Blas de Lezo y los fachas
De un tiempo a esta parte, andan los fachas muy salidos –pongamos que cachondos– con la figura del almirante Blas de Lezo; marino de origen vasco que se haría famoso a base de echarle redaños al asunto bélico. Todo en nombre de una patria por la que se quedó tuerto, manco y cojo.
Con tales principios, y sus consiguientes mutilaciones al servicio de la nación española, no es de extrañar que la mentalidad troglodita de nuestra derecha más extrema ensalce su figura. No nos engañemos, Blas de Lezo fue un almirante que, lejos de pelear por la justicia social, lo hizo por servir al rey de turno, en un claro ejemplo de heroísmo patriotero. Por estas cosas, andan pidiendo que se recupere el relato de Blas de Lezo y, con ello, alcanzar el orgasmo épico en una sala de cine.
Si hubieran comprendido el juego que en su día propuso Cervantes, se hubieran dado cuenta de que las narraciones heroicas tuvieron su última aparición con la llegada del Quijote. A partir de la obra cervantina, el antihéroe será el nuevo héroe de la novela moderna. Con todo y con eso, los héroes de bizarría y peso testicular encontrarán su hueco en el cine.
Aquí, en España contábamos con las producciones cipotudas de Cifesa. Si entonces no se hizo película alguna sobre Blas de Lezo, fue por una sencilla razón: no era plan eclipsar a Millán-Astray, héroe testicular que Franco puso al frente del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria.
Es ahora, en estos días extremos, cuando los fachas se excitan con la idea de que la historia del almirante Blas de Lezo sea llevada al cine. Justifican el calentón con argumentos que alcanzan el nacionalismo en su manera más simplona, que no es otra que la manera del agravio comparativo. “Si los yanquis tuviesen un héroe como Blas de Lezo, los de Hollywood ya habrían hecho película de éxito”, aseguran.
Sin duda alguna, los americanos la hubieran hecho con John Wayne de prota. Su gesto de oledor de excrementos se hubiese visto completado en el guión con un parche en el ojo, al igual que sus andares escocidos se hubiesen visto completados con una pata de palo, eso sí, nunca libre de pisar cagadas de gaviota. Para hacer la peli en España hay que buscar algún tipo parecido. Se admiten sugerencias.