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El Lanzarote de César Manrique
Fuerteventura es una isla de playas. Quizá, para muchos, en ella se encuentran algunas de las más bonitas de todo el país, pero lo que no se suele comentar tanto es que aquí, en la segunda isla más grande de las Canarias, también se esconde uno de los pueblos con más historia y mayor belleza de todo el archipiélago.
Fuerteventura es también una isla de paisajes. Un lugar donde merece la pena detenerse en algún que otro mirador para contemplar su vasta extensión volcánica, la variada gama de marrones de sus montañas y, también, los pequeños valles donde surge la vegetación. En uno de ellos encontramos Betancuria, un pequeño municipio que forma parte de la asociación de “Los Pueblos más Bonitos de España” y que llama la atención por la historia que tiene a sus espaldas.
Hay que remontarse muy atrás para comenzar a hablar de Betancuria. La villa de Santa María de Betancuria fue fundada por los conquistadores normandos hacia el año 1404. De hecho, Betancuria y Rubicón, en Lanzarote, fueron las primeras ciudades fundadas por los europeos en Canarias y Betancuria tomó el nombre de su propio conquistador: Jean de Bethencourt. Su emplazamiento, en un valle interior, alejado de la costa y rodeado de montañas, facilitaba su defensa y protección, por lo que desde un primer momento Betancuria nació con fines estratégicos.
No tardó en convertirse en el centro rector de la isla y desde aquí partieron campañas para la conquista y colonización de otras islas del archipiélago. Además fue el centro de la evangelización y la obra misionera franciscana en Canarias. Aquí se concentró el poder civil, económico, religioso y militar de la isla hasta el siglo XVIII, cuando se descentralizaron sus funciones. Pero hasta entonces la trayectoria histórica de Betancuria le permitió cosechar un rico patrimonio cultural y artístico que ya en 1979 le valió el reconocimiento como Conjunto Histórico.
Betancuria es de pequeñas dimensiones, por lo que su visita es sencilla, y, si viajamos en nuestro propio vehículo, lo más recomendable es dejarlo en el aparcamiento habilitado a las afueras del pueblo y seguir los senderos que nos llevarán hasta su blanco y coqueto centro histórico. Al resultar tan pintoresco, es un lugar muy visitado y bastante turístico, pero siempre podremos encontrar un rincón de tranquilidad en el que disfrutar del sonido de las fuentes bajo la sombra de los árboles.
La Iglesia de Santa María de Betancuria es el principal elemento que llamará nuestra atención cuando lleguemos al centro del pueblo. Aquí los conquistadores levantaron a comienzos del siglo XV un pequeño oratorio y en 1410 Jean de Bethencourt ordenó sustituirlo por un nuevo templo de estilo gótico francés. Sin embargo, esta iglesia fue destruida en 1593 por los piratas berberiscos, con Xabán Arráez al frente, y quedó arrasada junto a la práctica totalidad de la villa.
Las obras de reconstrucción se extendieron hasta la última década del siglo XVII y el resultado es la iglesia que podemos ver hoy día, donde se recogen elementos góticos, mudéjares, renacentistas y barrocos, y en cuyo interior se encuentra el Museo de Arte Sacro.
El Museo Arqueológico y Etnográfico es otro de los lugares de interés de Betancuria, sobre todo si queremos aprender acerca de cómo era la vida de los aborígenes de la isla antes de la llegada de los europeos. Cuenta con dos salas de exposición equipadas con paneles explicativos, una de ellas está destinada a la cultura material aborigen y la otra al mundo espiritual. Entre una y otra podremos ver diferentes piezas arqueológicas y aprenderemos de paleontología y etnografía para así poder comprender cómo fueron los primeros pobladores de Fuerteventura.
A unos 10 minutos en coche de Betancuria, siguiendo la carretera FV-30 hacia el sur y en plena vega del Río Palmas, se encuentra la ermita de Nuestra Señora de la Peña. Un pequeño templo declarado Bien de Interés Cultural con Categoría de Monumento en 1985.
En esta ermita se encuentra la patrona de Fuerteventura, la Virgen de la Peña, y el actual santuario fue construido a principios del siglo XVIII. Si quieres verla en todo su esplendor has de saber que el tercer sábado de septiembre se celebran las Fiestas de Nuestra Señora de la Peña y romeros, peregrinos y visitantes de toda la isla acuden aquí a rendirle culto a la virgen.
Para conocer el pasado del pueblo también es interesante acercarse a ver los restos del Convento de San Buenaventura. Fue el primer convento fundado en Canarias, concretamente en 1416 bajo los auspicios del papa Benedicto XIII. En él convivieron monjes franciscanos que jugaron un papel fundamental en el desarrollo del pueblo, pero, como tantas otras cosas, fue arrasado por el pirata Xabán Arráez y hoy solo queda en pie parte de la iglesia conventual que, sin techo, nos recuerda la importancia religiosa que tuvo Betancuria en sus inicios.
Como decíamos, Fuerteventura es una isla de miradores, y en las proximidades de Betancuria hay un par de ellos en los que merece la pena pararse. Uno de ellos es el de Morro Velosa, que fue diseñado por César Manrique, el célebre artista lanzaroteño, pero que hoy en día se encuentra cerrado por mantenimiento. A pesar de ello, merece la pena subir hasta él para admirar las vistas y ver las diferentes formas de la isla. Además, muy cerca se encuentra el mirador de Guise y Ayose, donde dos enormes esculturas de 4,5 metros de altura del artista Emiliano Hernández representan a Guise, rey de Maxorata, y a Ayose, rey de Jandía, los dos reinos en los que se dividía la isla antes de la conquista europea. Las vistas son aún más espectaculares que las propias esculturas.
El Lanzarote de César Manrique