Más en elDiario.es
Aínsa, toda una capital del turismo rural
Ruta por el románico del Vall de Boí, una escapada a la arquitectura de los siglos XI y XII
Una visita guiada al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido con niños
Además de frontera natural entre Francia y España, la imponente barrera montañosa de los Pirineos nos deja algunos de los paisajes más bonitos de Europa. Montañas, valles, lagos, picos que superan los 3.000 metros, parques naturales, carreteras serpenteantes, caudalosos ríos y pueblos de auténtica postal nos sorprenden allá donde miremos, rodeados siempre de una exuberancia natural que lo pinta todo de verde.
Los pueblos de los Pirineos tienen un encanto especial. No solo por el paraje en el que se enmarcan, sino porque siguen una arquitectura propia cargada de historia, tradición y sabiduría. Desde el Golfo de Vizcaya hasta el mar Mediterráneo son muchas las poblaciones que salpican la cordillera pirenaica, pero sin duda algunas de las más bonitas y representativas las encontramos en escenarios como el Val d’Aran, el Valle de Tena o el Vall de Boí.
Si queremos hacer una ruta por algunos de los pueblos imperdibles de los Pirineos, los de mayor encanto y belleza, definitivamente no podemos pasar por alto estos que encontrarás repartidos por las provincias de Huesca y Lleida.
En pleno corazón del Pirineo Aragonés se encuentra Aínsa, un lugar con un casco antiguo capaz de trasladarnos directamente a la Edad Media. Hemos de caminar con calma por sus calles empedradas para disfrutar de su arquitectura medieval, visitar su castillo y subir a su muralla para acceder a unas espléndidas vistas tanto del pueblo como del paraje que lo rodea.
La iglesia románica de Santa María (s.XII) y su singular claustro merecen sin duda una visita, como también ocurre con su Plaza Mayor o el Museo de Oficios y Artes Tradicionales. En los alrededores hay mucho que hacer, la comarca de Sobrarbe ofrece infinidad de posibilidades relacionadas con el turismo en la naturaleza y la zona es especialmente idónea para los amantes de la bicicleta de montaña.
Torla-Ordesa, que fue solo Torla hasta noviembre de 2014, hace de puerta de entrada al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, uno de los espacios naturales más espectaculares de todos los Pirineos. Durante la Guerra Civil el pueblo fue seriamente dañado, pero fue recuperado para lucir un bello y cuidado conjunto urbano que atrae a visitantes de todas partes.
En Torla-Ordesa merece la pena visitar la torre de su iglesia y varios edificios señoriales como la Casa Oliván o la Casa Viú, que destacan como sus elementos más llamativos, pero no podemos olvidar que aquí adentrarse en la naturaleza puede convertirse en una experiencia mágica y que disponemos de infinidad de rutas a nuestro alcance. ¿La más clásica de todas? La Ruta de la Cola de Caballo.
Benasque se rodea de majestuosas cumbres pirenaicas en el Valle de Benasque, que junto al de Tena o al de Ordesa es uno de los más llamativos de la zona. En invierno es sinónimo de nieve, pero el resto del año acoge con los brazos abiertos a los amantes del senderismo y los deportes de montaña.
El pueblo cuenta con un casco antiguo encantador, con floreadas casas de piedra y calles empedradas. Su iglesia, con una característica torre cuadrada o un torreón militar son herencias medievales, y se dice que sus aguas termales ya eran aprovechadas por los romanos.
Alquézar posee un pasado árabe que sale a relucir en cuanto lo vemos en el horizonte. Se encuentra en la comarca del Somontano y destaca por su impresionante ubicación en lo alto de un acantilado sobre el río Vero. Su casco antiguo está catalogado como Conjunto Histórico-Artístico y su muralla y sus torreones nos hablan directamente de su época medieval.
Una vez que comenzamos a recorrer sus callejuelas encontraremos la colegiata de Santa María la Mayor, que bien merece una visita, y el interesante Museo Etnológico Casa Fabián. Las vistas panorámicas desde el Mirador de la Peña nos harán conscientes del entorno que nos rodea y, si queremos caminar, tenemos al alcance de la mano rutas de senderismo como la que nos lleva a las Pasarelas de Alquézar.
