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Pontevedra sorprende. Y aunque viajemos a las Rías Baixas en busca de mar, pueblecitos pesqueros, playas y paisajes verdes, sería un error no dedicar al menos un día para conocer esta capital de provincia de ambiente encantador.
Con un casco histórico peatonal, mayoritariamente llano, cuidado y repleto de plazas y zonas de descanso, Pontevedra es una ciudad hecha para caminar. Para pasear sin prisas, con tiempo para fijarnos en los edificios históricos que nos rodean, para cobijarnos en sus soportales y para sentarnos, cómo no, a disfrutar de la rica gastronomía local recién sacada del mar, la huerta y los montes.
Estamos ante uno de los centros históricos mejor conservados de toda Galicia, fruto del esplendor medieval que vivió la ciudad y declarado Conjunto Histórico Artístico desde 1951. Sus calles son las responsables de hacernos viajar en el tiempo, la piedra nos rodea y las plazas rebosan vida. Las iglesias salpican el itinerario y las majestuosas casas señoriales, con sus blasones incluidos, marcarán un alto en nuestro camino. Así que ponte un calzado cómodo, que nos vamos a pasear por el centro de la boa vila.
Atravesando calles y callejuelas podremos ir uniendo las principales plazas de Pontevedra, pequeñas o grandes explanadas donde se concentran algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Son tantas, que el mero hecho de ir de una a otra paseando ya nos permitirá recorrer gran parte de la zona monumental, así que conviene hacerlo sin prisas para poder fijarnos en cada rincón y cada detalle que encontraremos a nuestro paso.
Podemos comenzar nuestro itinerario en La Alameda y la Plaza de España, a las puertas del casco histórico y donde no debemos pasar por alto las ruinas de la iglesia de Santo Domingo, un templo dominico originario del siglo XIII del que se conservan los ábsides de la cabecera del siglo XIV y un muro lateral. Algunas de sus piezas hoy se exponen en el Museo de Pontevedra.
Ponemos rumbo hacia la Praza das Cinco Rúas. Un pequeño cruce de caminos, con cruceiro del siglo XVIII incluido, donde encontramos la casa en la que vivió Valle-Inclán. En las inmediaciones tenemos unas cuantas buenas opciones si es que llegamos aquí a la hora de comer. Después, y tras bajar hasta la Plaza de Celso García de la Riega, seguiremos hasta la Praza da Pedreira o de Mugartegui, pues está presidida por el pazo del mismo nombre construido entre los siglos XVII y XVIII por la familia Valladares. En él hoy en día se encuentra la sede del Consejo Regulador de la D.O. Rías Baixas.
A pocas calles encontramos tres plazas más, cada cual más coqueta. Son la Praza da Leña, Praza da Verdura y la Praza de Méndez Núñez. Grandes ventanales, soportales de piedra, balcones de hierro y arcos que comunican con otras calles nos esperan entre unas y otras. A continuación solo tendremos que callejear un poco hasta llegar a la Praza do Teucro. Es posiblemente la más señorial de la ciudad, rodeada por casas nobles de los siglos XVII y XVIII, y el imponente pazo del Marqués de Aranda y Guimarey.
Y para terminar, el plato fuerte antes de salir del casco histórico de Pontevedra lo encontraremos en el conjunto que forman la Praza da Estrella, la Praza da Ferraría y la Praza de Ourense. Uno de los lugares más bonitos de la ciudad gracias a los jardines de Casto Sampedro y a la iglesia de San Francisco. Tras disfrutar de su verdor, estamos a solo un paso de la más concurrida de todas las plazas de la ciudad: la Praza da Peregrina.
Además de sus pazos, sus plazas y sus calles, hay varios monumentos religiosos en los que merece la pena adentrarnos. El primero, y quizá más popular por su relación con el Camino de Santiago, es el santuario da Virxe da Peregrina. Data de 1778 y es un excelente ejemplo de las capillas gallegas con planta central, concretamente con forma de vieira, símbolo del peregrinaje a Compostela. La siguiente parada la tienes en la basílica de Santa María, también conocida como la de los pescadores. Mezcla estilos góticos y renacentistas, se puede subir a su campanario, desde donde obtenemos vistas de toda la ciudad, y visitar en él un pequeño museo.
Desde allí, si atravesamos el casco histórico de punta a punta, primero nos toparemos en nuestro camino con la capilla barroca del Nazareno, que pertenecía al convento de clausura de las hermanas Emparedadas. Es del siglo XIV, está en la calle Tetúan y podría pasar desapercibida si no fuera por la imagen de la Virgen tallada en piedra que sobresale en su fachada. Y en el otro extremo de la zona monumental podremos terminar nuestro itinerario en la iglesia de San Bartolomé, construida por los jesuitas entre los siglos XVII y XVIII. Su gran fachada se levanta con columnas, repisas y ventanas, y en su interior encontramos la patrona de Pontevedra: A Virxe da O. Tras todo este caminar, y si ha sido nuestra primera visita, seguro que estaremos de acuerdo en que, efectivamente, Pontevedra es una ciudad que sorprende.
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