Música pop, cocido y cecina: una mezcla no tan extraña para conocer La Maragatería en un fin de semana

Astorga, León.

Iker Morán

3 de enero de 2025 21:55 h

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Santa Colomba de Somoza tiene menos de 500 habitantes, un precioso hotel rural y un museo del pop. Como carta de presentación no está nada mal para este pequeño y precioso pueblo de la comarca leonesa de La Maragatería, a pocos kilómetros de Astorga. ¿Pero qué hace un museo así en un sitio como este? Es una pregunta que seguramente Alex Cooper haya escuchado muchas veces desde que abrió las puertas de Fundación Club 45 la pasada primavera. Un “laboratorio cultural del pop” —así lo define él— que es la banda sonora para recorrer esta comarca que sabe a cocido maragato y a cecina.

“Quiero que dé la sensación de entrar en la habitación de un coleccionista, pero con todo muy bien ordenado”, explica Alejandro Díez, nombre real de Alex Cooper, cantante del grupo Los Flechazos y luego de Cooper. De acceso gratuito y con un estupendo bar, jardín y espacio para charlas y conciertos, este singular museo del pop se ha propuesto acercar la cultura urbana al medio rural. Y a la vista de la buena acogida durante su primer medio año operativo, con casi 5.000 visitantes, lo ha conseguido.

Y es que, como señala el propio Cooper mientras recorremos las diferentes salas dedicadas a memorabilia pop de todo el mundo, este lugar se ha convertido en un gran plan para aficionados a la música y en una excusa diferente para conocer esta tierra. “La Maragatería es casi un lugar secreto y eso me gusta”, confiesa al hablar de la elección de lugar, pero sin perder de vista que León es una de las cunas culturales y musicales de los años 80 en Madrid.

El bar del pueblo está en un museo

“Mi teoría es que la música beat es música popular leonesa”, señala el cantante, que planea trasladarse a vivir a este mismo pueblo. También recuerda que esto no es un museo dedicado a Los Flechazos sino a toda la música pop, aunque sí que hay diversas referencias a su carrera y sus grupos. 

Además del espacio museístico dividido en varias plantas —y sin música, para que la gente pueda hablar— parte de la colección no está expuesta y funciona a modo de biblioteca y sala de investigación; hablamos de la mayor colección de revistas musicales de los 60. 

Incluso para los no apasionados del tema la visita puede resultar muy interesante. A fin de cuentas, el bar del museo ejerce también como bar del pueblo, esa sagrada institución que mantiene en pie muchos lugares. “Quiero que las señoras del pueblo se sienten aquí a ver pasar a los modernos”, señala Cooper.

Quienes se acerquen hasta aquí llevados por la curiosidad o la melomanía popera harán bien en alargar la visita y hacer noche en Casa Pepa, un pequeño hotel rural ubicado en una casa maragata tradicional del siglo XVIII. Ventanas pequeñas, muros gruesos, sobriedad hacia el exterior y esplendor interior con un precioso patio central definen la arquitectura típica de esta casona, convertida en hotel en el año 2000 por Pepa Nieto y que ahora regenta junto a su hija Laura Alonso.

Hospitalidad para hacer sentir al visitante —o a los peregrinos que recorren el Camino de Santiago— en su propia casa. Y también para descubrir la gastronomía y vinos de León en el restaurante con el mismo nombre, donde se apuesta por el recetario tradicional con mucho plato de cuchara o propuestas como los huevos a la maragata, pero también guiños actuales y emplatados cuidados.

El cocido maragato

Hay que guardar sitio para la sopa, que se sirve al final. Un consejo que suelen repetir los que saben antes de sentarse en la mesa a dar buena cuenta de un cocido maragato, el plato más conocido de la región y que sirven en la mayoría de restaurantes de la zona. ¿Dónde comerlo? Además del que preparan en Casa Pepa, en el cercano y bonito pueblo de Castrillo de los Polvazares también merece una visita el restaurante Casa Juan Andrés.

En Astorga, la capital de la comarca, la oferta es muy amplia, pero por citar un par de restaurantes que son apuesta segura, en Casa Maragata I y Las Termas preparan un cocido excelente. 

