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Para muchos viajeros que visitan Nueva Zelanda el fiordo de Milford Sound es el principal motivo que les impulsa a llegar hasta allí. Es una zona remota, de naturaleza salvaje. Una profunda brecha entre montañas erosionadas por un hielo pasado, un fenómeno natural en el que piedra y agua se unen para crear el que sin duda es uno de los paisajes más hermosos del mundo.
Para llegar hasta allí hay que cruzar valles, rodear montañas, bordear lagos y atravesar túneles, y cuando pensamos que ya no puede haber nada más bonito que el propio camino que nos lleva hasta allí, entonces ante nuestros ojos aparece lo que los maoríes llamaron Piopiotahi, o lo que es lo mismo, el fiordo de Milford Sound.
Milford Sound se encuentra en el Parque Nacional de Fiordland, dentro de Te Wahipounamu, un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2007. Con sus más de 12.600 km² es el mayor de los 13 parques nacionales que hay en el país y se ubica en el extremo suroeste de la Isla Sur de Nueva Zelanda. En una pasada época glaciar se formaron sus numerosos fiordos, hoy algunos de los 15 que llegamos a contar alcanzan los 40 kilómetros de largo y la mayoría ronda los 200 y 300 metros de profundidad, y aunque los fiordos de Doubtful Sound y Dusky Sound también tienen merecida su fama, sin duda el de Milford Sound es el más popular entre los que viajan a Nueva Zelanda.
Milford Sound es el único fiordo al que se puede acceder por carretera, una ruta que atraviesa varios paisajes montañosos antes de llegar al Homer Tunnel, un paso subterráneo que nos lleva de los bosques húmedos a la amplitud del valle. Una carretera que conecta con un lugar remoto que puede verse cortada por la nieve en invierno, dejando el fiordo inaccesible e incomunicado. Milford Sound ya era conocido por los maoríes hace más de mil años, lo llamaron Piopiotahi en referencia al pájaro que, según la leyenda, voló aquí cuando Maui murió al tratar de ganar la inmortalidad para la humanidad. El primer europeo no lo conoció hasta 1823 y el túnel se construyó entre 1935 y 1954, momento a partir del cual el fiordo comenzó a crecer en popularidad.
Milford Sound alcanza los 16 kilómetros de longitud antes de acabar en el mar de Tasmania y en algunos puntos sus paredes se elevan hasta los 400 metros de altura. El agua que corre por las montañas se precipita en él en forma de cascadas y aunque su número depende de las lluvias siempre hay dos permanentes: Lady Bowen Falls, de 162 metros de altura, y Stirling Falls.
Como buen fiordo, la mejor manera de conocer Milford Sound es desde el agua y todo el que llega hasta aquí no quiere dejar pasar la oportunidad de disfrutarlo desde uno de los cruceros que lo recorren cada día. La oferta es variada y puedes elegir desde pequeños paseos de hora y media hasta jornadas en las que pasar la noche a bordo. Gracias a estos cruceros y a las explicaciones de sus guías podrás saber más sobre la formación del fiordo, su fauna y lo que esconden sus aguas. Conocerás sus cascadas y hasta te mojarás bajo ellas cuando el barco acerque su proa para contemplar el arcoíris que se forma en su agua pulverizada.
A nuestro paso vamos a poder descubrir a los pobladores del fiordo. No es difícil encontrar focas descansando sobre las rocas o delfines emergiendo de las oscuras aguas del fiordo, tanto nariz de botella como de Fitzroy, y si la suerte está de nuestro lado también es posible toparse con alguna ballena, aunque rara vez penetran en el fiordo. También es común encontrar pingüinos en nuestra visita, tanto pingüinos azules como de Fiordland, así como otras aves nativas de Nueva Zelanda.
Sí, para disfrutar Milford Sound en su plenitud es altamente recomendable realizar alguno de sus cruceros, pero también puedes aprovechar para realizar otras actividades. Si te gusta el senderismo hay un buen número de caminos que te permiten ver el fiordo desde diferentes perspectivas, y si quieres sentirte diminuto en medio de la inmensidad no tienes más que surcar sus aguas en kayak. Para experimentar una inmersión total en la naturaleza los que estén en buena forma tienen a su disposición el Milford Track, una ruta de 53 km y 4 o 5 días que atraviesa las montañas durmiendo en diferentes refugios. Una caminata que asegura los más espectaculares paisajes del país neozelandés.
Si no, también puedes bucear, recorrerlo en helicóptero o en avioneta, o incluso sumergirte en sus aguas sin mojarte gracias al observatorio submarino de Harrison Cove, donde bajas hasta los 10 metros de profundidad y ves la vida marina pasar ante ti. Muchas de estas actividades las podrás contratar allí sobre la marcha, pero para evitar sorpresas es más que recomendable reservarlas con antelación, sobre todo en temporada alta. Para ello te será de gran ayuda echar un ojo a la página oficial de Milford Sound, donde puedes ampliar información e ir organizando tu viaje. Porque aunque Nueva Zelanda parezca un destino lejano, cada centímetro de su apasionante geografía justificará un viaje hasta las antípodas de España.
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