El turismo mueve la isla de Zanzíbar, las playas y el color turquesa de sus aguas atraen cada año a miles de visitantes de todo el mundo. Nadie se quiere perder la foto en lo que muchos llaman el paraíso, la típica imagen en la que la arena blanca y las palmeras dan forma a paisajes de postal. Sin embargo, lo que no saben muchos de ellos es que tras los dólares y los chelines tanzanos que dejan a su paso hay otro motor económico de gran importancia en la isla: el cultivo de algas, la segunda fuente de ingresos de Zanzíbar tras el turismo.
En la localidad de Paje, en la costa este de la isla, se encuentra la sede de uno de los pioneros en esto de las granjas de algas. Hay muchas compañías repartidas por Zanzíbar pero el Seaweed Center de Paje es el ejemplo perfecto para entender este fenómeno, un lugar que además podrás visitar para conocer este tipo de agricultura a pie de alga.
Un proyecto local que se convirtió en exportador mundial
Al principio todo comenzó de manera local, las mujeres del pueblo recogían algas para uso propio pero no tardó en surgir la idea de extenderlo a los hoteles en forma de lociones, jabones y productos cosméticos aprovechando el empuje del turismo. Se organizaron, se creó una cooperativa y el proyecto comenzó a crecer. Después su trabajo se convirtió en un atractivo para las visitas turísticas y el crecimiento fue aún mayor, por lo que decidieron tomárselo en serio y con ayuda proporcionada por el gobierno profesionalizaron su labor de cultivo y producción.
“A veces recibimos turistas que hacen la visita y días más tarde nos escriben desde su casa interesados en importar nuestros productos a su país, nos pasa bastante a menudo”, nos comenta entre sonrisas Magnama, guía del Seaweed Center de Paje, al reconocer que ya no dependen del turismo para asegurar la estabilidad económica del grupo. En este proyecto trabajan un total de 17 personas de las que 10 son las mujeres del pueblo que comenzaron con él en 2006, ellas son las “mamas”, las expertas granjeras de algas que realizan todo el proceso, desde su cultivo en el mar hasta el empaquetado de los productos finales.
El cultivo de algas llegó a Zanzíbar a finales de los años ochenta y hoy es la tercera potencia mundial exportadora tras Filipinas e Indonesia. Ahora el cultivo de algas da empleo a unas 25.000 personas en toda isla, de las que se calcula que el 90% son mujeres, y sus productos llegan a infinidad de países de todo el mundo, incluida España.
El aprovechamiento del mar es gratuito y también las propias algas, el océano se encarga de proporcionar todo lo necesario y las protagonistas de esta industria son dos: la Eucheuma denticulatum, más conocida como Spinosum, y la Kappaphycus Alvarezii, o simplemente Cottonii. Dos tipos de algas muy similares pero a las que se les dan usos diferentes. Pero de eso te hablaremos con detalle a continuación.
El proceso: del océano a tu casa
Todo comienza en el océano Índico. En las playas del este de Zanzíbar la pendiente es mínima y con marea baja el mar se retira prácticamente un kilómetro, dejando una fina capa de agua perfecta para el cultivo de las algas. Es en esta extensa superficie donde se ubican las granjas de algas. Las Spinosum se sitúan más cerca y a menor profundidad mientras que las Cottonii más lejos y profundas al necesitar aguas más frías. Pero el proceso es el mismo.
Cuando se comienza desde cero las algas se recogen del mar para comenzar con su cultivo. No tienen raíces y crecen en el agua, por lo que a lo largo de infinidad de cuerdas se atan pequeños trozos de algas, las cuerdas se fijan a la arena mediante estacas y se dejan reposar en el agua. Al cabo de un par de meses las algas habrán crecido triplicando o cuadruplicando su tamaño, en ese momento se recogen dejando una pequeña cantidad en las cuerdas para que el proceso de crecimiento vuelva a comenzar.
La cosecha se lleva a diferentes zonas de secado donde el sol se encarga de deshidratar las algas de manera natural durante 15 días. Una vez secas son molidas para conseguir el producto final, parte reducidas a un fino polvo salado y parte a unos gránulos algo más bastos perfectos para hacer jabones exfoliantes.
Ya en la sala de producción el polvo de alga se mezcla con aceite de coco y cera de abejas, ambos productos procedentes del comercio local, y con una larga lista de especias y condimentos naturales dependiendo del tipo de jabón que se busque. Por ejemplo, canela, cúrcuma, citronela, eucalipto, café y, cómo no, clavo, la especia más exportada en la historia de Zanzíbar. Aquí no hay maquinaria alguna y todo el proceso es hecho a mano. La mezcla resultante contiene un 40% de algas y es vertida en diferentes moldes para dar forma a los futuros jabones. Una vez cortados se introducen durante un mes en una cámara frigorífica (una habitación con aire acondicionado, no imagines nada más sofisticado) para que pierdan la humedad. Y así, finalizado este proceso, los jabones ya están listos para ser empaquetados con mimo para su posterior venta, uso o exportación.
Sin embargo, no todo es tan bonito. Desde hace un tiempo algunas algas sufren cambios de color y muchas de ellas mueren, y lo que en un principio se pensó que podía ser una enfermedad ha resultado tener una explicación aún más grave: el cambio climático. El calentamiento del agua está poniendo en riesgo la supervivencia de los cultivos y con ellos el de la propia economía de toda una isla.
La visita: toca, prueba y colabora
El Seaweed Center de Paje abre sus puertas todos los días y organiza visitas guiadas por sus instalaciones de 8:30 a 16:00h. Su renombre ha crecido de tal manera que los turistas viajan desde Stone Town, el casco viejo de Ciudad de Zanzíbar, para atravesar la isla y conocer este mundo rodeado de algas. La visita tiene un precio de 10 US$ (unos 8,7 €) y verás cómo es el proceso de principio a fin.
Lo primero es lo primero, por lo que antes de comenzar la visita dejarás tu calzado a un lado para ponerte unas sandalias de plástico, unas cangrejeras de toda la vida, porque el paseo comienza en el agua de la playa. También te dejarán un gorro de paja si quieres protegerte de su abrasador sol.
Todo comienza en el agua del océano y allí será tu primera parada. Cuando la marea está baja puedes acceder hasta las plantaciones donde las “mamas” cultivan y recolectan las algas. Conocerás a las trabajadoras de tú a tú, te explicarán el proceso, lo harás con tus propias manos e incluso probarás las algas. Así es imposible no comprender por qué esta materia prima es considerada un verdadero regalo del océano.
Una vez que sabes de dónde sale este oro marino, el tour continúa por la sala en la que nacen los jabones, pero no sin antes probar el espectacular zumo de algas, aguacate, mango, jengibre, fruta de la pasión, zanahoria y pepino que incluye la visita. Como la mejor manera de aprender es tocando y probando, también podrás llevarte a la boca el polvo de algas secas en el que se basan los jabones. Una vez que has visto cómo se les da forma, cómo reposan y cómo se empaquetan, tu visita al Seaweed Center de Paje terminará, cómo no, en la tienda donde podrás colaborar comprando aceites, cremas y jabones recién elaborados.