Turismo slow: el arte de viajar despacio
“Estoy más cansado que cuando me fui”. Seguramente hayas escuchado esta frase en boca de algún familiar o conocido tras regresar de unas vacaciones. Puede que tú mismo la hayas pronunciado en más de una ocasión, tras dedicar varios días de descanso a conocer a algún destino y que estos hayan acabado convertidos en una auténtica carrera contrareloj dominada por el estrés de ‘verlo todo’ y la obsesión por tachar de la lista el mayor número de monumentos posibles. ¿Te suena?
Como contraposición a esta forma de viajar, nace el turismo slow, una filosofía que huye de las prisas y reivindica la lentitud a la hora de descubrir un lugar. O, lo que es lo mismo, apostar por acumular vivencias y zafarse de ese sentimiento de culpabilidad que nos invade si no hemos podido visitar algún punto histórico. El turismo slow también propone al viajero escapar de las planificaciones milimétricas, de las zonas masificadas y, sobre todo, imbuirse en la cultura local, pues son los propios lugareños los que con sus consejos y recomendaciones pueden mostrarnos la cara más auténtica del destino que queremos explorar.
De Italia a España
El concepto ‘turismo lento’ encuentra sus raíces en Italia, en la década de los 80. Fue allí donde se inició el movimiento slow con el objetivo de frenar el avance de los establecimientos de comida rápida y poner en valor los restaurantes locales, para que los turistas pudiesen saborear la gastronomía típica de cada región. La filosofía se trasladó posteriormente a la experiencia de viajar, como contraposición al turismo de masas y con el objetivo de promover un turismo sostenible y responsable con el medioambiente.
En España, el movimiento también ha encontrado adeptos y son varias las regiones y localidades que lo fomentan. Galicia, por ejemplo, lo potencia desde hace varios años. Concretamente, desde 2016, momento en el que se puso en marcha la iniciativa ‘Turismo Slow Norte de Galicia’, auspiciada por las mancomunidades de Ferrolterra Rías Altas y la Mariña Lucense, con el apoyo de la Xunta.
El proyecto comprende un territorio amplio, desde la frontera con Asturias hasta la Ría de Ferrol. De ahí su nombre y que en sus eslóganes se juegue con la terminología ‘el norte del norte’. En el territorio hay villas históricas muy conocidas, como Ribadeo, Mondoñedo, Viveiro, Ortigueira, Pontedeume; zonas naturales protegidas (Monumento Natural Praia das Catedrais, Reserva Biosferra Terras do Miño, Fragas do Eume, Acantilados del Loiba), y accidentes geográficos como el Cabo Ortegal, la Ría de Cedeira, Ría de Ortigueira, o el Río Eo.
Un turismo sostenible y no masificado
El objetivo principal de Turismo Slow Norte de Galicia es posicionar la zona más septentrional de la región como un destino turístico sostenible, favoreciendo el conocimiento de la cultura local, el respeto por el patrimonio natural, así como la calidad en la atención a las personas que la visitan. Todo ello, preservando el equilibrio territorial, impulsando la redistribución de turistas por los diferentes puntos de interés para evitar masificaciones perjudiciales tanto para los recursos naturales que las soportan, como para la calidad de los servicios que se prestan en esas zonas.
¿Y qué tipo de viajeros son más propensos a abrazar esta filosofía? Según María Traveso, Coordinadora de Turismo Slow Norte de Galicia, “se trata de personas que entienden el viaje como parte también de las vacaciones, no como un trámite para llegar a un sitio, por lo que no se dejan llevar por imposiciones comerciales, sino que se interesan por conocer el destino a su ritmo, sin objetivos cuantificables. No les importa tanto el número de cosas por ver, sino la calidad de los momentos”.
El viajero ‘lento’ también suele usar medios de transporte públicos, preferentemente respetuosos con el medio ambiente, y realizar muchas actividades al aire libre, como caminar o montar en bici.
En cuanto a la planificación, precisamente para poder disponer con libertad de su tiempo, prefieren ir por su cuenta, y escogen alojamientos de pequeño tamaño, ubicados en zonas rurales. De ahí que el proyecto gallego huya de los tradicionales paquetes vacacionales y en su lugar ofrezca al turista información sobre determinados alojamientos de la zona (todos cuentan con menos de 20 habitaciones y están ubicados en localidades de menos de 10.000 habitantes) y, sobre todo, apueste por ponerles en contacto con los regentes de dichos hospedajes, pues son ellos, como oriundos del lugar, quienes mejor pueden orientarlos en función de sus preferencias y necesidades.
“En este proyecto no hay itinerarios programados, ni actividades prefijadas ni listado de lugares imprescindibles, aunque por supuesto hay mucho que ver, hacer o visitar, pero entendemos que, según el momento y la persona, puede ser más interesante seguir disfrutando de una conversación, o quedarte a ver una puesta de sol, que ir corriendo a ver el siguiente museo...”, asegura Traveso.