Cristina, sé fuerte. O esa señora de la que usted me habla
La larga y cerrada ovación que Cristina Cifuentes recibió este fin de semana en la Convención Nacional del PP es el famoso “Luis, sé fuerte” que M. Rajoy envió por SMS a Bárcenas cuando el ex tesorero de Génova fue pillado con el carrito de los papeles que demuestran los sobresueldos y la contabilidad B del partido en el Gobierno.
Tan sonoro reconocimiento de los peperos a la presidenta de la Comunidad de Madrid solo cesó a la orden de la propia Cifuentes, con un “¡ya!” que contenía toda la condescendencia y el autoritarismo que marcan el carácter de la que ha sido pillada con el carrito de los papeles de su máster fantasma: los de un TFM que sigue sin aparecer, los de unas actas “reconstruidas” con firmas falsas, los de los errores en la transcripción de notas, los de unas cuotas pagadas tres meses después de que comenzaran las clases. Bueno, ya sabéis: esas cosas de la Universidad que no tienen nada que ver con las alumnas, aunque dejan bien claro cuánto le importa a la presidenta madrileña cargarse el prestigio de la Universidad pública y de los estudios de posgrado, que tanto esfuerzo cuestan a la gran mayoría.
Para disimular esas cosas, sin embargo, Cifuentes fue a la Convención en vaqueros, como cualquier estudiante, aunque con una chaqueta buena sobre la camiseta, como cualquier estudiante vip. Y, sin el más mínimo sonrojo, soltó además que ese gran apoyo lo recibe también donde más importa, que es en la calle, aunque lo cierto es que la calle no la ha pisado desde que salió a la luz el escándalo de su máster, dice que porque estaba griposa. Eso sí, especificó que ese apoyo, fantasma como su máster, se lo manifiestan “los ciudadanos con mayúsculas”, una clase de ciudadanos cuya existencia desconocíamos y de la que se deduce que hay ciudadanos con minúsculas, suponemos que los que exigimos su dimisión. Lo que Cifuentes vino, pues, a decir es que si para hacer un máster hay clases, para ser ciudadano, también. Santo y seña del PP. Por eso fue tan aplaudida.
El aplauso de los peperos a Cifuentes, su Cristina, sé fuerte, es una huida hacia delante que culminará cuando alguien se refiera a ella como esa señora de la que usted me habla, que es como acabó Rajoy refiriéndose a Bárcenas. Quizá también su amiga Cospedal acabe refiriéndose a ella como la persona a la usted se ha referido, que es como se refiere ahora a Francisco Camps, expresidente valenciano. Parece un galimatías pero es una forma de proceder que consiste en hacer piña con los tuyos, hagan lo que hagan, hasta que los tuyos constituyan, por lo que han hecho, un problema para lo tuyo.
El problema es que el PP ya tiene un problema, aunque aguante dando palmas y puesto en pie. Porque Cristina Cifuentes, que era su esperanza blanca frente a la amenaza naranja, ya está teñida de negro futuro. Internamente saben que sus expectativas políticas están destrozadas, por lo que podríamos pensar que la ovación solo es producto del desesperado cierre de filas propio de la formación mientras la porquería no les ha ahogado del todo. Pero hay algo más: ganar tiempo, a la espera de lo que haga Ciudadanos. Ciudadanos con mayúscula, claro.
Del apoyo de Ciudadanos depende que prospere la moción de censura presentada por el PSOE madrileño y que secunda Podemos. Pero Ciudadanos -que basa sus campañas electorales en ser la alternativa a un PP obsoleto y minado por la corrupción- ha ejecutado un ejercicio de cinismo político a la altura del de Cifuentes, encargando una encuesta cuyos resultados tardarán, además, una semana en llegar. Están también haciendo tiempo porque no quieren, apoyando a la izquierda (es decir, a Podemos), perder los votos que arrebataron al PP. Por si acaso, o porque sabe que nunca se atreverán a traicionar a sus verdaderos pares, Rajoy los puso finos (¿acaso firmes?) en el discurso de clausura de la Convención de la ovación.
La ovación a Cifuentes y la encuesta de Ciudadanos son las dos caras de una derecha sin valores, principios ni ética política. Puede parecer que cada formación ovaciona o encuesta por distintos motivos, pero son los mismos: encontrar la fórmula con la que perder menos. ¿Perder menos integridad? No: perder menos poder, perder menos votos. Del escándalo de Cifuentes no importa lo que está mal: las mentiras a los ciudadanos (con minúsculas), la comisión de presuntos delitos, el abuso de poder, el desprestigio de la Universidad, la desigualdad de oportunidades, la chulería, las amenazas a los medios de comunicación. No importa. No importamos los ciudadanos con minúsculas. No importa la salud democrática. No importa el bien. Solo importa el coste de partido.
Mientras tanto, Cristina, sé fuerte. Aunque ya sea, y todos lo sepan, esa señora de la que usted me habla.