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El Gobierno no puede elegir las preguntas que se hacen al Gobierno

Pedro Sánchez en su intervención en Moncloa el 4 de abril.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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Pocas cosas hay menos productivas para el periodismo que las ruedas de prensa. Pero en la mayoría de las ocasiones esto es lo que hay. Es como invitar a un vegetariano a una barbacoa. Siempre va a quedar frustrado, aunque haga algunas pequeñas concesiones. 

Una cobertura informativa durante un confinamiento plantea retos complicados a los medios de comunicación. También a los gobiernos. Es inevitable tener que pasar por situaciones inéditas –ya lo habrán oído, no hay precedentes a lo que estamos viviendo– hasta que se encuentre un desenlace aceptable. Hay una cosa que está clara: el Gobierno no puede elegir las preguntas que se hacen al Gobierno en las ruedas de prensa. Ni siquiera lo hace Putin en su gran cita anual con los medios que dura varias horas.

Sin los periodistas presentes en Moncloa, el Gobierno decidió que el secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, hiciera una selección de las preguntas enviadas por los periodistas. Un mal sistema, pero admisible mientras no durara mucho tiempo. Hay que agradecer que ningún ministro dijera aquello de 'me alegro de que me haga esa pregunta'. No, un momento. Alguno sí ha comentado que la pregunta recibida era muy interesante. Al menos, no dijo: gracias, Miguel Ángel, por haber escogido esa pregunta. 

Las protestas hicieron que Moncloa aceptara con mucho retraso replantearse el formato. No lo cambió. Pasó la pelota a dos asociaciones, la Federación de Asociaciones de la Prensa (FAPE) y la Asociación de Periodistas de Madrid (APM), que no representan a todos los periodistas ni a los medios. No es mala idea recabar propuestas nuevas. La respuesta presentada el 1 de abril y reiterada ahora, aunque imperfecta, es la única viable. Supone combinar una videconferencia con los medios acreditados en Moncloa con las preguntas que envíen otros medios que no suelen cubrir las ruedas de prensa que se celebran en ese edificio. Por otro lado, si los primeros fueran muchos, y lo son, se podría establecer un sistema de rotación. 

En una nota distribuida en la noche del sábado, la Secretaría de Estado reiteró su deseo de “facilitar un sistema que permita a los medios preguntar en directo en las ruedas de prensa y que garantice al mismo tiempo la máxima pluralidad y una total seguridad sanitaria”. Acto seguido, volvió a reenviar al tema a las asociaciones profesionales. Para ganar tiempo, evidentemente.

Ni la FAPE ni la APM –y para el caso, ningún medio en concreto– pueden asumir la responsabilidad de organizar las conferencias de prensa en la sede de Presidencia del Gobierno. Eso corresponde a Moncloa y a su secretario de Estado de Comunicación.

En términos más coloquiales, Oliver no puede escaquearse. 

Ninguna idea será perfecta. Lo que no se puede mantener es lo que está ocurriendo. Un ejemplo de este sábado. Por alguna razón, Pedro Sánchez no comentó en su larga intervención inicial la intención del Gobierno de no prorrogar la suspensión del trabajo en las industrias designadas como no esenciales cuando concluya el plazo marcado. Eso es lo que se llama un titular. Tampoco surgió en la primera pregunta seleccionada por Oliver. Tuvieron que pasar 45 minutos para que apareciera el tema, que habían planteado varios periodistas.

Una semana antes, algunos periodistas se habían quejado de que Oliver no había hecho una pregunta que a Sánchez no le convenía responder en ese momento, porque prefería hablar del tema al día siguiente en la videoconferencia con los presidentes autonómicos. Estas cosas pasan cuando el que manda decide qué preguntas escoge para ese día. 

Algunos medios han decidido no volver a enviar preguntas para esas ruedas de prensa. Su protesta sonaría más creíble si adoptaran la misma actitud con el Gobierno madrileño. Eso es aún peor. La última rueda de prensa de Isabel Díaz Ayuso fue el 13 de marzo, un día antes de la declaración de estado de alarma, y ahí los periodistas tuvieron que enviar antes las preguntas. Desde entonces, nada. Tampoco su consejero de Sanidad, que alguna responsabilidad tendrá en la lucha contra el coronavirus. Esta semana, hubo una reunión extraordinaria de su Gobierno. Se informó de ella con un comunicado. Díaz Ayuso ha dado entrevistas a algunos medios elegidos por su gabinete de comunicación que controla el exportavoz del Gobierno de Aznar Miguel Ángel Rodríguez. 

En relación a la polémica de Moncloa y en el colmo de la hipocresía, el PP dice que envía “todo nuestro apoyo a la prensa”. Pero sólo en relación al Gobierno central, no a la Comunidad de Madrid. 

Pero el problema de fondo continúa siendo el mismo con independencia de qué método emplee cada gobierno. Si el modelo informativo de Moncloa se parece al de Díaz Ayuso, lo mismo el PSOE o Podemos tienen algo que decir al respecto. 

Moncloa afirma que estas citas deben contar con “la máxima pluralidad”. El pluralismo puede significar muchas cosas, pero desde luego no tiene nada que ver con que un presidente pueda adaptar las preguntas a las respuestas que le interesa dar. 

Por tanto, habrá que pensar, si no se cambia de inmediato ese sistema, que Sánchez es como Putin, pero con más pelo y trajes más entallados. No es una diferencia despreciable en términos de imagen, pero este país está en condiciones de aspirar a algo mejor.

Nota: actualizado con más datos sobre la política informativa del Gobierno madrileño.

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