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Un clamor feminista, un clamor popular

Imparables: el edificio del Ayuntamiento del Madrid, iluminado de violeta, contempla el paso de la cabecera de la manifestación

Justa Montero

De nada han servicio los intentos de desmovilizar la protesta feminista, no pudieron en 2018 y tampoco este año. Por segundo año consecutivo la movilización ha sido un éxito incontestable, la convocatoria realizada desde las “Comisiones feministas del 8M” ha tenido un mayor seguimiento que la del año anterior en todos los lugares: en los barrios, en los centros de trabajo, en los institutos y universidades. “Somos imparables” se leía en la pancarta de cabeza de la manifestación de Madrid. Y lo somos porque el feminismo es un movimiento que está poniendo en la escena política nuevas prácticas internacionalistas; que viene de lejos recogiendo la experiencia de generaciones de mujeres que abrieron camino; y porque ha demostrado este 8 de marzo la profundidad social de la movilización feminista.

Hay quienes pensaban que la huelga feminista del pasado año era un fenómeno puntual, lo que no deja de ser un problema. Para valorarlo hay que considerar lo que hay detrás de una movilización en la que se expresa con claridad y rotundidad la indignación y hartazgo de millones de mujeres por las muy diversas formas en las que eso que llamamos patriarcado se refleja en sus condiciones materiales de vida, en sus relaciones, en su día a día.

Demuestra también un desconocimiento de la fuerza del activismo feminista en el que cada vez se reconocen más mujeres, desde toda su diversidad, y que cada vez se extiende más. Una buena muestra de ello son las miles de actividades que han precedido a la jornada del 8 de marzo y las que le darán continuidad. Porque esto no es cuestión de un día, de una semana o de una campaña electoral. Hablamos de un movimiento que, como ya ha mostrado en su historia, no se va a contentar con promesas vagas, ni con discursos que intentan confundir, ni se deja “monopolizar” por ningún partido. El movimiento feminista autónomo es fuerte.

Una prueba de ello es que ha logrado que sus propuestas, sus ideas, sean motivo de debate e interés en toda la sociedad, en las familias, en las reuniones de amigas y amigos, en todos los espacios privados y públicos. El 8M apela a que se debata sobre las propuestas que se han puesto sobre la mesa en la jornada de huelga feminista: sobre los cuidados, las violencias machistas, los derechos sexuales y reproductivos, los derechos ambientales, la discriminación en los empleos y sobre cómo todo esto se materializa en los cuerpos de las mujeres en función de su raza, clase, identidad de género y opción sexual.

No son sólo cuestiones puntuales (de las que se pueden encontrar muchos ejemplos en el Manifiesto del 8M), ni se pueden traducir en dos consignas sin más, porque las causas de esta situación apuntan a problemas estructurales, y obligan a pensar, también, en cambios en profundidad como condición para garantizar vidas dignas para todas las mujeres. Supone enfrentarse a problemas de fondo, y esto ya escuece un poco más porque ineludiblemente lleva a hablar de capitalismo, de racismo y del heterosexismo. Y esta es también la fuerza del feminismo: su propuesta alternativa de vida y de sociedad.

Venimos de lejos y vamos lejos porque los cambios de fondo no se consiguen en poco tiempo, pero pasos como los que representan las jornadas de huelga y las movilizaciones de estos dos últimos años van haciendo más fuerte al movimiento feminista y con ello la posibilidad de abordarlos.

En la manifestación del día 8 había niñas que iban de la mano de sus madres y padres, muchas con el símbolo feminista garabateado en sus caras, con cartulinas escritas con lemas tan sencillos como claros. Respondían a nuestros saludos con una sonrisa que hacía pensar que ellas también creían “que lo mejor del mundo es ser feminista”. Las que somos algo más mayores, solo podemos prometerles que seguiremos mientras no veamos cambios reales en las vidas de todas las mujeres, e imaginando, como nos invita la canción del “Coro de mujeres Malvaloca”, cómo podría ser un mundo donde ya hayamos vencido al patriarcado.

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