la caída del agua te fueras a encontrar junto a ti a Marilyn Monroe en Niagara, codo con codo apoyada en la misma barandilla que tú. Desde comienzos del siglo XX Niágara ha sido una referencia turística, un lugar de encuentro entre Estados Unidos y Canadá donde la división natural marcó la línea para levantar sus fronteras.

Ante el espectáculo natural que ofrecen las cataratas del Niágara no puede uno más que embobarse, rendirse a su belleza y aplaudir los caprichos de la naturaleza, pero aunque no podamos decir lo mismo sobre cómo la civilización ha hecho evolucionar su entorno a lo largo de los años sería injusto no reconocerle a la madre natura que a Niágara, sí o sí, hay que ir al menos una vez en la vida.

Niágara no es la catarata más ancha del mundo, ni la más caudalosa, ni tampoco la más alta, pero tiene ese “no sé qué” que llama a los viajeros de corazón inquieto. Quizá no impacten tanto como las cataratas del Iguazú, el Salto Ángel o las cataratas Victoria, quizá el turismo y la explotación hayan manchado su nombre, quizá los hoteles, atracciones y casinos sean demasiados, pero este grupo de cascadas en el que el agua se precipita desde una altura de unos 51 metros de altura es uno de esos sitios difíciles de olvidar.

Cómo son y cómo visitar las cataratas del Niágara

Las cataratas del Niágara se dividen en tres cascadas: Horseshoe Fall (la Herradura, la mayor de todas y en territorio canadiense), American Fall (la americana, de tamaño intermedio y en Estados Unidos) y Bridal Vail Fall (Velo de novia, mucho más pequeña y también en terreno estadounidense). Horseshoe es la de mayor caudal y la más espectacular de todas, una isla llamada Goat Island la separa de American Fall, y Bridal Vail es una pequeña división de ésta. Dicho esto, y para no liarnos demasiado, diremos que las mejores vistas, esa imagen que siempre ves en las fotos, se consiguen desde tierra canadiense.

Desde allí podrás ver todas las cataratas cayendo de frente aunque si puedes, ya que has ido hasta allí, la recomendación es que las disfrutes desde ambos países. Puedes ir desde Toronto (Canadá) desde donde en coche tardarás algo menos de dos horas, desde Buffalo (EE.UU) que está a unos 40 minutos, o incluso desde Nueva York, aunque el trayecto en ese caso será de hasta 7 horas.

No se complicaron mucho al ponerle nombre a los pueblos que surgieron junto a la catarata, por un lado tienes Niagara Falls, en la provincia de Ontario (Canadá) y por otro también tienes Niagara Falls, en el estado de New York (EE.UU.). En el lado estadounidense encontrarás infinidad de hoteles, pero dado que desde la orilla canadiense se consiguen las mejores vistas es allí donde se concentra el mayor número de turistas, por lo que grandes hoteles, luminosos casinos y pintorescos restaurantes de todo tipo lo convierten en una especia de Las Vegas en pequeñito.

Todos estamos de acuerdo en que semejante desarrollo turístico rompe el encanto natural de la que sin duda es una de las cataratas más bonitas del mundo, pero ya a día de hoy podemos decir que esta atracción multicolor es tan representativo de Niágara como el agua que cae por su catarata, por lo que todo en conjunto forma un ambiente único (y según los gustos, incluso un pelín hortera).

Qué hacer en las cataratas del Niágara

Acercarse a las cataratas en barco

Además de observar las cataratas desde alguno de los numerosos miradores hay una experiencia que sin duda te recomendamos: verlas desde abajo en un barco. Estos pequeños cruceros los encontrarás tanto en el lado de Canadá como en el de Estados Unidos. Hornblower Niagara Cruises es la opción canadiense, ataviado con un poncho rojo remontarás el río hasta acercarte a la caída del agua. Y Maid of the Mist es la opción estadounidense, un crucero icónico repleto de ponchos azules que se adentra en la niebla de la cascada.

El teleférico Whirlpool Aero Car

Este histórico teleférico fue diseñado por el ingeniero español Leonardo Torres Quevedo y ha estado cruzando los rápidos del río Niágara desde 1916. El Whirlpool Aero Car ofrece unas vistas únicas mientras se viaja en una cesta metálica suspendida de seis cables, y aunque el trayecto empieza y termina en suelo canadiense tiene la particularidad de cruzar la frontera entre ambos países cuatro veces en cada paseo.

La iluminación nocturna multicolor

Todas las noches del año las cataratas del Niágara se iluminan con diferentes colores para aumentar su espectacularidad desde el momento en el que comienza a atardecer. Su horario depende de la fecha pero en Falls Illumination puedes consultar los horarios de todo el año así como las fechas especiales en las que las cataratas son iluminadas con colores conmemorativos.

La Skylon Tower

La mejor manera de disfrutar de una gran panorámica desde las alturas. Esta inmensa torre ofrece vistas de 360 grados y tiene una altura de 160 metros desde el suelo, pero de 236 desde el fondo de las cataratas. Desde la Skylon Tower se ve todo, no solo las cataratas sino también la silueta de las ciudades de Toronto y Buffalo a lo lejos. Fue inaugurada en 1965, en lo más alto cuenta con un mirador y también con dos restaurantes giratorios.

Visitar un pueblo pintoresco

Si las luces de los casinos te echan para atrás y quieres conocer un pueblo mucho más auténtico deberías darte un paseo por Niagara on the Lake. Está a unos 25 minutos en coche desde las cataratas, se encuentra en la orilla del lago Ontario y es uno de los lugares con más encanto de toda la provincia. Uno de esos pueblos bonitos por los que apetece pasear tranquilamente, admirando sus casas, el ambiente de sus calles y sin quitar ojo a sus tiendas, sus buenos restaurantes e incluso a sus propias bodegas de vino.