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Muchas culturas han pasado por la península ibérica en los dos últimos milenios. Algunas de ellas han tenido el agua como elemento común y, aunque el baño no significase lo mismo para todas, romanos, musulmanes y judíos han dejado en nuestras geografía buenos ejemplos de sus infraestructuras dedicadas a ello.
Los romanos hicieron de sus termas un lugar de encuentro y ocio, los árabes de sus hammams lugares de baño y charla, y los judíos de sus mikves un espacio íntimo de purificación. Unos con otros, y junto a yacimientos que implican viejas ciudades, antiguas mezquitas y desaparecidas sinagogas, hoy podemos visitar en España algún que otro superviviente que une a estas tres culturas en torno al agua, el elemento vital.
La presencia del Imperio Romano dejó un buen número de termas repartidas por toda Hispania. Aunque también las había privadas en su mayoría eran grandes baños públicos, un lugar de higiene pero también de encuentro y reunión, con una importante función social, cultural y política. Se componían de tres zonas de baño principales: el caldarium, el tepidarium y el frigidarium, que ofrecían agua fría, templada y caliente respectivamente. Además se completaban con otras salas, como vestuarios y saunas, y pistas de deporte en las que ejercitarse. En Hispania hay presencia de termas romanas desde aproximadamente el siglo II a.C.
Entre los numerosos yacimientos arqueológicos romanos que se mantienen en España hay varias termas que merece la pena conocer, aunque el estado de conservación de la mayoría solo nos deje intuir sus plantas y sistemas de calefacción bajo el suelo con los que se calentaba el agua. Por citar algunas, tenemos las termas romanas de Valentia (Valencia), las de Baetulo (Badalona, Barcelona), las de Tarraco (Tarragona), las de Campo Valdés (Gijón), las de Caesaraugusta (Zaragoza), las de Lugo, las de Itálica (Santiponce, Sevilla), las de Carmona (Sevilla), las de Munigua (Villanueva de Río y Minas, Sevilla), las de Segóbriga (Saelices, Cuenca) o, cómo no, las termas romanas de Mérida.
La cultura islámica siempre ha estado estrechamente relacionada con el agua, no tienes más que darte un paseo por el Generalife y los jardines de la Alhambra, en Granada, para verlo con tus propios ojos. Pero más allá del ornamento y su sonido evocador, el agua es un elemento fundamental en los hammams, los populares baños árabes. Baños de vapor, pero también de agua con estancias a diferentes temperaturas, que además de cumplir con una importante función higienizante servían de lugar de reunión y encuentro social. Su concepto es una evolución de los modelos griegos y romanos, convirtiéndose a veces en auténticos modelos arquitectónicos.
Al-Ándalus, es decir, la península ibérica musulmana de la edad media, contó con un gran número de baños públicos árabes. Algunos han resistido el paso de los siglos y aún podemos ver sus estancias sencillas, de motivos geométricos e iluminadas mediante pequeños tragaluces en forma de estrella en sus bóvedas. No se conocen tantos como termas romanas pero su estado de conservación suele ser muy superior. Los baños árabes del Palacio de Villardompardo, en Jaén, son un buen ejemplo de ello. Los de El Bañuelo, en Granada, también son dignos de visitar, así como los de baños califales de Córdoba, los baños árabes de Palma, en Mallorca, o los espectaculares baños árabes de Ronda, en Málaga. Todos ellos comprendidos entre los siglos XI, como los de Villardompardo, y el XIV, como los de Ronda. Recientemente, además, se ha descubierto un hammam del siglo XII en un bar del centro histórico de Sevilla.
Las mikves no tienen nada que ver con las termas romanas o los hammams islámicos. No son baños públicos y ni mucho menos son un lugar de encuentro social, sino el recinto en el que llevar a cabo los baños de purificación que prescribe el judaísmo. Pequeños pozos construidos en el suelo en los que poder sumergirse por completo, y en los que el agua ha de tener siempre corriente y nunca puede estar estancada. Un ritual que simboliza un renacimiento, una renovación o un cambio de estatus. Por lo que si las termas romanas eran un lugar de ejercicio y charla, y los hammams islámicos un lugar de limpieza y relax, las mikves tienen un importante papel ceremonial y litúrgico.
Muchas ciudades actuales españolas deben parte de su casco histórico a las antiguas juderías medievales, pero no son muchas las mikves que han aguantado el paso de los siglos hasta nuestros días. Aun así, si queremos conocer algunas mikves medievales tenemos algunas que bien merece la pena conocer. Por ejemplo, la mikve de Girona, del siglo XV y encontrada donde se hallaba la tercera y última sinagoga de su judería; la mikve de Córdoba, recuperada en el solar anexo a la antigua sinagoga de la ciudad; la mikve de Besalú, en Girona, del siglo XII y situada bajo los restos de la antigua sinagoga, junto al río Fluvià; y la mikve de Úbeda, en Jaén, que forma parte de un espacio museístico conocido como La Sinagoga del Agua.
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