Una ruta para conocer 10 de los pueblos blancos más bonitos de Andalucía

Roberto Ruiz

13 de abril de 2024 23:10 h

Los pueblos blancos de Cádiz y Málaga son los encargados de regalarnos algunas de las estampas más bonitas y fotogénicas de Andalucía. El inmaculado color de sus casas, tradicionalmente encaladas para combatir el calor, contrasta con el profundo verde de la naturaleza que los rodea en enclaves especialmente elegidos. Orgullosos representantes de la arquitectura popular andaluza que dominan el territorio desde cerros, laderas y tajos, los pueblos blancos salpican un terreno donde íberos, romanos, visigodos, árabes y cristianos han aportado su granito de arena.

Repartidos por las Sierras de Cádiz y la Serranía de Ronda, los pueblos blancos nos hablan de un pasado de defensa de fronteras, castillos y fortalezas en el que la presencia musulmana dio forma a trazados repletos de calles empinadas, estrechas y sinuosas, pasadizos y patios, en los que pasear hoy día bajo balcones rebosantes de flores se convierte en un pequeño lujo.

Hay mucho que ver entre municipios como Atajate, Olvera, Setenil de las Bodegas, Benaoján, Gaucín, Arcos de la Frontera, Benadalid, Ronda, Vejer de la Frontera, El Bosque, Casares, Frigiliana, Benalauría, Medina-Sidonia, Grazalema, Jimena de la Frontera, Zahara de la Sierra, Algatocín, Castellar de la Frontera, Ojén y otros tantos, pero si quieres quedarte con algunos de los más representativos, aquí tienes una ruta para conocer 10 de los pueblos blancos más bonitos de Andalucía. 

Cinco pueblos blancos de Cádiz

Arcos de la Frontera

Arcos de la Frontera es un balcón a la Sierra de Cádiz. Este pueblo surgido al pie del río Guadalete trepa sobre un cerro para ojear sus alrededores desde las alturas y marcar con sus relucientes casas blancas el horizonte gaditano. Su nombre proviene del que le dieron los romanos, Arx-Arcis (fortaleza en altura) y ya en época musulmana era conocido como Arkos. De entonces aún conserva el trazado de sus calles, el alcázar militar y restos de murallas, pero su verdadero esplendor llegó entre los siglos XV y XVII, cuando se llenó de iglesias, conventos y casas señoriales. 

Merece la pena recorrer a pie su casco histórico para disfrutar de sus callejuelas, plazas y recovecos, y sentarse a tomar algo en una terraza para desconectar un rato. Puede ser interesante pasar por su antiguo pósito, por la Plaza del Cabildo, por la Plaza de las Boticas y por el mirador de Abades. Siempre, claro, levantando la vista a nuestro paso para admirar las monumentales casas-palacio que encontraremos por sus calles.

Zahara de la Sierra

Zahara de la Sierra, en el Parque Natural de la Sierra de Grazalema, pide un obligatorio alto en el camino. Subida a un risco y bajo la atenta mirada de su castillo, Zahara se refleja en las aguas del Guadalete convertido en embalse para dar la bienvenida al paraíso natural que se esconde a sus espaldas. Las blancas fachadas de sus casas y sus balcones, cuidadosamente floreados, nos dejan fotos de auténtica postal cuando paseamos por sus calles.

Verás que es imposible pasar por alto la Torre del Homenaje, que sobresale sobre todo lo demás, pero tampoco debemos olvidar sus murallas, la Iglesia de Santa María de la Mesa o los restos de la antigua Iglesia Mayor. Su ubicación junto al agua le permite ofrecer su propia 'playita' y un buen número de actividades acuáticas con las que refrescarse cuando aprieta el calor del verano.

Grazalema

A solo media hora de Zahara, tras atravesar el Puerto de las Palomas, se encuentra Grazalema, el pueblo responsable de darle nombre a la sierra en la que nos encontramos. Sin lugar a dudas es uno de los parajes naturales más bonitos y valiosos de la provincia de Cádiz. No en vano la Sierra de Grazalema es hogar de pinsapos, un abeto en peligro de extinción, y todo el entorno está plagado de interesantes rutas de senderismo que nos llevan a mil y un rincones en plena naturaleza. 

