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Marruecos es un destino altamente atractivo. Es un país vecino, muy cercano, pero sin embargo ofrece una buena dosis de contrastes para los que viajamos desde Europa. Marrakech, Fez, Rabat, Chauen, Merzouga y tantos y tantos nombres resuenan en nuestra cabeza cuando pensamos en algunos de sus lugares más bonitos y llamativos, pero sin embargo, la ciudad de Tánger a veces es la gran olvidada. Parece que está demasiado cerca como para que pueda llamarnos la atención, y es que efectivamente está tan cerca que muchas veces la pasamos por encima, literalmente.
A Tánger es fácil llegar, tanto en barco como en avión, y tiene el tamaño perfecto para poder dedicarle un fin de semana. Es una ciudad que nos cuenta muchas cosas con solo pasear por sus calles, ajetreada como ella sola y llena de vida, pero poco estresante para el viajero que aterriza por primera vez en Marruecos si la comparamos con ciudades mucho más turísticas como Fez o Marrakech. Por lo que puede resultar una buena toma de contacto para aquellos que empiezan antes de sumergirnos en las zonas más demandadas del país.
Tánger es amable, multicultural, abierta y hospitalaria, y aunque no destaque por su belleza o por su exotismo, bien se merece una visita de al menos un par de días para conocer su historia, su importancia y su cultura, tan cercana y tan lejana al mismo tiempo.
Tánger tiene una larga historia a sus espaldas y su ubicación estratégica, a un paso de Europa y en la puerta de África, ha hecho que hayan sido muchos los que se han interesado por ella a lo largo de los siglos. Podríamos remontarnos más allá de su pasado bereber, cuando era especialmente valorada por los fenicios gracias a su excelente puerto allá por el siglo V a.C., y mencionar también el periodo de dominio romano, bizantino y visigodo, pero podemos saltar directamente hasta principios del siglo VIII d.C., cuando pasó a ser musulmana al ser tomada por Musa ibn Nusair en su camino a la península ibérica.
Pero conforme los árabes fueron perdiendo fuerza en Europa, al otro lado del estrecho Tánger relucía como un suculento punto estratégico, de manera que cayó en manos de Portugal de mediados del siglo XV a mediados del XVII, hasta que en 1661 se la regaló a Inglaterra como parte de la dote de la infanta Catalina de Braganza al casarse con el rey Carlos II de Inglaterra. Un par de décadas después volvió a ser musulmana y a finales del siglo XVIII se convirtió en la capital diplomática del reino de Marruecos.
Curiosamente, en 1821 la embajada estadounidense de Tánger se convirtió en la primera propiedad que Estados Unidos tuvo fuera de sus fronteras, y en 1923 España, Francia y Reino Unido firmaron un acuerdo que declaraba el condominio de estos países sobre lo que pasó a ser la Zona Internacional de Tánger. A ellos se sumaron Bélgica, Países Bajos, Portugal, Suecia e Italia, e incluso la Unión Soviética cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial. De 1940 a 1945 fue tomada por las tropas españolas enviadas por Franco, y tras su retirada volvió a ser un condominio. La independencia de Marruecos en 1956 puso en marcha un proceso de desinternacionalización que culminó cuando la ciudad se incorporó a Marruecos en 1960. De manera que, teniendo en cuenta su variopinto pasado, nos podemos hacer una idea de la mezcla tan diversa que podemos encontrar en sus calles.
Sabiendo todo esto, Tánger gana aún más interés a la hora de preparar una visita. Su lado más moderno, de anchas avenidas y coches último modelo, nos hará pensar que no hemos cambiado de continente. Pero conforme nos acercamos a la ciudad vieja y las calles se estrechan, las aceras desaparecen y los puestos de sus infinitas tiendas nos ofrecen todo lo imaginable, la imagen de Tánger cambia radicalmente.
Tánger cuida con mimo su medina, muestra de ello son los numerosos edificios que han sido rehabilitados en los últimos años para mejorar su imagen, y las zonas ajardinadas que la rodean y nos llevan hasta ella. Por lo que sí, algunas de esas cosas que no te puedes perder de Tánger se encuentran en su medina, pero también hay muchas otras, además de su puerto o sus playas, que se encuentran fuera de ella. Por lo que si quieres dedicar un par de días a Tánger aquí tienes una pequeña lista para guiar tus pasos.
La medina de Tánger no es grande, podemos recorrerla a pie fácilmente, teniendo en cuenta eso sí que no hay coches y que tiene importantes pendientes. Una vez que entremos en ella a través de alguna de sus características puertas todo cambia en su interior y sus laberínticas calles nos llevan a otro mundo. Entre que te pierdes y te encuentras una y otra vez, no deberías pasar por alto algunas de estas paradas:
La medina es una ínfima parte de Tánger, por lo que ya sea en el resto de la ciudad que la rodea o a varios kilómetros de allí, también vamos a tener mucho que ver. Merece la pena pasear tanto por su puerto como por el antiguo barrio español de Tánger, donde encontrarás instituciones como el Instituto Cervantes.
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