Huida hacia delante inexplicable
Que Pablo Casado decidiera presentar su candidatura a la presidencia del PP en el pasado Congreso Extraordinario de dicho partido, teniendo conocimiento de que la jueza Carmen Rodríguez-Medel se había dirigido al Congreso de los Diputados a fin de que certificara su condición de parlamentario, en el marco de la investigación sobre el alcance de las irregularidades detectadas en el Máster oficial “Derecho autonómico y local” impartido por la Universidad Rey Juan Carlos, se entiende sin ninguna dificultad. A nadie se le oculta que no es lo mismo dirigir una exposición razonada al Tribunal Supremo sobre la conducta de un diputado que hacerlo sobre la conducta de un diputado que es el presidente del PP y candidato por tanto a la Presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales. Y tampoco es lo mismo para el Tribunal Supremo atender dicha exposición razonada e iniciar una investigación contra el Pablo Casado simple diputado de número, que contra el Pablo Casado Presidente del PP.
La presentación de su candidatura a la Presidencia del PP es perfectamente lógica como estrategia de defensa frente a la investigación de la jueza Carmen Rodríguez-Medel. Si Pablo Casado no se hubiera presentado a las primarias y hubiera continuado siendo un simple diputado, es posible que la jueza ya hubiera enviado la memoria razonada al Tribunal Supremo y es posible que se hubieran activado presiones para que dejara el acta de diputado. Posiblemente su carrera política ya habría terminado. La presentación de su candidatura le ha servido como escudo para retrasar, por el momento, la remisión de la exposición razonada al Tribunal Supremo. Hasta dónde llegará la protección, lo sabremos en no mucho tiempo, ya que la investigación judicial parece que está muy avanzada y ya hay tres compañeras de Pablo Casado, en una situación sustancialmente idéntica a la suya, que han sido citadas como investigadas. No parece, en consecuencia, que se pueda demorar mucho el envío de la memoria razonada sobre la conducta de Pablo Casado al Tribunal Supremo.
Lo que no se entiende es que, teniendo conocimiento la dirección del PP de esta circunstancia judicial que afectaba a Pablo Casado, no haya expresado ninguna reserva contra la presentación de dicha candidatura. La huida hacia delante de Pablo Casado es explicable. Personalmente no tenía nada que perder. Todo lo contrario. Pero, para el PP, es completamente distinto. Con Pablo Casado como diputado de número, el PP pagaría un coste en el caso de que la jueza Carmen Rodríguez-Medel entendiera que tenía que elevar su investigación al Tribunal Supremo, pero el coste sería insignificante comparado con el que tendrá que pagar si finalmente el asunto llega al Tribunal Supremo con Pablo Casado como Presidente del partido.
Prudencia no es cobardía y una mínima prudencia debería haber conducido al PP a impedir la presentación de su candidatura por parte de Pablo Casado. El PP ha vinculado casi su propia supervivencia a la suerte judicial de Pablo Casado. El PP no se encuentra en condiciones de repetir unas primarias en los próximos meses, que es lo que va a tener que hacer si el Tribunal Supremo entiende que tiene que investigar la conducta de Pablo Casado. Con el calendario electoral que se avecina, correr este riesgo es suicida.
Es posible que la jueza Carmen Rodríguez-Medel no acabe elevando el asunto al Tribunal Supremo, aunque, a la luz de lo que sabemos de lo investigado hasta el momento, no parece probable. Es posible que, aunque el asunto sea elevado al Tribunal Supremo, este entienda que no hay motivo para abrir una investigación sobre la peripecia de Pablo Casado en el Máster de “Derecho autonómico y local”. Pero ¿y si no es así? ¿Y si la exposición razonada tiene tanta consistencia que resulta imposible rechazar la apertura de una investigación? Por la acumulación de irregularidades que vamos conociendo, da la impresión de que es lo que va a ocurrir. Y la notoriedad del caso conlleva que todas las luces estén puestas en el Tribunal Supremo, si efectivamente el asunto acaba llegándole.
La huida hacia adelante del PP no se entiende. Correr el riesgo de que su presidente acabe siendo procesado y tenga que dimitir después de haber tenido una sustitución tan traumática como la de Mariano Rajoy, resulta inexplicable. Un “partido de gobierno” no puede vincular su suerte a la de ningún individuo, pero mucho menos a la de uno sobre cuya conducta se acumulan indicios de irregularidad. Puede que Pablo Casado no haya cometido ningún delito, pero, que su conducta es éticamente injustificable, es algo de lo que no se puede dudar. Jugarse la supervivencia del partido a lo que pueda resultar de la investigación judicial de dicha conducta injustificable, es temerario.
Y dejo de lado la posición tan difícil en que se puede acabar colocando al Tribunal Supremo, que es algo que un partido que ha sido partido de gobierno de España debería tener muy presente.