Grazalema es un pequeño municipio blanco ubicado a 812 metros sobre el nivel del mar, es el segundo pueblo a mayor altitud de Cádiz y destaca por el inmaculado color de sus casas entre bosques de múltiples tonos verdes. Desde aquí tenemos a nuestro alcance numerosos miradores desde donde podemos contemplar la Sierra, como el de los Peñascos o el de los Asomaderos. Siempre resulta interesante pasear por sus calles, como la de las Piedras y la de las Parras, parar a tomar algo en la Plaza de España, donde se encuentra el ayuntamiento y la iglesia de la Aurora, para después continuar hasta la iglesia de San Juan.

Setenil de las Bodegas

Setenil de las Bodegas es uno de los pueblos más pintorescos de Andalucía, e incluso de España. Forma parte de la ruta de los pueblos blancos de la Sierra de Cádiz pero no solo llama la atención por eso, sino por ser un pueblo que nació bajo las rocas. Setenil surgió aprovechando las formas del cañón creado por el río Guadalporcún y sus cuevas y recovecos naturales no tardaron en dar cobijo a sus primeros pobladores. Durante la reconquista cristiana fue sitiado siete veces sin éxito y de ahí viene su nombre: septem nihil, en latín, “siete veces nada”.

La imagen más representativa de Setenil es la de sus calles Cuevas del Sol y Cuevas de la Sombra. En la primera la roca erosionada por el cauce del río hace de techo y pared de las casas y restaurantes, y en la segunda la propia calle está cubierta por la roca, concentrándose bajo ella las mejores pastelerías del pueblo. Es interesante acercarse a conocer el torreón y el aljibe árabes, asomarse al mirador de los Reyes Católicos y visitar la ermita de San Sebastián, que fue la primera construcción cristiana levantada en Setenil tras la conquista de los Reyes Católicos en el siglo XV.

Olvera

Olvera tiene todo lo necesario para destacar como uno de los pueblos más bonitos de la provincia de Cádiz. Más allá de su afamado aceite y su pasado nazarí, Olvera llama la atención desde lo alto de un cerro gracias a sus blancas casas, su castillo de origen árabe y la iglesia neoclásica de la Encarnación. De época musulmana son también sus murallas y contrafuertes, mientras que la fortaleza recibió diferentes reformas ya en época cristiana.

Olvera hace de puerta de entrada a la serranía de Cádiz desde el norte, se rodea de colinas boscosas y campos de olivos, y ofrece otros lugares de interés como el convento de Caños Santos, el santuario de los Remedios o la Casa de la Cilla, actual sede del Museo La Frontera y los Castillos de Olvera. A solo un paso, además, una Vía Verde que recorre el viejo trazado del ferrocarril durante 36 km nos permite disfrutar del entorno con toda tranquilidad.

Cinco pueblos blancos de Málaga

Frigiliana

Frigiliana es posiblemente uno de los pueblos más turísticos de la provincia de Málaga, y eso hace que su casco histórico esté especialmente cuidado. Tanto su imagen, con blanquísimas casas aferradas a la Sierra de Almijara adornadas con miles de flores, como su oferta de servicios orientados a los visitantes nos dan la bienvenida. Su rica historia morisca sale a relucir en cada rincón y al recorrer sus calles estrechas y sinuosas, en un sinfín de escaleras que recorren todo el Barribarto.

Visitar el Museo Arqueológico puede ser una buena oportunidad para conocer de primera mano la historia de la región, mientras que asomarse al mirador de la Iglesia de San Antonio deja ante nuestros ojos una de las mejores panorámicas que podemos encontrar. Además, Frigiliana es famosa por su Festival de Tres Culturas que se celebra cada año en agosto. Durante este evento, el pueblo se llena de música, danza, teatro y gastronomía que representan las culturas cristiana, musulmana y judía que han influido en la región a lo largo de la historia.

