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Una escapada a Estella-Lizarra: la Navarra más cultural en el corazón de un paraíso natural

Roberto Ruiz

El habitual viaje a Navarra quizá nos lleve a las Bardenas Reales, a la Selva de Irati, a Pamplona, al Baztán y, tal vez, a Olite o Tudela. Pero basta con desviarse un poco del itinerario más conocido para descubrir otros lugares plagados de historia, cultura y naturaleza que pueden enriquecer nuestro viaje de muy diversas formas. Estella-Lizara, a menos de 40 minutos de la capital navarra, es uno de ellos, y con solo darse un paseo por sus calles y sus alrededores es posible descubrir una Navarra cultural ubicada en el corazón de un paraíso natural.

Para conocer su historia hay que remontarse atrás, muy atrás. En un origen fue un pequeño poblado vascón llamado Lizarra (“fresno” en euskera) y sus habitantes, campesinos, dependían del rey de Pamplona y Navarra. Cuando a finales del siglo XI se fue configurando el Camino de Santiago Real el lugar daba la oportunidad de pernoctar a los peregrinos, y hacia 1090 el rey Sancho Ramírez fundó la ciudad de Estella-Lizarra. Desde entonces, el Camino de Santiago a su paso se fue flanqueando de tiendas y hospederías abiertas por burgueses, generando un auge económico que pronto se dejaría notar con la construcción de importantes edificios religiosos. 

Pero no solo el patrimonio arquitectónico es motivo para acercarnos a conocer Estella-Lizarra, sino que su entorno, a apenas unos pasos de auténticos monumentos naturales, también es un imán para los amantes de los bosques, los ríos, las montañas y los deportes de aventura. 

Estella-Lizarra por dentro: un paseo cultural por su casco histórico

Basta con dar un pequeño paseo por las calles de Estella-Lizarra para descubrir un pasado lleno de esplendor. Iglesias, conventos, fortificaciones, palacios y puentes que cruzan el río Ega forman parte de un patrimonio extenso y bien cuidado que nos deja ver que aquí las riquezas fueron abundantes. Y para descubrirlo, no hay mejor manera que hacerlo por nuestro propio pie.

Si queremos empezar fuerte, podemos hacerlo por el Palacio de los Reyes de Navarra, del siglo XII, y sede del Museo del pintor Gustavo de Maeztu desde 1975. Además de en su arquería inferior, merece la pena fijarse en las columnas superiores de los extremos y en sus capiteles historiados, pues uno de ellos representa la lucha de Roldán y el gigante Ferragut, una de las leyendas más extendidas en el Camino de Santiago. Un poco más adelante, podemos hacer una parada en el Antiguo Ayuntamiento, de fachada barroca, y de paso visitar la actual Oficina de Turismo y Centro de Interpretación de Estella CIEL que se encuentra en él.

Continuaremos después hasta llegar a otro de los monumentos clave de la ciudad: la iglesia de San Pedro de la Rúa. Este templo nos dejará algunas de las instantáneas más bonitas de Estella-Lizarra, su bello pórtico del siglo XIII, de arcos lobulados de influencia árabe y rica ornamentación, y el claustro del siglo XII, considerado uno de los conjuntos de mayor riqueza escultórica del románico navarro, son auténticas señas de identidad. 

Y tras pasar frente a edificios como el de la Casa de la Cultura, ubicada en un palacio plateresco, el del Museo del Carlismo, sito en el Palacio del Gobernador de principios del siglo XVII, y el Puente de la Cárcel, que sustituyó a uno románico volado por los liberales en la Tercera Guerra Carlista, llegaremos a la iglesia de San Miguel.

La iglesia de San Miguel es, junto al de San Pedro de la Rúa y al Palacio de los Reyes, uno de los principales monumentos de la ciudad. Se encuentra en el barrio del mismo nombre, en la margen izquierda del río Ega, y no hay más que fijarse en su portada norte para disfrutar de uno de los conjuntos escultóricos más representativos del románico tardío.

Si te quedas con ganas de más, en tu paseo no dejes de fijarte en la portada del siglo XIV de la iglesia del Santo Sepulcro, en la basílica de Nuestra Señora del Puy, patrona de la ciudad, en las puertas de la iglesia de San Juan Bautista y, también, en la iglesia de Santa María Jus del Castillo, convertida hoy en Centro de interpretación del Románico y del Camino de Santiago.

La Navarra verde y sus cinco reservas naturales

Tierra Estella es todo un paraíso natural y su capital puede ser el punto de partida perfecto para disfrutarlo como es debido. Al norte, las sierras de Urbasa y Andía son uno de los principales valores naturales y de ocio de la zona. Un Parque Natural de una sobrecogedora riqueza paisajística en el que se alternan bosques de hayas y praderas donde pasta libremente el ganado, y cuyas entrañas kársticas pueden hacer las delicias de los amantes de la espeleología entre cuevas, grietas y simas. 

Para los aficionados, a las alturas al oeste se eleva el Yoar, en la sierra de Codés y en la frontera con el País Vasco, que con sus 1.421 metros de altura es el punto más alto de Tierra Estella. Y aunque la sierra de Lóquiz es una impresionante pared rocosa de 22 km de longitud que se extiende entre el valle de Améscoa y Valdega, en realidad la montaña de mayor identidad para la comarca es la de Montejurra, que nos lleva al límite entre la zona montañosa y la cuenca del río Ebro. 

Pero en realidad, quien llega a Estella-Lizarra buscando lo mejor de lo mejor, no muy lejos encontrará hasta cinco reservas naturales de espectacular belleza y obligada visita. Una de ellas es el Nacedero del Urederra, que surge de la sierra de Urbasa y que posiblemente te suene por el brillante color turquesa que lucen sus aguas entre cascadas y pozas. Otra es el Barranco de Basaula, de cuyo interior surge el manantial de Itxako. Otra el Barranco de Lasia, en Zúñiga, que marca el desfiladero que traza el río Ega. Otra el Robledal de Peñalabeja, en el valle de Aguilar y característico por el poco común en Navarra roble marojo. Y otra los Pinares de Lerín, de matorral mediterráneo y pino carrasco, para que no se diga que en Tierra Estella no hay un poco de todo.