Si te hablamos del té de Sri Lanka igual no te suena mucho, pero si te hablamos del té de Ceilán seguro que sí, aunque en realidad se trate del mismo té. Hace mucho ya que Ceilán dejó de llamarse Ceilán, aunque se independizó de los colonizadores británicos en 1948 no cambió su nombre a Sri Lanka hasta 1972, y su té ya quedó con el nombre de té de Ceilán como marca registrada para siempre.
Más allá del triángulo cultural de Sri Lanka, donde se incluye Anuradhapura, Polonnaruwa y Sigiriya, o de sus increíbles Parques Nacionales, un viaje por las montañas de la que se conoce como “la lágrima de India” te dará a conocer los secretos de sus plantaciones de té, parte del legado de sus antiguos colonizadores y algunos de los paisajes más espectaculares del país. Ciudades como Nuwara Eliya y Ella te mostrarán historia y naturaleza a partes iguales, y todo mientras recorres la zona alta del país al son del traqueteo de su más auténtico modo de transporte: el tren.
Uno de los viajes en tren más bonitos del mundo
Sin ningún lugar a dudas, la manera más genuina de moverse por Sri Lanka es en tren. Es cierto que los autobuses llegan hasta todos los rincones de la isla, pero nada es comparable al vaivén que transmiten las viejas vías de su red ferroviaria, a los paisajes que disfrutarás desde sus ventanillas y al ambiente que vivirás en sus vagones, donde probarás algún que otro bocado popular de mano de los vendedores ambulantes que suben y bajan en cada una de las constantes paradas.
Pero hay un trayecto, el que une las ciudades de Kandy, Nuwara Eliya y Ella, que puede ser considerado además uno de los viajes en tren más bonitos del mundo. Un tramo en el que tu imagen del país cambiará por completo, en el que dejarás atrás el calor sofocante de las partes bajas de la isla para ascender hasta los casi 2.000 metros de altitud, serpenteando por montañas que se cubren de niebla y plantaciones de té, donde las temperaturas descienden drásticamente. Un tren en el que querrás asomarte por sus puertas y ventanas para conseguir la foto perfecta en uno de los paisajes más espectaculares de tu viaje.
De Kandy a Nuwara Eliya tienes tres horas y media de trayecto (técnicamente el tren llega a Nanu Oya, y desde allí has de coger otro transporte hasta Nuwara Eliya), y de Nuwara Eliya a Ella dos horas y media más, pero lo más recomendable es pasar al menos un día en Nuwara Eliya para adentrarte por tu propio pie en alguna de sus infinitas plantaciones de té.
Nuwara Eliya y Ella, dos ciudades ancladas en las alturas
Cuando los británicos llegaron a la zona de Nuwara Eliya a principios del siglo XIX encontraron un clima muy similar al de Inglaterra, además de una excelente zona de caza, y así comenzó su asentamiento. Hoy es una pequeña ciudad anclada a unos 1.900 metros de altitud con un legado colonial que aún se mantiene en pie con varios edificios. Te será fácil distinguirlos, su antigua oficina de correos es quizá su elemento más representativo, pero tampoco deberías perderte su Grand Hotel, la iglesia de St. Xavier o el Hill Club, con una arquitectura que te transportarán casi dos siglos atrás.
Ella, por su lado, es un destino con un importante atractivo natural. Se encuentra a unos 1.000 metros de altitud rodeada de vegetación, bosques y plantaciones de té, y es un buen lugar si quieres hacer algún que otro trekking que te adentre en la naturaleza. Puedes subir a Ella Rock para disfrutar de sus vistas desde las alturas, al Little Adam's Peak o a las Ella's Falls para ver su salto de agua. Y además, si tienes tiempo, no deberías perderte el Nine Arch Bridge, un puente de nueve arcos con el que el tren salva desniveles entre montañas.
Visitando el origen de uno de los mejores tés del mundo
Te guste o no el té, o simplemente seas más de café, históricamente el té de Ceilán ha sido reconocido como uno de los mejores del mundo, y eso ya es motivo suficiente para despertar tu inquietud viajera y dedicar unas horas a conocer su origen de primera mano. El mejor punto de partida para hacerlo es Nuwara Eliya, desde allí podrás visitar alguna que otra plantación de té e incluso alguna factoría para conocer cómo es el proceso de principio a fin.
Mackwoods siempre ha sido una de las fábricas más míticas que se pueden visitar desde Nuwara Eliya, está situada a unos 12 km de la ciudad y es fácilmente accesible en autobús de línea. Fue fundada en 1841 por el capitán británico William Mackwood y desde entonces ha estado exportando té al mundo. Recientemente cambió de dueño y de nombre, y ahora deberás preguntar por la fábrica de Damro Labookellie Tea.
Una vez allí podrás hacer una visita guiada gratuita que te llevará a conocer las plantas de té, su recolección, su selección, su secado y todo su proceso de transformación hasta que ya, debidamente empaquetado, se envía a sus destinos en forma de té negro, té blanco, té verde o alguna que otra variedad. La visita incluye además la degustación de una taza de té de tu elección, para que después puedas compensar (si quieres) toda esa gratuidad pasando por su tienda, donde evidentemente tendrás que pagar un precio más elevado que en cualquier comercio local.
Las mujeres recolectoras, la otra cara del té
Ya desde el tren, en cuanto comiences a recorrer los trayectos que separan Kandy, Nuwara Eliya y Ella, verás cómo las verdes plantaciones de té se salpican con los colores de las recolectoras, las mujeres encargadas de escoger y seleccionar a mano las mejores hojas de las miles de plantas que forman los campos.
Ellas son la imagen más extendida de las montañas de Sri Lanka, mujeres que con sacos y cestas a la espalda sujetas a su cabeza se encargan de recoger prácticamente la totalidad del té que después llega a las fábricas. Ellas son la columna vertebral de una economía desigual, liderada por hombres que ejercen un papel de control, y que levanta críticas por el nivel de dependencia que genera ante los dueños de las plantaciones.
Si te adentras en las plantaciones podrás conocerlas, ver la dureza de su trabajo y las condiciones precarias de sus viviendas, habitualmente ubicadas junto a sus campos de trabajo. Podrás interactuar con ellas, siempre bajo la atenta mirada de un jefe que no te quitará ojo para que no les robes ni un minuto más de lo debido, y siempre con la consciencia y el respeto que merece valorar su trabajo.