Ruta gastronómica por el Pirineo de Huesca: los favoritos de una vecina de la zona para comer rico

Jara B. Gavín

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Entre el imaginario típico de carne a la brasa o migas aragonesas y la cocina de vanguardia omnipresente en los restaurantes urbanos más reconocidos del país, en el Pirineo oscense se ha abierto un valle en el que estos dos ríos culinarios confluyen de manera equilibrada y, muchas veces, magistral.

Sin apartarse del producto de cercanía y el concepto kilómetro cero, cada vez son más las opciones gastronómicas que surgen en pequeñas poblaciones que, en ocasiones, no superan el centenar de habitantes.

En este artículo te traemos seis restaurantes del Pirineo de Huesca en los que comer se convierte en toda una experiencia que permite al visitante empaparse de tradición, vanguardia y talento pirenaico a partes iguales.

Casa Chongastán, en Chía

En este pequeño pueblo ribagorzano, ubicado a los pies de la Sierra de Chía y muy cerca de la linde con la comarca de Sobrarbe, viven apenas 90 habitantes.

Casa Chongastán es un proyecto familiar en el que el amor por la cocina y el respeto por el producto se ha transmitido, de generación en generación, en esta familia de origen ganadero. La mayoría de las carnes de su carta son de ganadería propia y extensiva, y las verduras que completan cada plato crecen a más de 1000 metros de altura en el huerto familiar.

El carpaccio de manitas de cerdo con aceite trufado y pistachos, las alcachofas frescas confitadas con crema de bacon y jamón ibérico o cualquiera de las carnes propias a la brasa son tres opciones para no fallar.

Bistró Kanguro Truchero, en el Valle de Pineta

Una pequeña casita de piedra a los pies del embalse de Pineta y bajo las faldas del macizo de Monte Perdido, con una colorida terraza exterior y un interior en el que, al igual que en su carta, se mezclan la tradición de la piedra vista con algunos elementos decorativos de pura vanguardia y otros con personalidad propia.

Así es la propuesta culinaria del Kanguro Truchero; aparentemente sencilla pero perfectamente equilibrada con decenas de matices exóticos que se van descubriendo a cada bocado.

Recomendamos, con los ojos cerrados, probar el cous-cous aragonés, la ternera thai y los totopos caseros.

El Balcón del Pirineo, en Buesa

Su nombre nos da una pista de lo que encontraremos al llegar a este restaurante, ubicado en la pequeña localidad de Buesa, que escasamente sobrepasa los cuarenta habitantes.

Frente a unas vistas hipnóticas del valle de Broto, su propuesta culinaria se compone de una carne a la brasa de origen local certificado, a la que únicamente acompañan los entrantes de cercanía y postres caseros. Y es que no hace falta más.

Cualquiera de sus piezas de tiernísima y sabrosa ternera pirenaica, los pimientos de Lodosa asados a la brasa y uno de sus postres de inspiración francesa bastan para salir de El Balcón del Pirineo con la sensación de haber disfrutado de una increíble experiencia culinarias.

La Pipeta Restaurante, en Parzán

La Pipeta Restaurante ofrece una ecléctica carta con más de treinta referencias entre las que podemos decir, sin temor a equivocarnos, que cualquier foodie que se precie encontrará un plato del que enamorarse y que le haga regresar a La Pipeta una y otra vez.

Una selección excelente y muy cuidada del producto, y una buena dosis de creatividad convierten cada una de sus propuestas en un viaje sensorial entre la cocina tradicional y una infinidad de matices exóticos.

El canelón de pato de pasta waka, salsa de foie grass y trufa reducida al Málaga Virgen, las almejas salteadas al jengibre y cilantro, cualquiera de sus ceviches o incluso una aparentemente sencilla hamburguesa de pollo que, sin embargo, se colará en el podio de cualquier amante de las hamburguesas son casi de prueba obligada.

Obligatorio también guardar un sitio para su coulant de chocolate casero, de textura y sabor simplemente perfectos.

Hotel Gastronómico Casa Anita, en San Juan de Plan

Ubicado en la Bal de Chistau, el salvaje valle que reposa a los pies del macizo del Posets, el restaurante del Hotel Casa Anita es el lugar perfecto para hacerle un regalo al alma y dejarse agasajar tanto por los equilibrados sabores de su carta como por la extraordinaria atención de su personal de sala y cocina. También por las vistas de su preciosa terraza.

Esta propuesta familiar, basada en los ingredientes que, cada temporada, ofrece la naturaleza del Valle, es un paseo por los productos más representativos de la zona a los que sus chefs, Jesús y María, aplican la dosis precisa de saber hacer y delicadeza para componer una cocina pirenaica de autor.

Algunos imprescindibles son el steak tartar de ternera de Chistau Natural, las acelgas de la huerta –propia y ecológica– en dos cocciones o la paletilla de cordero del Valle asada y deshuesada.

Vidocq, en Formigal

El lugar perfecto para darse un homenaje en forma de menú degustación que cambia con las estaciones y que combina, a la perfección, los sabores tradicionales con aquellos más representativos de la cocina asiática.

La experiencia –que siempre hay que reservar con antelación– se completa con un ambiente muy cálido en el que la atención de los propietarios es el otro motivo que, como ellos mismos explican muy bien en su página web, conseguirán que salgas del Vidocq con una sonrisa en la cara.

Este paseo por los rincones más representativos del territorio (el comprendido en el Valle de Tena y sus alrededores) termina de cobrar sentido con la cuidada selección de vinos provenientes de pequeños productores de la zona, que encuentran en Vidocq un lugar en el que seguir conectados con los mejores productos de la tierra.