Más en elDiario.es
Seis razones para viajar a Bretaña en cuanto sea posible
Bretaña gastronómica: un viaje de sabores, mercados y festivales
Si conoces la región de Bretaña, en el oeste de Francia, seguramente ya sepas que es uno de los lugares más bonitos del país galo. Una tierra, con su mar, plagada de pueblos con encanto medieval y una historia fascinante en la que abundan las leyendas. Si has estado, te puedes considerar alguien con suerte. Y si no la conoces, también. Porque eso significa que se abre ante ti todo un mundo de rincones por descubrir y con el que dejarte cautivar.
Uno de esos sitios que enamoran, aunque normalmente se salga de las rutas más turísticas, lo encontrarás en la isla de Groix. Una pequeña ínsula de 8 km de largo y 3 de ancho lo suficientemente cerca del continente para llegar en menos de una hora de barco y lo suficientemente lejos para dejar atrás todo lo demás. Ideal para desconectar, parar el tiempo, disfrutar de la brisa marina, comer cosas ricas y simplemente dejar la vida pasar entre playas, acantilados, faros, casas de cuento y un ambiente marinero que lo inunda todo allá donde mires.
Groix se encuentra en un enclave estratégico, en el paso de grandes rutas de navegación, por lo que tiene un pasado lleno de historia. Entre los siglos XIV y XVI mantuvo importantes actividades comerciales con Inglaterra, Flandes y Portugal, y ya en el siglo XVIII sus marineros surcaban las aguas a bordo de los buques de la Compañía de las Indias Orientales. En el XIX se convirtió en el primer puerto atunero de Francia y en ella se establecieron hasta cinco fábricas conserveras. Tal ha sido la importancia del atún en la isla que su iglesia, la de Saint-Tudy, en vez de un gallo tiene un atún por veleta. Y es que Groix, como hoy en día, siempre ha vivido estrechamente ligada al mar, como ajena a ese continente tan cercano y lejano a la vez.
Tu llegada a Groix la harás a través de Port Tudy, el puerto de entrada y salida a la isla y en el que los barcos deportivos comparten espacio con los pesqueros. Port Tudy es todo un centro de actividad, contextualizando siempre el concepto ‘actividad’ en una isla en la que todo el mundo parece conocerse y que supera por poco los dos mil habitantes.
¿El plan ideal? Alquilarte una bonita casa con jardín, contraventanas de colores y muchas flores durante todo un mes. Pero si es algo que no te puedes permitir, tranquilidad, porque en un fin de semana también tendrás suficiente para conocer Groix. Recordemos que su perímetro no supera los 30 km y que fácilmente la podrás recorrer de extremo a extremo. Le Bourg (el pueblo) concentra la mayor actividad comercial de la isla y entre cafés, restaurantes, comercios con encanto o librerías encontrarás alojamientos de sobra. Pero eso sí, si quieres vistas al puerto tu hotel es el Ty Mad, un bonito y cuidado 3* ubicado en pleno Port Tudy. El lugar perfecto para la primera actividad que te vamos a recomendar en Groix: alquilar una bicicleta.
Si sabes montar en bici, ni lo dudes. Anímate y coge una durante al menos todo un día. En Port Tudy encontrarás diferentes empresas de alquiler de bicicletas, también las hay que alquilan coches, pero que no te preocupe tu forma física porque la isla es prácticamente llana y siempre tienes la opción de escoger una bicicleta eléctrica, que supone una gran ayuda. La isla no tiene apenas tráfico y está preparada para quienes quieran recorrerla en bicicleta. Cuenta con diversos itinerarios debidamente señalizados en cada cruce de caminos y el mapa oficial de la isla te será de gran ayuda para llegar a todos los rincones que te propongas. Ya sean faros, playas, puertos o acantilados.
Una vez al manillar de tu bici se te abre por delante una gran variedad de carreteras apenas transitadas y un buen número de caminos de tierra por los que pedalear tranquilamente. Uniendo ambas posibilidades podrás pasar por puertos como Port Lay, que tuvo y retuvo una importante actividad conservera, o Port Saint Nicolas, cuyas aguas cristalinas reciben pequeñas embarcaciones de recreo al final de un valle. En el otro extremo, donde el nivel de la isla baja hasta el mar, es donde encontrarás sus playas. La mayor y más espectacular es la de Grands Sables, de arena blanca impoluta, bañada por aguas turquesas y que presume de ser la única playa convexa de toda Europa, pero tampoco deberías pasar por alto la de Sables Rouges, más pequeña y familiar con su arena de tonalidades rojas.
Pedaleando un poco más podrás unir los dos principales faros de la isla, el de Pen Men, al noroeste y asomado a los acantilados en la zona más salvaje de la isla, y el de La Pointe des Chats, al sureste y junto a una enorme meseta rocosa con brillos plateados que llega al mar. Tan bonitos los dos que parecen rivalizar por alzarse como el punto más fotogénico de la isla. Entre uno y otro no harás más que dejar pequeñas casas de colores, cuidadas con mimo y en la que no falta ni un detalle, que te harán acordarte de ese mes de vacaciones que te sugerimos al principio, y que seguro ya te estás planteando.
