Una visita a la concatedral de San Juan en Malta, una de las mejores joyas barrocas del mundo
La Valeta, o Valletta en maltés, es la capital de Malta. Y no es una capital cualquiera, sino una ciudad fortificada que es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1980. Es pintoresca la mires por donde la mires y tiene mil y un rincones en los que merece la pena detenerse. Por ella pasaron fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bizantinos y árabes, pero fue la Orden de los Caballeros de Malta la que nos dejó la ciudad que vemos hoy día. Cuando paseas por sus calles dejas a un lado y otro edificios señoriales levantados en piedra de tono pastel coloridamente decorados con ventanas y balcones de madera que se han vuelto un símbolo de la ciudad. Pero si hay un lugar al que le debes prestar una especial atención, ese es la Concatedral de San Juan.
A lo largo y ancho de todo el país vas a encontrar numerosas iglesias, la histórica fidelidad a la iglesia católica caracteriza Malta y eso se nota allá por donde pases. Pero sin duda la concatedral dedicada en la capital a San Juan Bautista se merece una buena parte de tu tiempo. Cuando llegues a ella y la veas por fuera no entenderás por qué decimos esto.
Ante ti solo verás un edificio austero, flanqueado por dos torres campanario que no dicen mucho y la hacen parecer una fortificación, y que solo transmite sobriedad. Sin embargo, cuando atraviesas su puerta y levantas la vista, ante ti surge una de las mejores joyas del barroco que jamás hayas visto, legado de los Caballeros de San Juan, o lo que es lo mismo, los Caballeros de la Orden de Malta.
Uno de los barrocos más impresionantes del mundo
Todo empezó cuando los Caballeros de la Orden de San Juan tomaron la isla tras la victoria en el Gran Sitio de Malta de 1565, y decidieron construir la ciudad de La Valeta. En ella habría una catedral consagrada a San Juan Bautista. El encargado de construir el templo fue Gerolamo Cassar y Mattia Preti quien llevó a cabo su diseño interior. La obra se alargó durante seis años, pero el trabajo mereció la pena, porque se convirtió en la iglesia barroca más importante de Malta.
En ella todo llama la atención. Mires donde mires. Ya sean sus paredes, su cúpula o incluso su suelo. El esplendor del barroco rezuma por sus cuatro costados y es imposible no maravillarse con sus muros tallados, sus coberturas de pan de oro o sus múltiples pinturas. En ella no se empleó la técnica del estucado, sino que sus paredes de piedra caliza fueron talladas en el sitio para conseguir múltiples representaciones. No hay ni un solo centímetro sin decorar y podríamos pasar horas admirando cada detalle.
El edificio está formado por una nave central y ocho capillas laterales, cada una de ellas con una decoración y dedicadas a las diferentes lenguas que se hablaban en la Orden, como la de Aragón, la de Provenza, la de Alemania, la de Francia, la de Italia o la Anglo-Bávara. La bóveda cuenta con el trabajo del propio maestro italiano Mattia Preti, y en ella se representan distintos episodios de la vida de San Juan Bautista. Para apreciar mejor la bóveda puede ser interesante subir las escaleras que nos llevan al corredor superior de la catedral, desde donde podremos contemplar el templo desde las alturas. Veremos mejor la obra de Pretti, pero sobre todo desde allí tomaremos una mejor conciencia de otra de las maravillas de la concatedral de Malta: su suelo.
El suelo del templo, al completo, está cubierto por 400 lápidas de mármol policromado donde fueron enterrados 400 caballeros de la Orden. Entre ellos se encuentra el propio fundador de la capital, Jean Parisot de la Valette, y todas y cada una de ellas cuentan con las enseñas de cada uno de los caballeros. Por lo que cuando pensábamos que sí habría un espacio sin decorar en esta concatedral, resulta que solo bastaba con mirar debajo de nuestros pies para descubrir lo equivocados que estábamos.
Caravaggio, ni más ni menos
Por si fuera poco, la concatedral de Malta aún esconde algo más. Uno de sus principales atractivos lo encontramos en la sala del antiguo Oratorio, y es que allí se guarda uno de los trabajos más importantes y conocidos de Caravaggio: La decapitación de San Juan. La única obra firmada por el artista y la de mayor tamaño. Fue terminada en 1608 y es un excelente ejemplo de la técnica del claroscuro que el pintor milanés dominaba como nadie. No muy lejos también se encuentra San Jerónimo escribiendo, pintada por Caravaggio en el mismo año, y que a pesar de tener un tamaño menor el juego de luces y sombras es igualmente impactante.
Que estos dos cuadros se encuentren aquí, y no en un museo, tiene una fácil explicación. Caravaggio llegó a Malta en 1607 y su habilidad como pintor le permitió ser nombrado caballero de la Orden de Malta con todos los honores. Incluso el gran maestre de la orden, Alof de Vignacourt, le encargó varios retratos, y uno de ellos se conserva en el Louvre de París. Sin embargo, en el mismo 1608 Caravaggio se vio envuelto en una reyerta en las calles de La Valeta. Fue encarcelado y expulsado de la Orden por faltas a la moral y ser un miembro non grato. Y, aunque no se sabe muy bien cómo, escapó del Fuerte de St. Angelo que lo tenía retenido, huyó del país y se convirtió en un fugitivo. Solo pintó un par de años más antes de su muerte.