La ermita templaria de mármol en Galicia que, según la leyenda, construyó el diablo

La leyenda sobre esta ermita tiene como protagonista al diablo

Héctor Farrés

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El diablo trabaja rápido, pero los templarios quizá más. Eso dice la leyenda sobre la iglesia de San Pedro Fiz, un templo tan peculiar que, según cuentan, no pudo haber sido construido por manos humanas en tan poco tiempo. Se dice que fue el mismísimo demonio quien, en una sola noche, extrajo los enormes bloques de mármol, los cortó con extrema precisión y los colocó uno tras otro hasta dar forma al templo.

La historia popular ha mantenido viva este mito durante siglos. Y no es difícil entender por qué: el mármol azulado, los reflejos que cambian con la luz, la extraña sensación de que el edificio parece sacado de otro lugar. A la gente le costaba creer que alguien pudiera haberlo construido sin ayuda sobrenatural.

Un refugio templario en el Camino de Santiago

Pero más allá de la fantasía, lo cierto es que este templo no necesita mitos para ser fascinante. Ubicada en Hospital do Incio, en plena sierra de O Courel, esta iglesia es única en España por haber sido construida mayormente con mármol. Su historia real es menos diabólica, pero no menos interesante: los Caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, conocidos más tarde como la Orden de Malta, fueron los responsables de su edificación en el siglo XII. Sus cruces aún pueden verse grabadas en la piedra, testimonio de su pasado templario.

San Pedro Fiz no es un templo cualquiera. Su ubicación no es casual, sino un punto estratégico para los peregrinos que recorrían el Camino de Santiago. Formaba parte de un antiguo complejo amurallado con funciones hospitalarias, que servía de refugio y asistencia a los viajeros que atravesaban la Ruta Jacobea de Invierno en su camino hacia Samos y el Camino Francés. Aún hoy se conserva una torre exenta que en su día formó parte de la muralla y que ahora cumple la función de campanario.

En el siglo XVI, el templo cambió de manos y pasó a ser propiedad de la familia Quiroga, que lo convirtió en su panteón. En su interior, bajo un arco gótico, se encuentra la tumba de fray Álvaro de Quiroga, representado con su espada esculpida en la piedra. Pero no es lo único que merece la pena ver dentro de la iglesia: capiteles góticos, una imagen de la Virgen del siglo XIV, un Cristo del XIII y una crucifixión en piedra descubierta en 1986, donde aparecen el Sol y la Luna flanqueando la cruz.

Un rincón entre cascadas, bosques y templarios

La fachada románica de la ermita, con su portada decorada con cuatro arquivoltas de motivos vegetales, da la bienvenida a los visitantes con la cruz de Malta en su tímpano. También cuenta con dos entradas laterales, una de ellas con un porche adornado con símbolos templarios. Pero es en el interior donde ocurre la verdadera magia: la luz que se cuela por los vanos baña el mármol azulado, creando reflejos casi hipnóticos y una atmósfera difícil de describir.

El entorno de la iglesia tampoco se queda atrás. A poca distancia se encuentra la cascada de San Pedro Fiz, donde el agua cae en forma de velo sobre una poza cristalina, rodeada de bosques de ribera. Muy cerca, la aldea de A Ferreira conserva su esencia tradicional con casas de piedra y un pasado vinculado a la minería y la artesanía. Forma parte de la Ruta do Ferro, un recorrido que sigue el rastro de la actividad minera que durante siglos marcó la zona.

Otros lugares templarios completan la ruta. Hacia el norte, la iglesia de San Juan en Portomarín es otro vestigio de la Orden de Malta en Galicia. Al sur, en Quiroga, el castillo de la encomienda recuerda la influencia de estos caballeros en la historia medieval gallega. Lugares que, como esta ermita, han resistido el paso del tiempo envueltos en un halo de misterio.

Todo esto convierte a San Pedro Fiz en mucho más que una iglesia aislada en el paisaje gallego. Es un templo único por muchas razones: su arquitectura, su pasado templario, su función hospitalaria y la leyenda que lo rodea. Puede que el diablo no lo construyera en una noche, pero su historia ha conseguido algo aún más difícil: mantenerse viva a lo largo de los siglos.

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