Una de las sensaciones que transmite Groix nada más desembarcar es que en Groix todo es de Groix, y sorprende que una isla tan pequeña dé para tanto. Pequeñas empresas locales dan trabajo a multitud de familias de la isla y los mismos productos que ves elaborar a tu paso, como conservas, pescados ahumados o caramelos, son los que después te encuentras sobre la mesa cuando te sientas a degustar su exquisita gastronomía, fundamentalmente sacada del mar. Ya sean ostras, mejillones, pulpo, mariscos, sepia o una amplia variedad de pescados preparados de diversas formas, si te gusta comer, en Groix vas a disfrutar de lo lindo. Siempre, cómo no, asumiendo que, como en toda Bretaña, la mantequilla te acompañará desde el desayuno hasta la cena. Por lo que siempre hay que dejar un hueco para disfrutar de algún dulce a media tarde, como el tradicional kouign amann bretón. Para almorzar y cenar lo mejor es siempre probar diferentes restaurantes, desde las plácidas terracitas que verás en Port Tudy, como la del Pub de la Jetée, hasta el siempre ambientado restaurante de Les Garçons du Port.
Para descubrir la gastronomía de Groix no hay mejor plan que conocer y visitar algunos de esos pequeños productores que dan forma a los sabores de la isla. En Port Tudy, junto al muelle, tienes dos paradas altamente recomendables estrechamente relacionadas con el mar. Por un lado, Groix & Nature es una pequeña conservera que extrae del mar productos tan originales y poco esperados como puede ser su aceite de langosta o los patés de algas, sardinas o caballa. “Una de nuestras especialidades es la langosta, pero si buscas algo diferente uno de nuestros productos más originales es el pâté marin en el que combinamos atún y cerdo a partes iguales, algo inusual y sorprendente”, explica Emmanuelle Bernard, responsable de la tienda de Groix & Nature.
No muy lejos se encuentran las instalaciones de Fumaisons de Groix, un taller de ahumados que lleva en marcha desde 2017 y que uno de sus propietarios, Maxime, lleva a medias con el restaurante Bistro Bao de Le Bourg. “Aquí trabajamos con unas 15 especies de pescado que nos suministran directamente cinco pescadores locales, entre los que además se encuentran productos diferentes como el pulpo o los mejillones”, indica el propio Maxime mientras muestra los escasos metros que separan el muelle de amarre de la puerta de su factoría. “Ahumamos con poca sal y el menos humo posible para conservar el gusto de cada pescado. En 10 horas como máximo, dependiendo de la especie, conseguimos productos llenos de sabor”. Algo con lo que estarás completamente de acuerdo en cuanto pruebes sus ahumados en los diferentes restaurantes de la isla.
Y para poner un toque dulce, en el centro de Le Bourg, junto a la iglesia de Saint-Tudy y muy cerca de la tienda de GX590, la singular firma de ropa de la isla, no deberías pasar por alto la boutique de Les Caramels de Groix. Aquí y desde 2010, Sébastien Autret siguió los pasos de su abuelo y tuvo en cuenta las palabras de su abuela: “Mi abuela se preguntaba por qué los caramelos de ahora tenían que ser duros, los procesos industriales habían acabado con los caramelos de siempre, por lo que tuve claro que mis caramelos serían caramelos blandos”, explica Sébastien. A sus espaldas, una máquina centenaria envuelve uno por sus caramelos, y frente a él infinidad de bolsitas y de tarros guardan una amplia variedad de caramelos en los que se combina nata, mantequilla y azúcar para crear una deliciosa base a la que se añaden mil y una opciones, como pistacho, regaliz, turrón, chocolate o café.
A Groix puedes llegar desde Lorient, que está a un par de horas en coche desde Nantes. Y a Nantes en avión, pues tiene diferentes vuelos directos con España. Desde el puerto de Lorient podrás tomar diversas embarcaciones que te lleven hasta Port Tudy, dependiendo de lo que busques. Por un lado, tienes el ferry regular de Compagnie Océane con varios horarios al día y que por 34 € te lleva y te trae, y que incluso permite llevar tu vehículo. Y por otro, embarcaciones más pequeñas que ofrecen servicios más variados, como los del barco Key Largo, que por ejemplo, además de ir y venir, también permite circunnavegar la isla o navegar para presenciar la puesta de sol.
Como ves, llegar a Groix es fácil, y aunque también lo sea comprar un billete de regreso al continente, lo difícil es subirse en ese barco que te saca de una de las islas más tranquilas, coquetas, acogedoras, sabrosas y relajantes en las que hayas estado jamás, porque como dice el proverbio, “Quien ve Groix, ve su felicidad”.
Seis razones para viajar a Bretaña en cuanto sea posible
Bretaña gastronómica: un viaje de sabores, mercados y festivales