Tres bosques llamativos de España que son perfectos para visitar en invierno
España, un país con una geografía diversa, alberga en su territorio algunos paisajes impresionantes. Desde montañas hasta playas bañadas por el sol, sus rincones naturales son un verdadero tesoro. Sin embargo, durante el invierno, los bosques adquieren un protagonismo especial: sus árboles se visten con un aire distinto, el ambiente se llena de tranquilidad y los senderos invitan a una experiencia en plena naturaleza.
Esta estación convierte a muchos de estos parajes en lugares ideales para pasear, explorar y conectar con el entorno. Los bosques españoles, con su rica biodiversidad y paisajes, no solo ofrecen belleza visual, sino también una oportunidad para disfrutar de actividades al aire libre mientras se escapa del bullicio de las ciudades.
Selva de Irati, Navarra
En pleno Pirineo navarro, la Selva de Irati es un verdadero tesoro natural que se extiende por más de 17.000 hectáreas. Este bosque de hayas y abetos es uno de los más grandes y mejor conservados de Europa, y en invierno su atmósfera cambia radicalmente. Las nevadas cubren el suelo con un manto blanco que contrasta con las ramas desnudas de los árboles, creando un espectáculo visual único.
El acceso principal a la Selva de Irati se realiza desde los pueblos de Ochagavía y Orbaitzeta, donde los visitantes pueden encontrar información sobre las diversas rutas que atraviesan este espacio protegido. Uno de los senderos más recomendados para esta época del año es el que conduce al embalse de Irabia, una tranquila lámina de agua que refleja la belleza circundante. El camino, adecuado para toda la familia, está perfectamente señalizado y permite disfrutar de vistas panorámicas que varían con cada estación.
Para quienes deseen disfrutar de la experiencia completa, en los pueblos de los alrededores se ofrecen actividades complementarias, como rutas guiadas y degustaciones de productos típicos de la región. Entre las especialidades destaca el queso de Idiazábal, perfecto para reponer fuerzas tras una jornada al aire libre.
El Bosque de Muniellos (Asturias)
En el corazón del Principado de Asturias, dentro del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, se encuentra el Bosque de Muniellos. Este paraje, considerado una de las reservas de robles más importantes de Europa, es un lugar para explorar en invierno. Declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO en el años 2000, cuenta con acceso limitado.
El recorrido principal, de aproximadamente 20 kilómetros, se desarrolla a lo largo de un sendero circular que permite apreciar la diversidad de paisajes del bosque. Aunque puede resultar exigente debido a la extensión y a los desniveles, el esfuerzo merece la pena. En invierno, el entorno se cubre de una fina capa de hielo y nieve que añade un toque mágico al paisaje. Los robles, muchos de ellos con más de 300 años de antigüedad.
Entre los puntos de interés del bosque destaca la presencia de varias lagunas glaciares, como las de la Pena y la Grande. Además, el bosque es hogar de especies emblemáticas como el oso pardo y el urogallo, aunque su avistamiento es poco frecuente.
Debido a la fragilidad del ecosistema, el acceso a Muniellos está restringido a un máximo de 20 personas por día, lo que garantiza la conservación del entorno y una experiencia tranquila para los visitantes. Es necesario solicitar un permiso con antelación.
El Faedo de Ciñera, León
En la provincia de León, dentro del municipio de Ciñera de Gordón, se encuentra el Faedo de Ciñera, considerado uno de los hayedos más antiguos y mejor conservados de España. Este bosque, que parece pertenecer a otro tiempo, es especialmente atractivo en invierno, cuando la quietud del paisaje se combina con la majestuosidad de los árboles desnudos. Fue declarado Bosque Mejor Cuidado de España en 2007.
El recorrido por el Faedo es accesible y está repleto de puntos de interés, como la centenaria haya conocida como Fagus, considerada uno de los ejemplares más longevos de la península. A medida que se avanza, el sendero serpentea junto al arroyo Villar, cuyas aguas cristalinas adquieren un matiz especial en invierno, reflejando los tonos fríos del entorno. Otro de los puntos más destacados de este recorrido es un antiguo puente de piedra, que añade un toque de encanto histórico al lugar. Aunque el bosque es pequeño en extensión, su valor radica en la tranquilidad que transmite y en la sensación de estar caminando por un paisaje prácticamente intacto.
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