La generosidad en las raciones aquí se da por descontado, así que si se quiere llegar a la sopa mejor controlarse con la bandeja de carnes (lacón, morcillo, oreja, patas, gallina…) que llega primero, tras un poco de buen tomate cortado en rodajas, o los excelentes garbanzos que le suceden acompañados de verduras. También con las invitaciones a repetir si hace falta algo más de carne o de garbanzos. 

El maragato es el único cocido que se come al revés, se recuerda por la zona, señalando que hay diversas teorías que explican este orden invertido de los tres vuelcos tradicionales. Una de las más asentadas enlaza con el oficio de arrieros —transportistas— muy arraigado en la zona y que, según se cuenta, llevaba a los viajantes a comer las carnes y legumbres que llevaban ya preparadas y pedir al final una sopa con la que entrar en calor antes de continuar el camino.

Con un precio de 28 euros por persona —incluido el vino del Bierzo— basta mirar alrededor para darse cuenta de que, aunque hay carta con otras propuestas, el cocido es el plato estrella del restaurante Las Termas tanto para locales como para visitantes. 

Santiago Juárez lleva dos décadas preparándolo y, según explica, el único truco es tiempo y buenos ingredientes. “Para preparar un buen cocido maragato hay que madrugar”, reivindica. El restaurante, por cierto, está incluido en la lista Bib Gourmand de Michelin que destaca los que ofrecen una gran relación entre calidad y precios moderados.

Cecina y chocolate

Aunque es verdad que, cuando está bien hecho, no tiene que resultar pesado ni especialmente grasiento, un paseo es siempre una buena idea tras un cocido maragato. Astorga lo pone muy fácil, y la ruta pasará necesariamente por dos de sus grandes reclamos: la imponente catedral, ejemplo de la mezcla de varios estilos arquitectónicos, y, al lado, el palacio episcopal con la inconfundible firma de Gaudí.

El Museo del Chocolate es también una parada recomendable si el plan es una ruta gastronómica. Un espacio que repasa la interesante historia chocolatera de esta localidad leonesa donde, una vez más, la importancia de los arrieros maragatos en el transporte de mercancías desde los puertos gallegos a Madrid lo convirtió en un núcleo comercial importante.

A día de hoy el chocolate artesano sigue siendo uno de los productos típicos de la zona y un estupendo souvenir comestible para llevarse de recuerdo. En algunas de ellas, como El Arriero Maragato incluso se han atrevido a ir un poco más allá y combinarlo con el que, sin duda, ese el otro gran producto de la región para crear tabletas de chocolate con cecina de León.

Presente en la carta de todos los bares y restaurantes y relleno habitual de croquetas en la zona, la cecina en realidad no es un embutido como muchas veces se cree, sino carne de vacuno salada, curada y ahumada. 

Elaborada con la pata trasera de vaca o en algunos casos de buey, la Indicación Geográfica Protegida (IGP) Cecina de León acoge a 11 empresas que lo producen de forma artesana y siguiendo las normas de calidad, peso y curación que, a la hora de comprar o comer una ración en cualquier lugar, siempre suponen una garantía de estar eligiendo buen producto local. 

Y, de nuevo, los arrieros, sus rutas y su alimentación explican la popularidad de este producto en la zona. “El ahumado era una forma de conservar la carne durante los días de transporte”, explica Conchi Nieto, de Cecinas Nieto. Ubicada cerca de Astorga, es una de las principales firmas del sector y la de mayor reconocimiento internacional en países donde la cecina halal se ha convertido en una suerte de alternativa al jamón ibérico.

Aunque el visitante de la maragatería no necesitará un máster en cecinas para disfrutar de este producto, sí es interesante saber que la curación mínima es de siete meses y que a partir de doce pasa a la categoría de reserva. Lo habitual es encontrarla al corte, también se vende por piezas y es ahí donde se pueden distinguir cuatro cortes diferentes: la tapa, la babilla, la contra y la cadera. ¿Cuál es mejor? “No hay diferencia de sabor, es una cuestión de gustos o del tipo de corte que se prefiera”, explica Nieto.

Y, volviendo a los dulces para completar el menú, una visita por la Maragatería no puede terminar sin probar o llevarse en las maletas unos hojaldres de Astorga —el baño de almíbar con miel les da un toque especial—, o las mantecadas de Astorga que, con más de dos siglos de historia, tiene IGP (Indicación Geográfica Protegida) propia.

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