Lanuza estuvo a punto de desaparecer, pero no lo hizo. El pueblo quedó deshabitado en los años 70 porque se preveía que fuera engullido por el embalse que se hizo a sus pies, pero el nivel del agua nunca llegó a él y se salvó. Poco a poco Lanuza recuperó su vida y hoy es sede del evento musical más conocido de la cordillera: el Festival Pirineos Sur y su particular escenario flotante sobre el embalse.
Lanuza se encuentra en el epicentro del Valle de Tena y sus bonitas casas de piedra y pizarra hacen que inevitablemente tengamos que reparar en él. Rodeado de montañas y bosques, y reflejado sobre las aguas del embalse que un día casi lo devora, Lanuza es sin duda uno de los pueblos más bonitos de los Pirineos oscenses.
En el Val d'Aran encontramos Arties, un encantador pueblo ideal para los amantes de la arquitectura, pues sus casas renacentistas y las diversas muestras arquitectónicas románicas y góticas contrastan en medio de la montaña. Además, Arties es famoso también por sus aguas termales.
La iglesia de Santa María (románica), la iglesia de San Juan (gótica), el puente romano y la Plaza Mayor, donde se celebran animados mercados y festivales, son sin duda algunas de sus señas de identidad más características. A solo 10 minutos tenemos nuestra próxima parada: Vielha.
Vielha prácticamente no necesita presentación. Es la capital del Val d'Aran y se ha convertido en un importante centro turístico para visitar toda la región. Aquí, además de la típica arquitectura de montaña de los Pirineos con casas de piedra, balcones de madera y tejados de pizarra, sus calles rezuman vida entre tiendas, restaurantes, bares y un animado ambiente.
El centro histórico es atravesado por el fotogénico río Nere y, entre los lugares de interés cultural, no podemos pasar por alto la Iglesia de San Miguel, el Museo del Valle de Arán y el Puente de San Miguel sobre el río Garona. Pero si queremos estirar las piernas, entonces Vielha destaca como punto de encuentro entre senderistas y ciclistas.
No muy lejos de Vielha se encuentra Unha, por lo que seguimos inmersos en el Val d'Aran. En comparación con su vecina capital aquí el ritmo baja y se respira una atmósfera más tranquila y rural, destacando como un lugar idílico para desconectar.
A pesar de su pequeño tamaño, Unha también puede presumir de un cuidado patrimonio, tanto cultural como natural. El primero, porque la iglesia de Santa Eulalia, del siglo XII, guarda pinturas románicas únicas en el Valle. Y el segundo, porque su ubicación privilegiada nos pone en bandeja la naturaleza más pura.
Llegamos al Vall de Boí, el lugar perfecto para sumergirnos en el Románico catalán de los siglos XI y XII. En Taüll encontramos dos iglesias románicas Patrimonio de la Humanidad. La iglesia de Santa María se ubica en el centro del pueblo, rodeada de casas, y destaca por las pinturas murales de su interior. Aunque es importante saber que las originales están en el MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña).
Mientras que la iglesia de Sant Climent puede ser considerada la iglesia más importante y espectacular de todo el valle. No solo llama la atención por su alta torre campanario de seis plantas, sino también por su interior, donde las pinturas representan el mejor ejemplo del arte pictórico del románico catalán. Aunque eso sí, su Pantocrátor ahora está en el MNAC.
Bagergue destaca por ser uno de los pueblos más altos del Val d’Aran, ubicado a 1.419 metros de altitud. Es un excelente ejemplo de la arquitectura típica aranesa, con sus casas de piedra, tejados de pizarra y puertas, ventanas y balcones de madera. Apenas cuenta con un centenar de habitantes y sus calles son un remanso de paz.
Un breve paseo nos deja ver que la iglesia de Sant Fèlix, de los siglos XII-XIII, es la mejor muestra de su patrimonio cultural. Aunque tampoco hay que pasar por alto el Museu eth Corrau, un museo etnográfico que expone más de 2.500 piezas con las que conocer de primera mano la historia y el día a día más popular del Val d'Aran.
Aínsa, toda una capital del turismo rural
Ruta por el románico del Vall de Boí, una escapada a la arquitectura de los siglos XI y XII
Una visita guiada al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido con niños