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El Puerto de Santa María, en Cádiz, es conocido por sus playas, eso seguro. Y también por su marisco y su vino fino, sin lugar a dudas. Pero sus calles, donde las casas palacio se codean con los castillos, y sus alrededores, donde la naturaleza muestra su esplendor en forma de lagunas y pinares, nos dejan un conjunto que bien merece la pena descubrir en cualquier momento del año.
La ciudad natal de Rafael Alberti fue en su día un enclave fundamental para el comercio con América, lo que plagó su casco histórico de una rica arquitectura civil que perdura hoy día. Y su esplendor cultural, más allá del poderoso atractivo de sus playas y su gastronomía sacada del mar, es razón más que suficiente para dedicarle un par de días en los que disfrutar de su ambiente, su luz y su sabor.
Antes de sentarnos a comer, de repanchingarnos en sus playas o adentrarnos en su naturaleza, vamos a dar un paseo por las calles de El Puerto de Santa María para comprender mejor su historia. Para hacernos una idea de la riqueza que aquí tuvo lugar, no hay nada mejor que comenzar admirando algunas de sus numerosas casas palacio. El comercio con América hizo que comerciantes y cargadores se establecieran aquí haciendo muestra de su bonanza económica, tanto que a la ciudad se la conocía con el nombre de “Ciudad de los cien palacios”, y hoy muchas de estas casas perduran como muestra de su poder. Aunque la mayoría son privadas hay algunas que pertenecen a organismos públicos, por lo que podemos entrar a admirar sus patios. Un buen ejemplo es el Palacio de Aranibar, o Casa de Cargadores a Indias, de 1660, con materiales nobles y elementos clásicos. O la Casa Palacio de los Leones, del siglo XVIII y que ha llegado a ser considerada como uno de los mejores ejemplos de la arquitectura civil barroca gaditana.
Otro de los elementos de El Puerto que no nos podemos perder es el Castillo de San Marcos, ya que sin duda es uno de los edificios más representativos de la ciudad. Su origen tiene lugar en una mezquita del siglo X, de la que aún se conservan varios elementos, que a mediados del XIII se convirtió en un santuario cristiano. Numerosas remodelaciones fueron transformando la construcción hasta convertirse en la fortaleza de torres y almenas que hoy vemos y podemos visitar.
La Basílica Menor de Nuestra Señora de los Milagros es la principal iglesia de El Puerto de Santa María. Su construcción concluyó en el siglo XV en estilo gótico tardío, como una de las numerosas obras que fueron promovidas por los Duques de Medinaceli, y se encuentra en la Plaza de España. Sufrió graves desperfectos en el siglo XVII como consecuencia de un fuerte terremoto por lo que tuvo que ser reconstruida, y en su exterior destacan la Puerta del Perdón y la Puerta del Sol, con elementos platerescos y barrocos.
Y no podríamos pasear por las calles de El Puerto sin pasar a visitar la Fundación Rafael Alberti. Aquí pasó su infancia el poeta de la Generación del 27 hasta que su familia se trasladó a Madrid en 1917. En la visita a la casa podrás repasar la biografía de Alberti a través de escritos originales y diversos objetos con los que se entiende mejor la poesía del autor portuense.
Las playas de El Puerto son un potente imán que multiplican los visitantes durante los meses estivales. Las hay para todos, independientemente de gustos y necesidades, y siempre de arena fina y dorada. En total hay más de 16 kilómetros de playas bañadas por el océano Atlántico, cuidadas y mimadas, y la mayoría de ellas con todos los servicios que podríamos necesitar.
Desde la de La Puntilla, la más cercana al casco urbano, hasta la de Valdelagrana, de gran amplitud y con numerosos restaurantes y cafeterías, pasando por la de Levante y sus paisajes vírgenes, la de la Muralla, la de Fuentebravía, la del Aculadero y la de Santa Catalina, donde se encuentran las urbanizaciones más concurridas. Y sin olvidar el encanto de La Calita, en El Puerto de Santa María tenemos arena y agua para disfrutar bajo el sol durante prácticamente todo el año.
Si te gusta comer cosas ricas, en El Puerto vas a disfrutar de lo lindo. Aunque en sus cocinas también se cuelan legumbres, verduras y carnes del interior, es innegable que su cocina sabe a mar. Los pescados, los mariscos y los moluscos son los reyes de sus mesas, frescos y sabrosos como pocos. La gamba blanca, las bocas, las galeras o los erizos de mar son algunos de sus protagonistas, pero también las coquinas y los legendarios langostinos de Valdelagrana, así como pescado frito donde destacan los boquerones en adobo, las tortillitas de camarones o las pavías de merluza.
Los más dulceros tienen a su disposición una rica repostería conventual, con especialidades como los suspiros de amor y las yemitas del Monasterio del Espíritu Santo, o las magdalenas y los roscos del Convento de las Hermanas Concepcionistas y el Convento de Capuchinas.
Mención especial merece el vino, y no cualquier vino, sino el fino, símbolo de la cultura portuense. El Puerto es el lugar indicado para conocer los vinos de la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry visitando bodegas como las de Caballero, Gutiérrez Colosía, Osborne, Obregón, Grant o la de Forlong.
Además de sus calles, sus monumentos, sus playas y su gastronomía, El Puerto de Santa María tiene un lado mucho más verde que a veces no todo el mundo conoce. Su entorno natural es sorprendente y variado, por lo que merece mucho la pena darse un paseo y acercarse a conocer sus pinares, el parque metropolitano de los Toruños, las lagunas o sus salinas. Ya sea a pie o en bicicleta, si aprovechamos toda la extensión de su término municipal y nos asomamos a sus humedales podremos ver un buen número de aves, incluso flamencos, y descubrir así una cara de El Puerto que a veces queda eclipsada tras el esplendor y atracción de sus playas.
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