Ultraderechistas, cazadores y taurinos se apropian del mundo rural
En el Día Mundial de la Naturaleza tuvo lugar en Madrid una manifestación que, convocada a favor del mundo rural, disfrazaba la apología del maltrato animal. No solo agricultores, ni siquiera ganaderos, también acudieron cazadores, hicieron acto de presencia toreros y sacaron su pancarta los representantes de los circos con animales, que aún no sabemos qué relación tienen con el mundo rural. Además, fue para algunos tentativa de precampaña electoral: jaleado por gritos de “¡Viva España!”, Javier Ortega, secretario general de la ultraderechista Vox, declaró que “hay que apoyar nuestra caza, nuestra pesca, nuestra tauromaquia”. Pablo Casado, líder del PP, dio su apoyo a la marcha en la cabecera de la manifestación y escribió un tuit para “mostrar una vez más mi apoyo y el del PP al medio rural, a los cazadores y pescadores, y a la tauromaquia”.
Ni la caza ni la tauromaquia representan al mundo rural, pues en el mundo rural también hay personas que se preocupan por los otros animales y defienden sus derechos, aunque desde algunas organizaciones, federaciones y partidos políticos se les intente acallar. Es lo que sucedió cuando un grupo de activistas trató de reivindicar en esa manifestación un mundo rural vivo y sin maltrato a los animales, y fueron expulsadas, increpadas e insultadas con términos machistas. “Puta” y “fea” es lo que más se oyó, aunque no es nada nuevo: en muchos pueblos es habitual que las personas que defienden a los otros animales sean acosadas y amenazadas por cazadores, e incluso su integridad física se encuentre en peligro, así como las vidas de sus propios animales, que en demasiadas ocasiones son víctimas de cazadores vengativos tras recibir denuncias por la situación de encierro, desnutrición, maltrato y explotación en la que tienen a sus perros.
Identificar el medio rural con la tauromaquia y la caza es una perversa manipulación y una falacia, pues el mundo rural debe ser comprendido en sus múltiples aspectos y en su diversidad. La mayor parte de la población rural no es cazadora, si tenemos en cuenta que en España viven en zonas rurales alrededor de 7 millones de personas y hay un total nacional de 713.000 licencias de caza, lo que significa que el porcentaje de cazadores en el medio rural es mínimo.
Por su parte, el negocio de la tauromaquia es deficitario, se mantiene con subvenciones y no genera empleo, además de ser la quintaesencia de la crueldad y la barbarie. Por tanto, una manifestación en defensa del mundo rural que acabe siendo una manifestación en defensa de la tauromaquia y la caza no representa a la mayoría, como demostró la escasa asistencia en Madrid (apenas 3.000 personas, según la policía), el fracaso de una convocatoria a la que, sin embargo, se había sumado gente de toda España.
No se trata solo, pues, de una cuestión de ética (que bastaría). Además de matar animales, los cazadores, que dicen defender el medio ambiente, dejan en los campos 6.000 toneladas de plomo, altamente contaminante, que tarda siglos en desaparecer y que envenena a los animales al envenenar el agua. Los cazadores realizan cobardes sueltas de animales que compran en granjas de cría cinegética para soltarlos en el campo y satisfacer, disparándoles, sus sangrientos instintos. Son animales que cuando logran huir, despavoridos, ponen en riesgo los cultivos y provocan, en su desorientación, accidentes de tráfico.
Los cazadores también atentan contra la diversidad de especies, razón por la que el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León ha estimado la medida solicitada por PACMA y ha suspendido de manera cautelar el Reglamento de caza de Castilla y León por el que se regula la conservación de las especies consideradas cinegéticas, su aprovechamiento sostenible y el control poblacional de la fauna silvestre. Gracias a esta medida histórica, hoy por hoy no se puede cazar en Castilla y León. Los cazadores se han puesto aún más agresivos y acusan a los animalistas de la ruina del medio rural. Otra falacia.
El medio rural se empobrece por la despoblación, por el envejecimiento, por la caída demográfica, por la falta de oportunidades para las mujeres y los jóvenes, por la deficiencia en infraestructuras y servicios. El medio rural se empobrece porque no se apoya y fomenta la producción agrícola local y ecológica, que no puede competir con la producción industrial. El mundo rural se empobrece porque el turismo natural y ecológico no se puede desarrollar, ya que una gran parte de los montes y de los caminos están cerrados como cotos para matar animales.
Dijo el ultraderechista Javier Ortega que “la España rural es la defensa de las tradiciones”. Pero identificó (tampoco es de extrañar viniendo de quien viene) las tradiciones con la crueldad y la muerte. La mayoría de las tradiciones de la cultura rural, sin embargo, son tradiciones no cruentas, que no dañan ni matan a los animales y que no destruyen el medio natural. Muchísimas otras tradiciones que no reciben ningún tipo de recurso para su pervivencia y que van muriendo por falta de respeto, interés y apoyo. En realidad, lo que defienden quienes, como él, fueron a la manifestación falsamente convocada a favor del mundo rural son los intereses de unos pocos; basta saber que el 58% del territorio nacional es coto privado de caza.
Lo que no se entiende es que esos privilegios y esas cruentas actividades pueda también defenderlos Podemos, que ha provocado un nuevo cisma interno con su errático apoyo a esa convocatoria.