Seis destinos europeos para huir del calor
Si cuando aprieta el calor nos entran ganas de huir, en Europa opciones no faltan para encontrar un destino más fresco y apetecible. En caso de que las playas y montañas de la península ibérica no sean suficientes, una solución pasa por coger un vuelo, no muy largo, y poner rumbo a países como Escocia, Islandia, Noruega, Alemania, Dinamarca o Irlanda, donde las temperaturas son bastante más bajas por mucho que sea verano.
Si no quieres irte lejos este verano de 2024 también tienes unas cuantas opciones en España para huir del calor en verano, pero si te apetece ir un paso más allá te proponemos seis destinos de Europa en los que te tendrás que abrigar incluso en junio, julio o agosto. Si quieres hacer un viaje largo de al menos diez días, echa un ojo a lugares como Escocia o Islandia. Si solo dispones de un fin de semana, entonces puedes centrarte en ciudades como Copenhague o Dublín. Y si lo que quieres es una cosa intermedia, puedes dedicar unos días a descubrir lugares como los fiordos noruegos o la Selva Negra alemana.
Escocia, intensamente verde
Escocia se merece un buen viaje de al menos unos 10 días –cuanto más, mejor–. El plan ideal es llegar a uno de sus aeropuertos principales, en Glasgow o Edimburgo, y recorrer el resto del país en coche. Vamos a ver montañas, prados infinitos, acantilados, lagos y algún que otro castillo que seguro nos trasladará a alguna película o serie que tengamos en el recuerdo. Además de sus principales urbes, una de sus paradas imprescindibles es la mítica isla de Skye, pero también deberemos incluir en nuestra ruta lugares como el Castillo de Elian Donan y el Lago Ness, así como ciudades como Stirling e Inverness. Para los amantes de la historia, o al menos los más cinéfilos, el monumento a William Wallace, que dirigió a las tropas escocesas frente a la ocupación inglesa y protagonizó la película Braveheart, tampoco debería faltar en tus planes.
Islandia: volcanes, cascadas y aguas termales
Islandia es otro de esos destinos a los que tendrás que llevarte un abrigo aunque sea verano, y sin necesidad de cambiar de hemisferio. Parece que está lejos, pero solo tardarás algo más de 4 horas en avión y los paisajes y el clima cambiarán radicalmente. Como en Escocia, la mejor opción es recorrer el país en coche y a tu aire para así ir alternando lagos, géiseres, aguas termales, praderas infinitas, cascadas y paisajes dibujados por una naturaleza extrema.
Reikiavik, su capital, es una interesante ciudad que visitar, pero posiblemente en tu mente tengas prioridades como las cascadas de Skógafoss, Seljalandsfoss o Svartifoss, lagos como los de Viti, Kleifarvatn o Mývatn, en el que además hay baños termales gracias a la actividad volcánica del subsuelo. Si quieres repetir en invierno ten en cuenta que Islandia es uno de los mejores destinos del mundo para ver auroras boreales.
Los fiordos noruegos, donde el mar y la tierra se abrazan
No es raro recurrir a un crucero o a un viaje organizado para descubrir la Noruega de los fiordos, pero también es perfectamente posible recorrerla a nuestro aire si es lo que preferimos. Bergen puede ser un buen punto de inicio y desde ahí iremos recorriendo las estrechas carreteras noruegas sorteando fiordo tras fiordo hacia el norte, atravesando este espectacular territorio moldeado por sucesivas glaciaciones. ¿Qué fiordos ver? No es una pregunta fácil porque hay muchos y todos tienen muchos brazos, pero algunos de los de mayor renombre son los de Sognefjord, Nærøyfjord y Geirangerfjord, estos dos últimos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es muy recomendable hacer alguna actividad desde el agua, ya sea en barco o en kayak, para así ser verdaderamente conscientes de la inmensidad de estas formaciones en las que se adentra el mar.
La Selva Negra, en Alemania
Alemania tiene muchos rincones a los que podemos viajar en busca de temperaturas frescas, pero la Selva Negra puede ser perfecta si además vamos en busca de verde. La frondosidad de su naturaleza y el encanto de sus pueblos de arquitectura tradicional nos dan la bienvenida en una región que se encaja entre Francia y Suiza. Desde Baden-Baden, en el norte, hasta Friburgo de Brisgovia, en el sur, a nuestro paso dejaremos bosques, lagos como el Titisee y el Schluchsee, viñedos, así como pueblos como Sasbachwalden, Triberg, Gengenbach y Schiltach por los que podremos pasear rodeados de casas con entramados de madera y balcones repletos de flores. Cómo no, la propia ciudad de Friburgo también se merece parte de nuestro tiempo, con su catedral y animado ambiente universitario.
Copenhague, más allá de su sirenita
Copenhague da para un fin de semana y para mucho más, pero aunque sea solo para una breve escapada el fresquito está asegurado. Si es tu primera vez en la capital danesa tendrás que ir a conocer su sirenita, la escultura de bronce de 1913 que tanta fama da a la ciudad, pero en tu agenda no debes olvidar incluir el puerto de Nyhavn, el palacio de Amalienborg, el castillo de Rosenborg o la iglesia de Frederiks Kirke. Para hacer algo diferente date un paseo por la ciudad libre de Christiania, un barrio autogobernado que da cobijo a unos mil vecinos que viven de forma comunal y anarquista. Y no olvides probar algo tan típico como el smørrebrød, una buena rebanada de pan negro con mantequilla y diferentes ingredientes fríos a gusto del consumidor.
Dublín, con ambiente en cada esquina
Dublín es la capital de Irlanda y resulta fácil llegar desde varias ciudades españolas. Un fin de semana te dejará con ganas de más, pero puedes ser una muy buena opción para rebajar un poco la temperatura mientras disfrutamos del ambiente de sus calles. Aunque el Temple Bar sea uno de sus pubs más conocidos, en realidad su centro está plagado de muchos otros pubs en los que disfrutar de su gastronomía, sus cervezas locales y de música en directo, como ocurre en The Church Café. No debes pasar por alto el Trinity College, que es todo un símbolo de Dublín gracias también a su espectacular biblioteca, la cárcel de Kilmainham o el museo EPIC dedicado a la emigración irlandesa.