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Lituania no suele estar entre los destinos más populares y conocidos, pero justamente por eso es posible que nos sorprenda con mayor facilidad. De hecho, viajar con esa pequeña incertidumbre de no saber muy bien lo que vamos a encontrar es siempre todo un aliciente al visitar lugares poco turísticos. Lituania, junto a Estonia y Letonia, formó parte de la Unión Soviética durante cinco décadas y eso siempre añade un interés especial al viajero, aunque fue su entrada en el espacio Schengen y la llegada del Euro en 2015 lo que hizo despegar su turismo.
Lituania tiene un pasado lleno de contrastes y esa combinación de culturas y formas de pensar la vemos hoy en sus calles, su arquitectura, sus tradiciones y su gente. El Mar Báltico define su forma de ser y su costa se convierte además en uno de sus principales atractivos en verano. Pero si la miramos desde arriba, lo que vemos es un país que rezuma verde por sus cuatro costados, salpicado por ciudades de tejados rojos y trazados medievales, y castillos que nos hablan de una historia que hubo que defender.
Tiene el encanto de esos lugares alejados del turismo de masas, que preservan lo auténtico y que transmiten tranquilidad y sosiego. Por lo que se puede convertir en un destino perfecto para todos aquellos que buscan algo cercano pero diferente. Y como verás, lugares como Vilna, Kaunas, el Castillo de Trakai, la Colina de las Cruces, KlaipÄda y sus rebosantes espacios naturales pueden ser un buen comienzo para empezar a conocer la mayor de las tres repúblicas bálticas.
Vilna, o Vilnius en lituano, además de ser la capital del país es sin duda una de las ciudades más bonitas que verás en este viaje. Tiene mucho que contar. Su centro histórico está considerado uno de los barrios medievales mejor conservados de Europa del Este y es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1994.
Es un lugar excelente para disfrutar de la riqueza arquitectónica de Lituania pues en pocas calles vemos cómo pasado y presente se combinan de forma armónica, con construcciones medievales, barrocas y modernas que van de la mano.
Una ciudad acogedora, llena de vida y color, en la que no podrás pasar por alto la República de Užupis, un barrio lleno de creatividad y excentricidad, que atrae a intelectuales y artistas y presume de su autodeterminación con su propia Constitución.
La Torre del Castillo de Gediminas es el principal símbolo de la ciudad, mientras que la Catedral Basílica de San Estanislao y San Ladislao lo es de la cristianización de Lituania. Este año, además, Vilna celebra sus siete siglos de historia con un programa, Vilnius 700, cargado de eventos y actividades; por lo que es un momento perfecto para visitarla.
Kaunas es la segunda ciudad más importante del país, fue de hecho su capital entre 1920 y 1939, y también se merece una visita. ¿Por dónde empezar? Quizá por su casco histórico o por su castillo medieval, construido para repeler los frecuentes ataques de los cruzados y que puede presumir de ser el castillo de piedra más antiguo del país.
No debemos olvidar el Monasterio de Pazaislis, ubicado en una península en el embalse de Kaunas, así como tampoco el Museo Art Deco. Para disfrutar de las mejores vistas de la ciudad no hay nada como tomar el funicular de Aleksotas y subir hasta su mirador.
Si buscas “Lituania” en Internet, posiblemente la primera imagen que veas del país sea la del Castillo de Trakai. Se encuentra entre Vilna y Kaunas, en la localidad de Trakai, y fue construido en el siglo XV por el Gran Duque de Lituania en una isla del lago Galvé.
Accederás a él a través de una pasarela que te llevará a lo largo de 300 metros sobre el agua y en su interior te espera el Museo de Historia de Trakai. Cuando veas su entorno, rodeado de agua y bosques, comprenderás por qué se trata de uno de los mayores atractivos turísticos del país.
Un sitio peculiar como pocos y uno de los más curiosos que encontrarás en este viaje. El origen de la Colina de las Cruces se remonta a los primeros cristianos que llegaron a Lituania, ellos fueron quienes comenzaron a clavar cruces en este monte y hoy día se cuentan unas 200.000 de ellas. Todas diferentes entre sí.
Durante la era soviética las autoridades quitaron las cruces pero los lugareños las iban reponiendo continuamente. Y aunque de noche podría parecer el escenario de alguna película de terror, en realidad es todo un símbolo de fe, esperanza y libertad al que cada año viajan miles de peregrinos.
Llegamos al Mar Báltico, a la ciudad portuaria de KlaipÄda. Para muchos, esta es la ciudad lituana con mayor riqueza histórica. Aún deja notar cierto espíritu germano y se diferencia de Vilnius y de Kaunas por un estilo arquitectónico fachwerk, con sus edificios con entramados de madera por sus sinuosas calles empedradas.
Aquí se respira tranquilidad, aunque los cruceros y ferris que recorren la costa uniendo Lituania, Estonia y Letonia con Alemania, Dinamarca o Suecia, hacen que en verano sea realmente turística. La Plaza del Teatro es el punto perfecto para comenzar una ruta a pie por la ciudad que nos llevará por el barrio de los artesanos, los restos de su viejo castillo y también por el río, donde el barco Meridianas ( de1948) descansa anclado desde 1971 convertido en restaurante.
Lituania es verde. El 33% de su territorio está cubierto por bosques de hoja caduca que se vuelven un espectáculo de color cuando llega el otoño. A lo largo y ancho de su geografía encontramos reservas naturales declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, como el Istmo de Curlandia y el yacimiento arqueológico de KernavÄ; además de la Reserva de la Biosfera de Žuvintas. Entre unas y otras, colinas, lagos, bosques e islas se combinan para formar múltiples imágenes de postal.
Una propuesta diferente es la que encontramos en el parque regional de AnykšÄiai. Allí una estructura elevada nos permite recorrer un sendero que nos lleva por las copas de los árboles a 20 metros de altura, mientras que a nuestro paso encontramos diversos puestos de información que nos acercan aún más al entorno. Al final del recorrido, una torre de observación de 34 metros pone a nuestros pies una de las imágenes más espectaculares que podemos conseguir del valle del río Šventoji. Perfecta para comprender la grandeza natural de Lituania.
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