Los trampantojos de Romangordo, donde nada es lo que parece

Calles que cuentan la historia de un pueblo.

Roberto Ruiz

'Trampantojo': De trampa ante ojo. 1m. coloq. 'Trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es'.

Así define la Real Academia Española lo que vamos a encontrar a nuestro paso por las calles de Romangordo, una pequeña localidad cacereña de poco más de 260 habitantes que se ha convertido en todo un referente turístico.

En las inmediaciones del Parque Nacional de Monfragüe, no lejos de las aguas del río Tajo y a solo 5 minutos de la autovía A5 encontramos la villa de Romangordo. Aquí una iniciativa que puso en marcha el Ayuntamiento a finales de 2016 ha hecho que nada parezca lo que es, o más bien, que todo parezca lo que un día fue. Las paredes y las puertas de sus vecinos se han convertido en un lienzo donde artistas extremeños han plasmado las costumbres, los oficios y la cultura de sus antepasados para que sigan tan vivas como entonces. Y así, de paso, mostrar a los visitantes las raíces más auténticas de este municipio de las entrañas de Cáceres. 

Ilusiones ópticas al aire libre

Todo empezó en un rincón algo feo donde terminaban varias viviendas, un espacio que necesitaba ser adecentado y donde Charo Cordero, alcaldesa de Romangordo, vio la oportunidad de crear un mural en el que se representaran escenas cotidianas del pueblo de 40 y 50 años atrás. Así nació 'El rincón del burro', la primera de muchas pinturas que comenzarían a decorar las calles de Romangordo.

Poco a poco, viendo la aceptación de los vecinos y que ningún visitante se quería ir sin su foto en este trampantojo en el que un burro carga con un serón lleno de peras, se decidió hacer nuevas pinturas en las que se fueran representando el pasado del pueblo. Así los de allí lo recordarían, serviría de homenaje a sus antepasados, y los de fuera conocerían su historia con solo darse un paseo por el pueblo.

Los artistas Jonathan Sojo y Jesús Brea fueron los encargados de comenzar a plasmar la vida de Romangordo en sus paredes y ellos mismos, entre otras muchas colaboraciones, son los principales responsables de este arte documental que cuenta con la inestimable ayuda de los mayores del lugar. Poco a poco el número de trampantojos creció, creció y creció hasta alcanzar el centenar de pinturas, la última inaugurada hace solo unos días. Y es que entre murales, puertas y frases, como poemas o fragmentos de libros, Romangordo se ha ido decorando hasta convertirse en el museo al aire libre que es hoy día.

Vida e historia a la vista de todos

'Puerta a puerta, pintaremos nuestra vida y nuestra historia', dice uno de los lemas del arte urbano de Romangordo. No hay más que darse un paseo por sus calles para descubrir oficios y tradiciones que un día marcaron el día a día del pueblo. Una mujer haciendo queso, un hombre dedicado al corcho, animales de granja en cada rincón, escenas de agricultura, el zapatero, el herrero, las colmenas, el telar, el oficio del albardero, los pregoneros, el panadero, las lavanderas… y así una larga lista de pinturas repartidas por todo el pueblo. 

En 'Romangordo, imágenes que marcan la identidad de un pueblo' no faltan tampoco escenas del propio pueblo, se dibujan calles donde no las hay para que los niños jueguen con canicas, combas y tirachinas, los vecinos vayan a la botica, el profesor imparta sus clases en la escuela, las ancianas descansen junto a la puerta de su casa, las mujeres cosan al fresco de la calle, el silletero las observe de cerca, un camión cargue las botellas de gaseosa recién salidas de la fábrica de 'La Marilola' o la centralita telefónica recuerde a tía Felisa, vecina que llevó a cabo esta actividad.

Dar un paseo por Romangordo es adentrarse en su pasado pero sin perder de vista tampoco el presente, como demuestra el mural que da la bienvenida al pueblo, los retratos que decoran la residencia de ancianos o la fachada dedicada a la lucha contra la violencia de género. También los pintores del pueblo tienen un reconocimiento en sus propias calles. Álvaro Quintana, romangordeño que estudió bellas artes en Madrid, es el autor junto a amigos de la universidad de un conjunto de seis obras que recuerdan a los artistas que vio nacer Romangordo.

Trampantojos y mucho más

“En pocos años hemos pasado de las seis mil visitas al año a las 47.000 que registramos en 2019, y eso teniendo en cuenta únicamente las que quedan formalmente registradas en la Casa de los Aromas”, afirma Juan Antonio Salazar, dinamizador de la oficina de turismo de Romangordo junto a su compañera Isabel María Martín. Con estas cifras queda claro que los trampantojos han puesto a Romangordo en el mapa turístico de visitantes llegados de dentro y fuera del territorio nacional, pudiendo darles a conocer así otros lugares de interés que también merecen una visita.

La propia Casa de los Aromas que hace de oficina de turismo, donde podemos recibir toda la información necesaria y hacernos con un mapa del municipio con todos sus atractivos marcados, es un centro de educación ambiental donde se llevan a cabo diversas actividades y talleres, rodeado por un hermoso jardín de plantas aromáticas y medicinales que cuentan la tradición boticaria de la zona. Allí mismo, además de a la ruta de los trampantojos, te podrán conducir a los otros dos centros de interpretación de Romangordo: el de la Ruta de los Ingleses, donde se narra la batalla del puente de Lugar Nuevo que tuvo lugar durante la Guerra de la Independencia; y el Ecomuseo de la Casa del Tío Cáscoles, que nos adentra en la arquitectura tradicional a través de todo un viaje etnográfico. 

Fuera del municipio, pero solo a unos kilómetros, encontramos también el yacimiento arqueológico de Majadat al-Balat, un asentamiento de la época del Al-Andalus que hacía de control en un vado del río Tajo, así como las cuevas de la Garganta Canaleja, un complejo subterráneo que ha sido utilizado por comunidades humanas desde hace unos 10.000 años hasta la fecha. Por lo que con este plan, queda claro que al llegar a Romangordo es recomendable dejar las prisas en casa.

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