Cuando el calor aprieta, ahoga pero bien. Y en plena ola de calor, cuando es prácticamente imposible salir a la calle, lo que nos pide el cuerpo es huir de las altas temperaturas, salir de esa zona roja oscura que cubre los mapas meteorológicos y buscar un respiro allá donde los termómetros marcan temperaturas compatibles con la vida. La buena noticia es que eso es posible, y que podemos conseguirlo sin necesidad de emigrar al norte de Europa como haríamos si fuéramos aves, porque en España hay muchos rincones llenos de frescor que se pueden convertir en un excelente plan de última hora para escapar del calor.
Si no puedes más y tienes unos días libres este puente, vete. Huye. Coje tus cosas y escapa. Aún estás a tiempo de salvar el verano. Por increíble que parezca, es posible encontrar sitios en los que a las temperaturas máximas les cuesta alcanzar los 30 grados y las mínimas caen por debajo de los 15. Así que cierra la puerta de tu casa, haz que alguien se encargue de tus pobres plantas y vete a cualquiera de estos seis refrescantes destinos que te proponemos.
Las Merindades, en Burgos
La comarca de las Merindades, en el tercio norte de la provincia de Burgos, ni es especialmente conocida ni frecuentemente visitada, y eso que puede presumir de ser considerada la cuna de Castilla. Cuenta con un amplio patrimonio, tanto cultural como natural, eso hará que tu escapada tenga un doble interés. Aquí te esperan pueblos como Frías o Espinosa de los Monteros, pero también Medina de Pomar, Oña y Puentedey, que ubicado sobre un puente de roca natural se gana el derecho de ser uno de los más bonitos de España.
Pero si buscas naturaleza también en las Merindades se encuentra el salto del Nervión, la cascada más alta de la península ibérica con sus 222 metros de altura, y la espectacular cueva de Ojo Guareña, una enorme galería de 110 km de túneles que se puede visitar en dos de sus catorce entradas: la de Cueva Palomera y la de la Cueva y Ermita de San Bernabé.
Valle del Baztán, en Navarra
Comparado con las Merindades, el Valle del Baztán es tremendamente conocido, pero no por eso ha de salir de tus planes. Aquí pasearás entre prados, montañas, caseríos, ríos y leyendas al mismo tiempo que te refugiarás de las altas temperaturas de otros puntos de España. El Baztán, de por sí, es un destino reconfortante, ideal para quienes viven con ganas de volver a lo natural. Y aunque esté plagado de naturaleza, también encontrarás unos cuantos pueblos en los que querrás quedarte a vivir para siempre. Uno es Elizondo, la capital del valle, pero también están Urdax y Zugarramurdi, con sus cuevas, sus brujas y sus aquelarres.
Si de pronto ves que el calor se pasa de la raya, anímate a llegar a la cascada de Xorroxin, que es tremendamente refrescante y su ruta circular es fácil y de gran belleza. Y si quieres ir un paso más allá, da un salto hasta el vecino Valle de Bertizarana para conocer el Señorío de Bertiz, un frondoso bosque atlántico declarado Parque Natural que cuenta con su propio jardín botánico. Si por lo que sea no te llama el Baztán, una alternativa más tranquila turísticamente hablando podría ser el Valle del Roncal. Y todo sin salir de la comunidad foral.
Comarca de Liébana, en Cantabria
Liébana, en Cantabria, es uno de los clásicos que nunca defraudan. Hay pueblos muy turísticos, sí, pero todos se merecen una oportunidad. Potes es uno de ellos, pero en vez de evitar Potes es mejor evitar las horas de mayor concentración de turistas, porque el pueblo es espectacular. Aquí estamos metidos en un microclima donde valles y montañas van de la mano, y el verde lo cubre todo.
Atravesar el desfiladero de la Hermida es una de esas cosas que recordarás siempre, así como subir al teleférico de Fuente Dé que te llevará rápidamente de los 753 metros a los 1.823 para que te maravilles con las vistas desde lo alto de los Picos de Europa. Visitar el monasterio de Santo Toribio debería estar entre tus planes culturales, al igual que el cocido lebaniego lo ha de estar entre los gastronómicos.
Valle de Benasque, en Huesca
Benasque en invierno es sinónimo de nieve y esquí, pero en verano es lugar de montañas, lagos, pueblos con encanto y bajas temperaturas, además de historia, tradiciones y una belleza increíble. Acercarnos a Benasque es acercarnos a los Pirineos, y eso implica naturaleza, senderismo y mucho verdor a nuestro alrededor. Benasque, Anciles, Eriste, Sahún y Cerler, con su espectacular Mirador del Valle de Benasque, son esos pueblos de arquitectura pirenaica que no te deberías perder.
Aunque si has venido hasta aquí cargando con las botas de trekking, entonces más vale que les des uso en lugares como las cascadas del río Esera, más conocidas como Gorgas de Alba o mejor aún, para llegar a las del Forau de Aiguallut. Si quieres ir un paso más allá, el ibón de Escarpinosa te espera con su llamativo lago de origen glaciar. ¿Quién dijo calor? Rodeados de estos paisajes es imposible acordarse de él.
La cara norte de Gredos, en Ávila
La Sierra de Gredos tiene dos caras muy diferentes, la norte y la sur, y si lo que vas buscando es fresquito será mejor que te quedes en la de arriba. Esta región de montaña es capaz de mantener la esencia del mundo rural y ofrece una amplia variedad de senderos si lo que queremos es adentrarnos en su naturaleza, siempre con el pico del Almanzor por encima de nuestras cabezas a sus 2.591 metros de altura.
Hoyo del Espino puede ser un buen lugar de partida en nuestro viaje, pues allí se encuentra el Centro de Interpretación del Parque Regional Sierra de Gredos, que nos vendrá muy bien para trazar nuestro itinerario. En toda la sierra encontraremos una amplia oferta de turismo activo, con rutas guiadas de todos los niveles, y además el firmamento de Gredos cuenta con certificación Cielo Oscuro Starlight, por lo que es ideal para los amantes de la astronomía.
Geoparque de la Costa Vasca, en Gipuzkoa
Y aquí tienes un plan fantástico para combinar montaña, costa y geología. El Geoparque de la Costa Vasca te va a sorprender. Está conformado por los municipios de Deba, Mutriku y Zumaia, y guarda en su interior uno de los episodios más impresionantes de la historia reciente de la Tierra. Aquí la gran protagonista es la ruta del flysch, esa caprichosa formación geológica que a través de múltiples capas rocosas nos cuenta 60 millones de años del planeta, desde hace unos 110 millones de años hasta hace unos 50 aproximadamente. Las señales encontradas en ellas de grandes eventos geológicos y cataclismos han hecho que los flysch de la costa vasca sean una referencia mundial.
Tanto Deba como Mutriku y Zumaia tienen mucho que ofrecer, siempre con las temperaturas bajo control incluso cuando el verano pega fuerte en el resto del país. Merece la pena recorrer las estrechas calles adoquinadas del casco histórico de Mutriku, conocer la antigua tradición ballenera de Deba y pasear entre la monumentalidad de los palacios de Zumaia, dejando siempre un hueco para ver cómo la ermita de San Telmo se asoma a los escarpados flysch sobre el mar Cantábrico.