Los cinco pueblos más bonitos de la Región de Murcia que son perfectos para una escapada

Una gran desconocida, la Región de Murcia cuenta con encantadores pueblos para visitar un fin de semana tanto en la costa como en el interior: playas, arquitectura y bellos parajes conforman esta comunidad autónoma, principalmente identificada con la Costa Cálida, pero cuya riqueza va mucho más allá.

El buen tiempo que se disfruta en esta región del sureste gran parte del año, y especialmente en estos meses en los que los días se alargan, invita a evadirse del bullicio de la gran ciudad e internarse en estas localidades, sus paisajes y su magia.

Estos son los cinco pueblos murcianos más bonitos en los que además de poder degustar una sabrosa gastronomía, contarás con una entrañable acogida por parte de sus habitantes.

Cabo de Palos

Empezamos con este pueblo de la Costa Cálida: su faro es todo un símbolo en la Región, construido con sillares de piedra, se levantó sobre una antigua torre vigía del siglo XVI con el objetivo de defender la costa de los ataques pirata.

La costa está conformada por pequeñas calas y acantilados que le dan una belleza inusual a esta localidad murciana. También la cordillera submarina que va de Calblanque a las islas Hormigas es toda una explosión de vida subacuática, hasta el punto de que la Reserva Marina es reconocida como una de las mejores zonas del país para bucear. La cercanía de aguas profundas a la costa permite avistar fácilmente ejemplares de tortuga gigante o de rorcual, el segundo animal más grande del planeta.

Cabo de Palos también cuenta con un pequeño puerto pesquero y deportivo, en el que las embarcaciones bailan delicadamente sobre el agua con la brisa marina, y que está rodeado de restaurantes donde cocinan el plato estrella de la zona: el caldero, un plato de arroz y pescado, de sabor intenso.

Caravaca de la Cruz

Enclave fronterizo entre Murcia y Granada, Caravaca es una de las cinco ciudades santas para la Iglesia Católica; las otras son Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana.

Desde el imponente Santuario de la Vera Cruz con su lujosa portada de mármol rojo se divisa el pueblo, por el que pasaron, sucesivamente, íberos, romanos y musulmanes. En 2024 se celebra Caravaca Jubilar–se festeja cada siete años– por la presencia de la Vera Cruz y la astilla del Lignum Crucis en la que murió Jesucristo.

El casco antiguo de la población murciana, de origen medieval, es un laberinto de callejuelas estrechas e irregulares, entre las que se encuentran la Iglesia de El Salvador, los Conventos de los Padres Carmelitas y Santa Clara, y la Ermita de Santa Elena.

El paraje de las Fuentes del Marqués, situado a unos dos kilómetros del centro urbano, es una delicia de arbolado y riachuelos entre los que perderse. Allí también se pueden visitar la Torre de los Templarios, declarada Bien de Interés Cultural, y las Cuevas del Marqués, unas grutas excavadas por los árabes para el destilado de plantas aromáticas o el curtido de pieles.

Calasparra

Su arroz cuenta con denominación de origen. Los parajes que rodean a este pueblo murciano invitan a la aventura, y practicar espeleología, barranquismo, rutas senderistas o descensos en kayak, ya que está enclavada entre cuatro ríos y dos pantanos. El descenso espectacular del río Segura (Cañón de Almadenes) discurre en un Espacio Natural Protegido, en el que habitan y una enorme variedad de aves acuáticas.

Dentro de la reserva natural de Cañaverosa se encuentra el santuario Virgen de la Esperanza, en una gruta excavada en la roca de seis kilómetros y que data del siglo XVII. En ese espacio que invita a la meditación se encuentran dos imágenes de esta Virgen, conocidas como La Pequeñica y La Grande.

Otros parajes igualmente impresionantes son la Cueva del Puerto –700 metros de recorrido y casi cinco kilómetros de galerías construidas por materiales del cretácico superior–, la Cueva de los Monigotes, el Cerro Negro y el embalse de Alfonso XIII, nutrido por el río Quípar.

Cehegín

Atravesado por los ríos Argos y Quípar,  Cehegín es uno de los municipios con más encanto de la comarca del noroeste de la Región y muy cercano a Caravaca. Su casco antiguo está declarado conjunto histórico-artístico por la arquitectura de sus calles.

En ellas se encuentran algunos lugares de interés como la Iglesia de Santa María Magdalena, la Plaza del Castillo, el museo arqueológico, la Ermita del Santo Cristo o el convento de Santa Elena. En el centro de la localidad murciana también se pueden encontrar otros imponentes edificios como los Palacios de los Fajardo o de La Tercia.

Fue habitado ya desde la antigüedad, como atestiguan sus pinturas rupestres, Patrimonio de la Humanidad. También dejaron su huella en este pueblo de la Región de Murcia íberos, romanos, visigodos, árabes y cristianos.

Ojós

Quien dice Ojós, habla también de Ulea o Blanca, pueblos cercanos en el hermoso Valle del Ricote, que fue la joya de la corona del Reino de Murcia y está situado en las estribaciones septentrionales de la vega media del río Segura. La disposición del valle en forma de rosario favorece la formación de azudes para almacenar el agua.

Su riqueza en patrimonio hidráulico es herencia de los árabes, que habitaron la zona durante siete siglos. El paisaje de Ricote está salpicado por riscos y montañas agrestes que contrastan con los frutales que crecen en las tierras próximas al Segura.

Con apenas medio millar de habitantes, Ojós cuenta con pintorescas calles y casas y con paseos variados a orillas del Segura. La herencia andalusí está patente en cada rincón del pueblo. En las callejuelas estrechas no hay una puerta que esté delante de otra; es un rasgo del urbanismo morisco.

En esta localidad murciana hay que probar el bizcocho borracho, un postre con una receta milenaria, así como visitar el Museo de Belenes del Mundo. El ayuntamiento de Ojós celebra las Fiestas de los Expulsos desde que se tuvo conocimiento del legado morisco, un acto de contrición hacia ellos.