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La derecha, también Vox, se retrata en Andalucía

Dirigentes de Vox

Carlos Hernández

Pocos actos políticos en la historia de nuestra actual democracia han sido tan reveladores como el celebrado este jueves en el sevillano Hospital de las Cinco Llagas. La sesión constituyente del nuevo Parlamento andaluz nos ha dejado una foto principal: la de Pablo Casado y Albert Rivera echándose en manos de la ultraderecha anticonstitucional, racista, franquista, machista y totalitaria. El PP y Ciudadanos no han tenido reparos en despreciar la estrategia de la derecha democrática alemana o francesa y han apostado por la vía austriaca para blanquear a los nuevos cachorros del fascismo. Lo han hecho sin complejos, llegando hasta el fondo, plegándose y hasta humillándose ante las exigencias del Caudillo Abascal. De hecho, Vox no estará en el futuro ejecutivo presidido por Juan Manuel Moreno, simplemente, porque los dirigentes ultras no han querido. El PP ofreció varias consejerías en el Gobierno andaluz a quienes desean, y así lo dicen públicamente, dinamitar ese mismo Gobierno como parte de la demolición global del Estado de las autonomías. 

Junto a esa foto de portada hemos podido contemplar muchas otras. La primera es la de un “pacto de perdedores”. Dejando a un lado la inmoralidad de acordar con la ultraderecha, no solo es legítimo, sino que es absolutamente normal que gobierne quien ha logrado reunir una mayoría parlamentaria suficiente, aunque no sea la fuerza más votada. Sin embargo, resulta sonrojante ver cómo lo hace ese PP que se ha hartado de llamar ilegítimos y hasta golpistas e ilegales a los gobiernos nacionales, autonómicos y locales que no eran encabezados por el partido con un mayor número de sufragios. Si es una rectificación, bienvenida sea; si es un acto de hipocresía política, solo será uno más para sumar a la lista. 

La instantánea naranja que sale del Parlamento andaluz no es mucho más edificante. Ciudadanos, el adalid de la regeneración, va a gobernar en coalición con el partido de la corrupción. Con sus votos ya mantuvo en el poder a M. Rajoy, al presidente imputado de Murcia o a Cristina Cifuentes, pero ahora da un paso más para formar parte de un Gobierno presidido por un político que está acusado de estar, cuando menos, al tanto de la trama Gürtel. Hay que recordar que quien señaló con el dedo a Juan Manuel Moreno no fue un cualquiera, sino uno de los principales integrantes de La Familia: el famoso Albondiguilla y exalcalde de Boadilla, Arturo González Panero. 

Otra imagen perfectamente enfocada que se ha tomado en las últimas horas nos muestra a Casado y a Rivera superando al mismísimo Abascal en su carrera para liderar la España de las fake news. El presidente del PP, sin que le entrara la risa, definió el pacto en Andalucía como “el preámbulo de nuevas mayorías constitucionalistas”. Casado no solo miente, sino que cruza con esta afirmación una frontera muy peligrosa al blanquear como “constitucionalistas” a quienes quieren, precisamente, acabar con los pilares básicos de nuestra Carta Magna: la igualdad, la solidaridad, la pluralidad territorial… Para el líder del PP los “constitucionalistas” son ellos, Ciudadanos y aquellos que abogan por marginar y/o perseguir a negros, moros, maricones, bolleras, rojos, catalanes, vascos, autonomistas y a esa subespecie humana llamada “mujeres”. Esos son los buenos, según Casado, mientras que el resto de partidos democráticos son… ETA. 

Los “hechos alternativos” descritos en estos días por Ciudadanos son quizás menos peligrosos, pero insultan aún más si cabe nuestra inteligencia. Rivera y Marín parecen decididos a intentar convencernos de que ellos han negociado con el PP y no con Vox. A partir de ahí tratan de hacerse los tontos, como si lo acordado entre los populares y los de Abascal no fuera con ellos; como si el milimétrico reparto en el voto de sus diputados para repartirse la Mesa del Parlamento andaluz hubiera sido posible sin la existencia de un acuerdo a tres. Imagino a Juanma Moreno diciéndole a Juan Marín dentro de unos días: “Mira Juanito, para darnos sus votos en la investidura, Santi quiere que incluyamos en nuestro programa de Gobierno una serie de medidas antiinmigración y de refuerzo de nuestras fronteras”. “Me parece bien, Juanma, pero que quede claro que esto lo pacto contigo y no con Vox”. ¿De verdad creen que podrán prolongar esta comedia durante toda la legislatura? Para empezar, habrá que ver si los ultraderechistas la aceptan o mantienen su órdago de negociar “a tres” el programa de Gobierno. 

La foto que ha pasado más desapercibida es, quizás, la más relevante. En ella se ve, por primera vez lo que realmente es Vox. Los que van de puros han dado el primer paso para entregar Andalucía al partido de Gürtel, Punica, Lezo, etc. etc. etc. Los que van de antiautonomistas han perdido el culo por obtener un cómodo y bien pagado sillón en la Mesa del Parlamento andaluz. Los que van de antisistema serán la tercera pata de un Gobierno formado por el PP de siempre y por esos Ciudadanos que empezaron en la ultraderecha, viraron hacia la socialdemocracia y hoy navegan siguiendo el zigzagueante viento de las encuestas. 

La gran mentira de Vox es que, en el fondo, representa la derecha económica tradicional con una capa del tinte ultra y populista que funciona en estos tiempos convulsos. Abascal tiene un proyecto para España similar, salvo en sus reminiscencias franquistas, al de Bolsonaro en Brasil, al de Salvini en Italia o al de Trump en Estados Unidos: lucir mucha banderita nacional, insultar más que nadie a los criminales, amenazar en televisión a los inmigrantes y aparentar tener muchos huevos para así tener entretenidos y movilizados a sus incondicionales. A partir de ahí, por debajo de la mesa, está la realidad: desmantelamiento del Estado del Bienestar, privatizaciones, recortes sociales, privilegios para los que más tienen… Vox es una fachada rojigualda que solo oculta una versión aún más salvaje del capitalismo que tanto conocemos. Solo hay que quitar la caspa y el populismo de esa broma que llaman programa electoral para comprobar que sus medidas estrellas pasan por liberalizar todo el suelo, declarándolo urbanizable, y por acabar con el pago progresivo de impuestos: un tipo único para el IRPF del 21%, ganes 13.000 euros o 130 millones al año; adiós al impuesto de transmisiones, ya heredes deudas o un emporio multimillonario; bajada del impuesto de sociedades… 

El triunfo de Bolsonaro en Brasil provocó la inmediata subida de la bolsa porque los mercados sabían que había llegado al poder uno de los suyos. Abascal también lo es. Por eso nadie del IBEX ha llamado ni llamará a capítulo a Casado ni a Rivera. La derecha española, desde este jueves, es rehén de los ultras y pierde una nueva oportunidad de desprenderse de sus vinculaciones con el franquismo. Peligra la Constitución, la convivencia, la tolerancia y la igualdad, pero no están en riesgo los mercados ni el sistema financiero. Todo en orden, por tanto.

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