Casares

Entre la Serranía de Ronda y el Campo de Gibraltar se encuentra Casares, uno de los pueblos blancos más bonitos de la provincia de Málaga. Este llamativo municipio blanco es conocido por ser el lugar de nacimiento de Blas Infante y por los baños de La Hedionda, un manantial de aguas sulfurosas que se mantiene en activo desde época romana y que atesora la leyenda de que en él se bañó Julio César tras enfrentarse a Pompeyo. 

De la fortaleza medieval de Casares solo se conservan los muros y las ruinas de la Torre del Alcázar, pero dada su elevada ubicación merece la pena subir tanto para disfrutar de las vistas como para imaginar su pasado. Llama la atención la Ermita de la Veracruz, hecha de piedra y cal, pero tampoco debemos pasar por alto la casa natal de Blas Infante. Y ojo, porque aunque Casares es una población de interior, su término municipal es tan amplio que llega al mar para ofrecer también alguna que otra playa.

Ojén

Ojén es una gran mancha blanca en medio del verde de la montaña, a la entrada de la Sierra de las Nieves. Su casco antiguo es un laberinto de calles estrechas y empedradas flanqueadas por casas encaladas adornadas con coloridas flores y, aunque caiga ladera abajo por una escarpada montaña, en realidad se encuentra muy cerca de la costa, a poco más de 15 minutos en coche de Marbella.

El paisaje kárstico sobre el que se levanta Ojén hace que sus cuevas sean uno de sus principales y más singulares atractivos. La Iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación es uno de sus mayores monumentos arquitectónicos que, a imagen y semejanza del pueblo, luce igualmente blanca. Junto a ella siempre es curioso conocer la Fuente de los Chorros, que con cinco caños data de 1905. Además Ojén alberga un par de museos de especial interés, el del Molino de Aceite y el del Aguardiente.

Ronda

Si hablamos de monumentalidad, entonces posiblemente Ronda destaque sobre todos los demás pueblos blancos de Málaga. Un municipio dividido por un cañón natural, el Tajo que forma el río Guadalevín y que une sus dos mitades a través de un espectacular puente del siglo XVIII: el Puente Nuevo. Todo un balcón que se asoma a la Serranía de Ronda, de trazado medieval y evocación árabe, ambiente romántico e historias de bandoleros, que no por casualidad cuenta con un casco antiguo declarado Bien de Interés Cultural.

Si visitamos Ronda no debemos dejar de pasear por la Alameda del Tajo para disfrutar de sus vistas asomándonos al abismo o de adentrarnos en el barrio de San Miguel, el antiguo arrabal islámico de la ciudad, para conocer sus espectaculares baños árabes de los siglos XIII-XIV, de acercarnos a la Casa del Rey Moro y de aprender la historia de dos puentes más, el Árabe y el Viejo, que salvaban el Tajo desde mucho antes de que se levantara el Puente Nuevo que hoy atrae a turistas de todo el mundo.

Gaucín

En las montañas de la Serranía de Ronda, en alto, Gaucín se encuentra en una ubicación privilegiada con vistas a la Sierra Crestellina, el Valle del Genal y, en días despejados, incluso al mar Mediterráneo y la costa africana. Al explorar su casco histórico te encontrarás con un enrevesado laberinto de calles flanqueadas por casas encaladas y balcones rebosantes de flores, pero si quieres conocer uno de sus principales atractivos has de subir hasta lo poco que queda del Castillo del Águila, una fortaleza árabe en ruinas ubicada en lo alto de la colina que ofrece unas vistas espectaculares de los alrededores. 

Gaucín es conocido por su ambiente tranquilo y su belleza natural. Si queremos perdernos por sus calles es interesante llegar hasta la iglesia parroquial de San Sebastián, del siglo XVI, hasta el Museo Etnográfico y hasta el mirador de la Guerra de la Independencia. Pero no debemos olvidar que Gaucín es un lugar ideal para los amantes de la naturaleza, con varias rutas de senderismo que serpentean a través de paisajes montañosos como la que por ejemplo nos lleva a descubrir el río Genal.