Santillana del Mar sí es santa, sí es llana y sí tiene mar
Quizá todos hayamos oído hablar de Santillana del Mar, aunque sea para recordar aquello de que es “el pueblo de las tres mentiras”, pues como se dice “ni es santa, ni es llana, ni tiene mar”, pero uno no es consciente de la importancia y la monumentalidad de Santillana hasta que pasa unos días entre sus calles de piedra, cerca de las Cuevas de Altamira y en pleno corazón de Cantabria.
Santillana del Mar es un destino rural excepcional, tanto que su encanto, su casco histórico y su entorno le han valido para ser declarada este año como Capital del Turismo Rural según las votaciones recogidas a través del portal de alojamientos rurales EscapadaRural.com, al igual que el año pasado lo fue Aínsa, en Huesca, y el anterior lo fue Sigüenza, en Guadalajara. De un total de 215 localidades participantes Santillana del Mar disputó el título con otros nueve pueblos finalistas de la belleza de Cangas de Narcea (Asturias), Parada de Sil (Ourense), Setenil de las Bodegas (Cádiz), Trujillo (Cáceres), Navaluenga (Ávila), Montblanc (Tarragona), Buñol (Valencia), La Hiruela (Madrid) y Almagro (Ciudad Real). Una celebración que ha servido además para la puesta en común entre todos ellos de diversas soluciones para combatir la despoblación rural.
Viajamos a Santillana del Mar para refutar sus tres famosas mentiras, vivir el esplendor señorial de sus calles, caminar sus alrededores, probar un buen cocido montañés, visitar sus museos y, cómo no, acercarnos a Altamira. Nos cruzamos con peregrinos que hacen el Camino de Santiago del norte, probamos sus sobaos y sus quesadas, contemplamos las vacas de su entorno y charlamos con sus vecinos. Todo con la música de unos piteros con tambor que tocan en alguna de sus calles empedradas, y que suenan en toda la población.
El museo y la cueva de Altamira, la Capilla Sixtina del arte rupestre
Sería un crimen pasar por Santillana del Mar y no acercarse a ver el Museo de Altamira, a solo 5 minutos en coche desde el pueblo. La cueva original es difícil verla, pero no imposible. Desde 2014 un programa de visitas permite a unos pocos elegidos adentrarse en la cueva donde se conservan las famosas pinturas rupestres de 15.000 años de antigüedad. Cada viernes, y mediante sorteo, cinco personas son elegidas para adentrarse en ella bajo un estricto protocolo de indumentaria, iluminación y tiempo.
Pero si no hay suerte, en el Museo de Altamira se encuentra la Neocueva, una reproducción exacta y milimétrica de la cueva original en la que podemos ver una fiel reproducción de las famosas pinturas de bisontes, ciervos y otras figuras, como si nos adentráramos en la cueva original. Además podremos ponernos en contexto para comprender el entorno histórico del que hablamos, su naturaleza, el descubrimiento del arte, la arqueología prehistórica y cómo era la vida entonces. Una visita interesante y didáctica para toda la familia.
La Colegiata de Santa Juliana, una joya del siglo XII
La Colegiata de Santa Juliana marca el centro del interés de Santillana del Mar. Y de hecho, la santa cuyos restos descansan en su interior es la que le da nombre al pueblo: Santa Juliana - Sant Iuliana - Santillana. Por lo que teniendo en cuenta que en ella se encuentra una santa, podríamos decir que efectivamente, y al contrario de lo que se cree, Santillana sí es santa. O al menos eso podrán defender sus más devotos.
La iglesia es una maravilla románica del siglo XII con añadidos posteriores y sin duda merece la pena entrar a visitarla. Lo haremos por el claustro, cuidado y excelentemente conservado donde llaman la atención los detallados capiteles de sus columnas, y lo atravesaremos para conocer el templo, donde destacan un retablo del siglo XV-XVI que mezcla elementos del gótico flamígero y del plateresco, y la tumba de Santa Juliana, en el centro de la nave.
El casco histórico, un viaje al pasado entre piedras señoriales
El casco histórico de Santillana es su cara más conocida, y es totalmente comprensible. Su trazado urbanístico se ha mantenido prácticamente inalterado desde el siglo XVI hasta nuestros días, y gran parte de sus edificios datan de los siglos XVII y XVIII. Todo nació alrededor de la Colegiata y no tardó en aparecer también la Plaza del Mercado, en torno a la cual nacieron las más importantes edificaciones medievales civiles, como la Torre del Merino y la Torre de Don Borja de los siglos XIV y XV respectivamente. Un trazado, por cierto, en el que no encontramos grandes desniveles al encontrarse en un valle, y que se podría considerar prácticamente plano. Es decir, llano. Por lo que Santillana sí se podría considerar llana.
Por Santillana hay que pasear con tranquilidad, y si es a primera hora, cuando aún no ha sido tomada por los turistas, mejor que mejor. Al caminar por sus calles iremos dejando edificios monumentales a nuestro paso, maravillas arquitectónicas de firmes sillares de piedra que sacan a relucir el esplendor pasado de la villa. Los escudos nobiliarios de las fachadas así lo demuestran. La Casa de Leonor de la Vega, la Casa de la Parra, la Casa de Los Villa, la casona de Los Quevedo y Cossio o la casa de Los Abades son un excelente ejemplo de ello. Tampoco podemos pasar por alto ni el Convento Regina Coeli ni el Convento de San Ildefonso.
Santillana sí tiene mar, e incluso playas
Una cosa es el casco histórico de Santillana, el que conoce todo el mundo, y otra muy distinta el término municipal de Santillana del Mar. En él tienen cabida diez pueblos más: Arroyo, Camplengo, Herrán, Mijares, Queveda, Ubiarco, Vispieres, Viveda, Yuso y Riaño. Y así, por tanto, podemos considerar que Santillana sí tiene mar, pues su municipio se extiende hasta la costa.
Merece la pena acercarse a ver la playa de Zapera, a la que podemos llegar tras un paseo de unos 15 minutos por una pista de tierra y donde se forma una piscina natural, o la playa de Santa Justa, de fácil acceso y donde la ermita de la misma santa recibe las olas más furiosas del Cantábrico. Ambas, por cierto, en el término de Ubiarco.
Museos y senderismo, todo vale en Santillana
En Santillana los museos no hay que dejarlos solo para cuando llueve, sino que deberían ser una visita obligatoria haga el tiempo que haga. Cerca de la colegiata se encuentra el museo del escultor Jesús Otero, natural de Santillana, no muy lejos, también en el casco viejo, está el museo de la tortura, donde se le pega un buen repaso histórico a la Inquisición, y ya al otro lado de la travesía encontramos el museo diocesano, en el Convento Regina Coeli, donde se estudia y expone una parte importante del patrimonio artístico religioso de la Diócesis.
Y si no queremos limitarnos al casco histórico, sino que nos animamos a descubrir las zonas menos conocidas de Santillana, no tenemos más que calzarnos las botas y salir a caminar por sus caminos. En Santillana hay tres rutas de senderismo principales: la que lleva a la playa de Zapera ya comentada, la que sube al monte Castillo, en Bispieres, donde se encuentran las ruinas de una fortaleza medieval y obtenemos una excelente panorámica de 360º, y la ruta que sube al Cincho, donde permanecen los restos de un casco cántabro.