El pintoresco enclave asturiano al que se accede atravesando una cueva

Cuevona de Cuevas del Agua, Asturias

Elena Segura

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Una aldea asturiana a la que se accede a través de una cueva de 300 metros de largo llena de estalactitas y estalagmitas y con conexión directa al mar Cantábrico. La cueva, conocida popularmente como Cuevona por el sufijo utilizado en Asturias para hablar de aquello que es grande, da acceso a Cuevas del Agua o Cueves en asturiano, una pequeña localidad de apenas medio centenar de habitantes ubicada en la zona de Ribadesella.

El pueblo se encuentra cerca de las orillas del río Sella y sigue conservando tradiciones rurales debido al aislamiento en el que se ha mantenido a lo largo de su historia al estar tras una cueva. Este carácter secreto también fue de ayuda en determinados momentos históricos, como en el caso de los combatientes que la usaron para resguardarse durante meses en la Guerra Civil.

Con el paso del tiempo se comenzó a mejorar el piso y, finalmente, teniendo en cuenta la importante anchura de la cavidad, se asfaltó para facilitar la circulación de los vecinos de Cueves. Es una de las pocas cuevas del mundo que se pueden atravesar en coche. El misterio acompaña al viajero tanto en el acceso al pueblo como a la aldea en sí.

El sonido de las olas

Además de atravesarla con un vehículo, también se puede hacer andando tras dejar el coche en uno de los dos aparcamientos habilitados cerca de la cueva para después dar una vuelta por la aldea. La cavidad es, realmente, un túnel de piedra ancho y húmedo, donde se escucha el fluir del arroyo del Sella que la excavó en la base de la montaña durante miles de años.

Durante la marea baja, el agua salada del océano se adentra en la cueva y se puede escuchar cómo el sonido de las olas se mezcla con el eco subterráneo.

Iluminada por tramos, buena parte de la Cuevona conserva su estructura original de formación calcárea con estalactitas, estalagmitas y coladas que los locales no tardaron en bautizar como 'las barbas de Santiago' o 'la lengua del diablo' debido a su parecido con estas formas o, directamente, basándose en leyendas populares. Se han encontrado numerosas pruebas de asentamientos prehistóricos en su interior.

Musgos, ranas, helechos y murciélagos

Debido a la humedad de la cavidad se pueden encontrar también 'habitantes' animales, tanto terrestres como acuáticos como musgos, helechos y hongos, además de salamandras, ranas e, incluso, fauna cavernícola, como son los murciélagos, cada vez menos presentes.

Cuando la Cuevona no estaba iluminada y los habitantes del pueblo tenían que pasar por allí con el ganado debían llevar un palo para guiarse en la oscuridad o ir cogidos de la cola de los animales que actuaban como guías para poder llegar al otro lado.

A pesar de que se puede recorrer a pie cómodamente, incluso con niños, se recomienda precaución con los vehículos. No hay que perder de vista que es en una cueva, pese a la anchura de la mayor parte del recorrido.

Después de atravesar la Cuevona llegamos al pueblo de Cuevas del Agua, que cuenta con una orografía maravillosa al estar situado a orillas del río Sella y al pie de la montaña.

Esta aldea perdida conserva como pocos sitios la identidad del mundo rural asturiano. Aunque hay algún coche debido al turismo, la aldea mantiene su encanto y su población se dedica en su mayoría a labores agrícolas y ganaderas. Aunque apenas hay niños, en verano la aldea gana en vitalidad.

La tranquilidad de este pueblo asturiano es prácticamente la misma que existía siglos atrás: las personas conviven con caballos, vacas y gallinas entre sus calles empedradas.

Hórreos y paneras

Cuevas del Agua cuenta con hasta cinco hórreos y, junto con las cercanas poblaciones de Tresmonte y Xuncu, ofrece numerosos elementos etnográficos.

Esta arquitectura tradicional está protegida, por lo que sus dueños están obligados a mantenerla en buen estado en la medida de sus posibilidades, aunque cuentan con subvenciones para sus restauraciones. Tanto los hórreos como las paneras -estas con seis pegollos o pies- tenían una función clave como almacén de las cosechas para preservarlos de la humedad y de los animales.

Las viviendas tradicionales, los hórreos y la ermita de Santiago son los atractivos de esta pequeña localidad de la parroquia de Junco. La ermita se ubica poco antes del apeadero del tren y está dedicada a Santiago, que también da nombre a una de las formaciones rocosas de la Cuevona.

Ruta de los Molinos

Asimismo, la zona ofrece una gran variedad de rutas para disfrutar de los alrededores de la localidad, como la Ruta de los Molinos, que tiene una duración de tres horas y una distancia de casi ocho kilómetros entre la extensa vegetación local. La senda parte del propio pueblo y resulta muy interesante porque permite asistir in situ a una demostración de cómo funcionaban estas maquinarias hidráulicas de otra época.

Este trayecto es muy fácil y divertido para los más pequeños, sobre todo si durante el camino pasa el tren. En la parte izquierda se encuentra un sendero improvisado que conduce hasta un puente colgante bajo el cual discurre el río Sella.

Un poco más adelante, se encuentra la Finca Piedramala, una asociación sin ánimo de lucro, donde se puede aprender sobre el gochu asturcelta, una raza autóctona de cerdos asturianos. Después de dejar atrás el río, se pasa debajo de un túnel de la línea del FEVE (Ferrocarriles Españoles de Vía Estrecha) y también hay que atravesar al Caserío de Santiago: se abre una portilla, se cierra y, después, a continuar el camino.

Tras ello, no queda más que internarse en un bosque frondoso repleto de abedules, castaños y acebos, con el musgo cubriendo las rocas y los troncos de los árboles. Un lugar casi mágico, donde en cualquier momento puede aparecer un 'trasgu', un duende propio de la mitología clásica del norte de España. Una vez vistos los seis molinos se puede llegar hasta Tresmonte, descansar un poco y volver por el mismo camino.

A cinco kilómetros de Ribadesella

Además, a tan solo cinco kilómetros de Cuevas del Agua se encuentra el centro de Ribadesella. Este pueblo se caracteriza por encontrarse en la desembocadura del río, formando una preciosa playa, Santa Marina. También se puede visitar el Centro de Arte Rupestre Tito Bustillo y hacer una ruta por el casco antiguo de la ciudad, de una gran belleza arquitectónica.

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