En la costa de Vietnam, a media altura entre el norte y el sur, hay una pequeña ciudad tan bonita, tan mimada y tan coqueta que no sin razón es considerada la más bella del país. Además, Hoi An no es solo una cara bonita, sino que rezuma amor y romanticismo por los cuatro costados, y si no que se lo digan a las parejas que pasean acarameladas por sus calles, por su río y entre sus lámparas de papel.
El enclave estratégico de Hoi An la convirtió en un importante puerto comercial entre los siglos XVII y XVIII, cuando por sus calles trataban y negociaban comerciantes de medio mundo. Las mercancías viajaban de mano en mano entre chinos, japoneses, tailandeses, franceses, portugueses, españoles… Oriente y occidente se daban la mano en una ciudad que no tardó en ganar esplendor al hacer de punto de intercambio para que sedas, porcelanas, tés, especias, papeles y otros productos preciados de la época viajaran de un lado a otro lado del planeta.
Las calles de Hoi An eran un batiburrillo de idiomas y de culturas, algunos comerciantes optaban por instalarse y no pasó mucho tiempo hasta que chinos y japoneses se hicieron un hueco permanente en su población, aportando riqueza e influyendo en el carácter de la ciudad para siempre.
Una belleza que atrapa
El éxito comercial de Hoi An no duró eternamente, durante el siglo XIX la actividad fue decayendo cuando barcos de mayor calado tuvieron que buscar otros puertos más accesibles y su desarrollo se vio paralizado. Después, sus calles recibieron la influencia francesa, y fue precisamente el control francés lo que libró a Hoi An de las bombas estadounidenses durante la Guerra de Vietnam. Ese es el secreto de la belleza de Hoi An, la clave que le permite vivir hoy de un turismo que no se quiere perder el encanto de unas calles que se mantuvieron en pie durante años de devastación en el resto del país.
Hoi An debe incluirse en todo buen viaje por Vietnam, no debería haber discusión posible en esto. Su arquitectura es difícil de encontrar en el resto del país y las edificaciones con influencias chinas, japonesas y francesas crean un ambiente singular, reflejándose en un río que marca su arteria principal. No en vano, la zona antigua de Hoi An es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1999 y todo su centro histórico es de acceso únicamente peatonal, lo que invita a pasearlo una y otra vez para contemplar sus viejas casonas, aunque hoy en día la mayoría acoja negocios orientados al turismo.
Una ciudad para ser paseada
De día Hoi An nos traslada a otra época, no es difícil imaginar su muelle repleto de barcos mercantes con banderas lejanas, a unos y otros transportando mercancías y un incesante ajetreo multicultural, pero de noche la ciudad se transforma, los puestos callejeros ofrecen lo que sea que puedas imaginar y las lámparas de papel llenan de color cada rincón al que dirijas la mirada.
El acceso al casco histórico de Hoi An es libre pero tienes la posibilidad de comprar una entrada (el “Old Town Ticket”, por unos 5€) que te permite visitar algunas casas antiguas, museos y templos. Abarca 21 lugares de interés y puedes elegir cinco de ellos, por lo que es una buena manera de completar todo lo que verás con simplemente pasear por la calle.
El mayor “imprescindible” de Hoi An es quizá su puente japonés, un puente techado construido a principios del siglo XVII por la comunidad japonesa establecida entonces en la ciudad. Es tan famoso que podrás verlo incluso sin viajar a Hoi An, basta con que te fijes en el billete de 20.000 Dongs. De día acapara todas las fotos, pero de noche, cuando es iluminado con esmero, es el momento en el que luce con mayor esplendor.
Agradable y sabrosa
Uno de los templos más espectaculares que encontrarás aquí es el templo Quan Cong, fundado en 1653 y dedicado al general chino Quan Cong, y en él formas, colores y mitología china se unen en un aura de silencio y paz. Está muy cerca del mercado central Cho Hoi An, otra parada básica que debes hacer para disfrutar entre sus puestos de comida e infinitas tiendas de todo tipo, donde se incluyen las de telas, porque si no lo sabías Hoi An es una ciudad repleta de sastres y es difícil resistirse a la insistencia de sus comerciantes.
Hoi An es una ciudad tranquila, muy turística, sí, pero sosegada si la comparas con las grandes urbes vietnamitas. Es muy popular que los alojamientos presten bicicletas a sus inquilinos para que puedan explorar sus alrededores, acercarse a las playas o a los omnipresentes cultivos de arroz. Sin embargo, lo que no puedes dejar de hacer en Hoi An es disfrutar de su noche, de sus numerosos puestos, sus luces multicolor, el ambiente de su río, sus farolillos y los exquisitos platos de sus restaurantes. Aprovecha que te encuentras en un país con una de las mejores gastronomías del mundo y prueba platos como el cao lau, las white roses, el mi quang o los ban xeos. Verás que todo está para chuparse los dedos.