El bloqueo del Open Arms: la culpa no es de “Europa”
La crisis por el bloqueo del Open Arms cerca de la costa italiana ha resucitado uno de los habituales culpables abstractos ante problemas transnacionales: “Europa”, ese ente peligrosamente impreciso.
¿Qué es Europa? ¿El continente? ¿Sus pueblos? ¿La Comisión Europea, el Parlamento Europeo, el Consejo y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea? ¿Sus funcionarios? ¿Sus políticos? ¿Un ministro del Gobierno italiano? ¿Un buque con bandera de un Estado miembro de la UE? ¿Los ciudadanos europeos de una ONG?
La tendencia a la abstracción es uno de los rasgos de la cultura europea y cuando se trata de la rendición de cuentas, esto se convierte a menudo en un mal. La responsabilidad y las soluciones están en las personas y en las instituciones concretas, no en entes indeterminados con características y manifestaciones contradictorias. La culpa no es “de Europa”, un concepto tan vacío de significado como de eficacia.
Como corresponsal en Bruselas, yo también titulaba a menudo con el genérico -y de pocos caracteres- “Bruselas” (¿La ciudad? ¿La sede de las instituciones europeas? ¿Y qué hay de Estrasburgo? ¿Y Luxemburgo?), pero la simplificación más habitual va mucho más allá de economizar espacio en un titular de periódico. Utilizar generalidades es una táctica habitual de políticos o activistas demagogos, que recurren a lugares comunes o grandes conspiraciones sobre los valores en un sentido o en otro. Lo que tiene impacto y se puede cambiar son leyes, normas y decisiones específicas y para eso hay que identificar a las personas e instituciones que pueden hacerlo. La vida siempre es lo concreto.
En el caso del Open Arms y los rescates de personas en el Mediterráneo, ya no existen operaciones de salvamento marítimo de la UE porque el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, amenazó con vetar la renovación de la misión de salvamento de Frontex -la agencia de control de fronteras de la UE- si seguía incluyendo barcos. El retraso en el desembarco del Open Arms también fue obra del mismo político y la solución de emergencia llegó por un fiscal. Salvini viene de un partido, la Lega Nord, que ya hace 20 años hacía campaña contra los albaneses que llegaban a la periferia de Milán.
Por otro lado, el último conflicto entre el Gobierno español y la ONG viene de las decisiones tomadas desde hace meses por los políticos y los activistas, desde el bloqueo del barco hasta la autorización para que zarpara con una misión restringida pasando por las ofertas cambiantes de Moncloa.
Y en el debate más general sobre por qué la agencia de control de fronteras de la UE no tiene recursos propios ni autoridad suficiente para ocuparse de los rescates en aguas internacionales del Mediterráneo o por qué no existe un sistema estable para gestionar las llegadas de migrantes y las peticiones de asilo, la “culpa” no es de “Europa”. Esto es el resultado de algunos gobiernos reticentes a ceder competencias o con agendas muy contrarias a la entrada de inmigrantes, la orientación de la Comisión Europea dominada por malos gestores como Jean-Claude Juncker, la insistencia de Emmanuel Macron en centrar los esfuerzos en apoyar a la guardia costera libia pese a las milicias que chantajean y torturan a los migrantes o la campaña de David Cameron contra la inmigración dentro de la UE. Son muchos asuntos, pero detrás de cada uno de ellos hay personas concretas.
Entre los gobernantes, los eurodiputados, los comisarios y los funcionarios europeos hay visiones muy dispares y el resultado a menudo es la falta de acciones nuevas comunes. Es cierto que las voces minoritarias pueden tener capacidad de veto o ralentización, pero eso no significa que no sean minoritarias ni que representen lo que es “Europa” en general. Tampoco es una causa ideológica, como a veces se pinta cogiendo los ejemplos extremos. Basta pensar en la canciller Angela Merkel, una de las mayores defensoras de la inmigración en contra de los mensajes de otros políticos conservadores, incluidos los españoles.
Si queremos más soluciones a problemas comunes en la UE, la vía que tiene el ciudadano es en primer lugar votar a políticos que tengan voluntad de buscarlas. El mejor servicio público que puede prestar el periodismo es explicar con detalles qué personas y qué instituciones están involucradas en las decisiones, tal y como hacen con cuidado y matices Gabriela Sánchez e Icíar Gutiérrez y otros buenos reporteros.
La mejor receta es lo concreto. También para los ciudadanos. Sirve elegir a políticos que hagan su trabajo y se centren en problemas reales. Sirve movilizarse para pedir cuentas a personas e instituciones específicas más allá de las elecciones. Sirve ayudar en tu trabajo o en tu barrio.
Porque, oh, sorpresa, “Europa” también eres tú.