Málaga es mucho más que playa, pescaíto frito y buen tiempo. Es una de las ciudades más visitadas de España y su centro urbano se está convirtiendo en algo parecido a un parque de atracciones; calles plagadas de restaurantes de cadenas de comida rápida con supuestas “ofertas” para turistas, tiendas de souvenirs, apartamentos de alquiler por días, hoteles y pérdida progresiva de la autenticidad de la ciudad andaluza. Este fenómeno, conocido como turistificación, desplaza a los habitantes de los centros urbanos o zonas de playa para sustituirlos por turistas y visitantes, en ocasiones, sin respetar el patrimonio cultural y modificando normativas relativas al horario de cierre de los establecimientos u ocupación de la vía pública.
Sin embargo, existe otra Málaga, una Málaga que resiste a estos fenómenos, que se reinventa continuamente y que brilla por su ingenio y creatividad.
La Invisible
No se puede hablar de la Málaga alternativa sin citar a La Casa Invisible, centro social y cultural de gestión ciudadana que, justamente este año, cumple una década. Se ha convertido en un referente en el modelo de gestión colaborativa basada en comisiones y asambleas quincenales. Asimismo, es un espacio donde se reflexiona, entre otros temas, acerca de la cultura libre, feminismos, cooperativismo, derecho a la ciudad y migraciones. Han acogido charlas de figuras tan importantes como la escritora feminista Silvia Federici, el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja- Villel, el filósofo Michael Hardt o Ada Colau.
El edificio adonde acuden “las invisibles” es un palacio de 1876 propiedad del Ayuntamiento ubicado en pleno centro, una zona que, como hemos dicho, está sufriendo la destrucción del patrimonio heredado y del tejido social existente. El Consistorio prometió la cesión del espacio, pero de momento aún no se ha hecho efectivo. Resulta indispensable acercarse a La Invisible para respirar la potencia de la cooperación.
El caminito
Espacio comunitario de propiedad municipal gestionado por la asociación El Caminito mediante un proceso asambleario. El objetivo es sensibilizar a la población sobre el medioambiente, tratando y reflexionando acerca de temas como la soberanía alimentaria y energética, la permacultura, la rehabilitación y uso público de espacios urbanos abandonados, la gestión ciudadana de lo público y el desarrollo comunitario, el fomento de la cultura compartida, etc. Organizan cuentacuentos, visitas de colegios, talleres de creatividad artística y otros eventos vecinales.
Barrio de El Palo
Se trata de un barrio castizo malagueño que aún conserva la estructura en primera línea de playa de casa de autoconstrucción de pescadores. Se respira ambiente autóctono y se nota la influencia del mar Mediterráneo en el carácter de sus habitantes, los cuales se sienten “del barrio” y para ir al centro, emplean la expresión “bajar a Málaga”. En el paseo marítimo, junto a las casitas de marineros, encontramos restaurantes donde saborear el auténtico pescaíto frito a un módico precio.
El Pimpi Florida es una tasca ubicada en Las Cuatro Esquinas de El Palo en la que se escucha copla y se come marisco bueno y barato. Su lema es “la taberna donde todo el mundo cabe” y lo llevan a la práctica: decenas de personas se amontonan alrededor de la barra, en sus escasos 30 m² parece que siempre hay hueco para un grupo más, contribuyendo a ese microcosmos improvisado que se crea cada noche en el que se canta, se baila, se come y se conoce a gente. Como dijo Jesús López, antiguo dueño del local, “El Pimpi Florida es un sitio incómodo donde todas las noches se produce el milagro”.
El barrio de El Palo se encuentra a 8 kilómetros del centro histórico de la ciudad, pero se puede llegar en autobús. Una posibilidad es coger este transporte en el centro, en la Alameda, y bajarse en los Baños del Carmen. Desde allí y siguiendo la línea de costa, llegamos a El Palo en un agradable paseo de media hora, atravesando el barrio de Pedregalejo. Los Baños del Carmen es un antiguo balneario que fue inaugurado en 1918. Dos años más tarde, en 1920, se construyó un embarcadero y una pantalla para proyectar películas. Continuaron las obras y añadieron un restaurante, una pista de tenis, una de fútbol y una pista de baile de 2000 m². Actualmente se encuentra en estado de semi abandono y tiene un restaurante con precios bastante elevados.
Lagunillas
En la década de los 90, el barrio de Lagunillas fue objeto de un plan urbanístico que pretendía derribar las casas bajas y construir una zona moderna y turística. El proyecto fracasó y como consecuencia proliferaron multitud de solares y casas abandonadas.
Esta situación ha sido resuelta por el ingenio y la autoorganización de las propias vecinas y vecinos. La asociación Fantasía en Lagunillas trabaja con los más jóvenes a través del arte callejero. De sus acciones, junto con las de otros vecinos, nació la Plaza Esperanza y la calle Pinillos, cubiertas de grafitis realizados por sus habitantes que han traducido su protesta en colores. El Futuro está muy Grease es otra asociación que se centra en la lucha por las reivindicaciones del barrio trabajando colectivamente y mediante actividades socioculturales. Esta semana, por ejemplo, ha organizado un ciclo de cine llamado “Lagunillas se defiende”.
A pesar del proceso de gentrificación que está sufriendo la zona, todavía quedan establecimiento auténticos en Lagunillas, como el Chupa y Tira, una antigua tienda de ultramarinos en la que en la trastienda se pueden degustar productos malagueños tradicionales de charcutería, vino y cerveza. Un sitio curioso que bien merece una visita.
Por último, cabe destacar las actividades realizadas por La Caverna de Amores , un lugar de creación, exhibición, aprendizaje y grabación donde conviven diferentes colectivos del mundo de las artes escénicas y de la música. Cuentan con un estudio de grabación, realizan cursos de formación de fotografía, danza, movimiento… y organizan exposiciones.