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Portugal no tiene un arzobispo como Cañizares

El Cardenal y Arzobispo de Valencia Antonio Cañizares

Rosa María Artal

Titulo con el ejemplo más grotesco para que resulte más claro. Grotesco, pero real. Arzobispo de Valencia, Cardenal de la Iglesia Católica, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, cargado de títulos y reconocimientos, Antonio Cañizares, 74 años, es un tipo al que le gusta disfrazarse con ostentosas vestimentas y lanzar apocalípticas soflamas contra todo progreso. Es uno más en proclamar la -a su juicio- “grave emergencia” que sacude a España con el preacuerdo para un gobierno de centro-izquierda. Bien, pues, Portugal, por ejemplo, no tiene un arzobispo así. Y tampoco tiene un VOX ni ha exportado a Bruselas ningún europarlamentario de extrema derecha. De los pocos países. Aun habiendo sufrido la misma dictadura fascista que España.

Portugal tiene un gobierno socialista, presidido por António Costa, en solitario ahora, con apoyos puntuales de los que han sido sus socios de izquierda -el Bloco y el Partido Comunista- desde 2015. Los logros de Portugal para salir de la crisis y revertir hasta el rescate en este período han sido ejemplares. Hoy nos avanzan un dato más y no menor: Portugal ha recortado su factura de la luz a precios inferiores a la media europea y aumenta la brecha con España. Nuestro país comparte con Portugal su pertenencia al Mibel (Mercado Ibérico de Electricidad) pero, en cambio, pagamos la quinta factura más cara de la UE, superior a la media por tanto, y hemos sufrido un aumento récord de precios de casi el 67% en la última década, según Eurostat.

Este contraste es lo suficientemente gráfico para que nos hagamos unas cuantas preguntas. Al margen de la evidencia de que las eléctricas españolas han empleado a políticos de lujo como José María Aznar o Felipe González. Españolas, o en suelo español, recordemos el empecinamiento del presidente del PP por vender ENDESA a la Italia de Berlusconi con tal de evitar que la adquiriera la catalana Gas Natural, que fue el inicio de su desastre posterior.

A los medios españoles les gusta mucho compararnos con “otros países”. Es una buena medida que comparto, si no fuera por su muy selectiva elección. Por ejemplo el TD2 de TVE nos vendió la liberalización del mercado ferroviario con entrevista en estudio, de pie y todo, mintiendo sobre las bondades que ha supuesto en Italia, e ignorando el caos que se produjo en el Reino Unido que ahora los laboristas querrían revertir. Hay que mirar las actuaciones ciertas y efectivas. La rebaja de la factura de la luz en Portugal o el discurso antifascista neto de Angela Merkel. La diferencia de la conservadora alemana con el PP o el Ciudadanos españoles es sangrante. El propio programa laborista que en España parecería estalinista-bolchevique-bolivariano a los propagandistas de este estado de cosas en el que vivimos al que ya faltan calificativos.

No, en Portugal no tienen a Cañizares, ni una Iglesia que se ha “inmatriculado” – es decir, apropiado, poniendo a su nombre terrenos e inmuebles que no le pertenecen-. Son 30.000 en las últimas dos décadas, según datos del Colegio de Registradores. Parece ser que son también una patata caliente en manos del gobierno, otra de las anomalías que no comparten otros países.

Los ciudadanos acarreamos un cúmulo de mochilas ajenas cargadas de no se sabe qué. Porque al peculiar peso de la Iglesia Católica en España, financiando por ejemplo, la COPE que a diario promociona a la ultraderecha, unimos otra serie de lobbies que ejercen una poderosa presión. Ahí tienen a los empresarios sobrecogidos por un gobierno de PSOE y Unidas Podemos que no llegaría a ser ni siquiera el de los laboristas británicos. Metiendo tralla a diario. Los empresarios se plantan y no quieren a Yolanda Díaz en Empleo, dicen ahí hoy. ¿Tienen en Portugal o en parte alguna un empresariado que se atreva a esto? Presionan para que el PP facilite el gobierno a Pedro Sánchez y hasta una Inés Arrimadas ofrece desde sus escuetos 10 diputados un gobierno de derechas con un par de partidos como Ciudadanos y PP que no tienen empacho alguno en pactar con Vox y encima se atreven de hablar de sus principios y valores.

¿Y los medios? En los últimos tiempos, hasta Fox News ha debido sentir la llamada de un lejano periodismo porque su adorador número 1 Donald Trump se ha enfadado con ellos. ¿Qué pasa en España? Un zapping de radio nocturno te depara escuchar que “los de Puigdemont” son malísimos y la derecha, estupenda, porque ha salvado el decreto de control de Internet del gobierno de Sánchez. Las mañanas son bombas de relojería. El que llegue templado al quiosco, o a las webs de derechas, puede sentir la tentación de montarse una barricada si no sucumbe de un infarto. Luego están las tertulias televisivas como punto y aparte, haciendo estallar el diapasón de los nervios. Hasta los telediarios, dicho como nombre genérico, demuestran en sus entradillas sobre todo que no dan ni una puntada sin hilo. Hay formas de decir y de decir, los maestros de la manipulación han dejado sus huellas hasta en la televisión pública.

El colofón lo ha puesto la publicación diaria que edita Pedro J. Ramírez, asiduo en las tertulias de TVE, atribuyendo al “bloqueo político” el dolor de espalda del Rey Felipe VI. Sin despeinarse la calva.

¿Y los políticos? Un tipo, diputado en las Corts valencianas, pide, atención, la lista de las Iglesias “profanadas” en la Guerra Civil del 36, y la de miembros de la División Azul que fueron a ayudar a la Alemania nazi en la II Guerra Mundial que desencadenaron. ¿Cómo el Estado de Derecho permite semejantes especímenes en las Instituciones? No sabemos qué querrá hacer el diputado de Vox con las reliquias de aquellos combatientes, pero sí vas viendo las consecuencias de haber dejado impune las del franquismo. Las que llevan a este gesto terrible de tirar al suelo la defensa de la lucha contra la violencia de género.

Por supuesto que cada país aguantas sus velas. Pero las hay de algodón y de plomo. Esta Iberia que se desgajó por cuestiones monárquicas, es un buen ejemplo de lo que se puede hacer sin grandes ataduras y lo que coartan hasta las que no se ven. La coacción para que no cuaje el gobierno progresista en España está siendo abrumadora, abusiva e intolerable. Cualquier persona medianamente sensata y sobre todo totalmente decente se preguntaría qué esconde y teme ese poder que guía todas estas injerencias.

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