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El Monasterio de Sijena, el cenobio femenino que se convirtió en uno de los centros más ricos y bellos de Aragón

Monasterio Santa Maria de Sijena

Raquel Sáez

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El Monasterio de Sijena ha protagonizado una disputa histórica entre Aragón y Catalunya por la recuperación de piezas de gran valor artístico y patrimonial atesoradas en el descomunal cenobio, que se convirtió en uno de los centros más ricos y bellos de la Corona de Aragón gracias a los importantes donativos que recibió.

Toda la pelea ha girado en torno a la propiedad de las pinturas murales de la Sala Capitular del monasterio, consideradas una de las joyas del arte medieval hispánico. Estas permanecen en el Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC), pero quizás por poco tiempo tras la sentencia del Tribunal Supremo, que ratifica la propiedad aragonesa que fijó en su día Audiencia de Huesca. 

El foco se ha puesto históricamente en las pinturas. Ambas comunidades han reclamado su derecho a mimar esta joya pictórica del medievo, que presenta una iconografía que alterna escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. Aragón argumentaba que pertenecían al Monasterio de Sijena antes de que se produjera el incendio y la posterior venta no autorizada; y Catalunya reivindica la labor de reconstrucción que hizo en su día. Ahora, alega elevado riesgo en su traslado.

En esta disputa, pocos han reparado en el Monasterio de Sijena y en su valor histórico, porque se trata de un enorme cenobio que llegó a ser uno de los centros más ricos y bellos de Aragón, por el que se paseaba la nobleza y numerosos miembros de la corona aragonesa. 

Un refugio y un lugar de enterramiento de la monarquía 

El Real Monasterio de Santa María de Sijena fue fundado en 1188 por deseo de la reina Doña Sancha de Castilla, esposa del monarca aragonés Alfonso II el Casto. Ella imaginó y dispuso que, en un espacio desértico, se iba a levantar solemne y descomunal cenobio femenino que se convirtió en uno de los centros más ricos y bellos de la corona gracias a los importantes donativos que recibió.

Sijena ha estado estrechamente vinculado a la monarquía. De hecho, acogió a reinas y princesas, así como hijas de familias nobles del reino y la corona de Aragón, explican desde el consistorio. 

No solamente era un lugar de estancia y esparcimiento, sino que se convirtió en panteón real. Ahí descansan la reina doña Sancha y Pedro II, único monarca de la corona enterrado en Aragón. La monarquía exprimió al máximo la instalación: sirvió de depósito de una parte del tesoro real y acogió el archivo monástico entre los siglos XIII y XIV.

Los muros del monasterio albergan mucha historia y joyas artísticas, más allá de las pinturas de la Sala Capitular. Los especialistas también destacan la portada románica con catorce arquivoltas de medio punto, otro de los atractivos de este histórico cenobio. 

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