¿Quién da más? El nuevo “98”
Sí, es una crisis de Estado. Sí, lo que el parlamento portugués (tan fácil de menospreciar para la España “imperial”) y la justicia de Bélgica, Reino Unido, Suiza, Dinamarca o Alemania evidencian es que la época nacida de la Transición se acabó y el franquismo no quedó atrás, mágicamente desaparecido, y que sigue incrustado y forma parte del Estado mismo.
Lo que la República Federal de Alemania le mostró al Reino de España es que ha vuelto al punto de partida del año 75. Igual que los restos del genocidio fascista siguen en las cunetas sin desenterrar y clamando también, el franquismo sigue aquí sin enterrar y campando.
El fallo de un tribunal alemán el mismo día en que el secretario del PSOE se entrevista con Sociedad Civil Catalana, un ente financiado mágicamente y con una relación íntima con la Moncloa de M. Rajoy desde su nacimiento; y la presidenta de una comunidad autónoma, la de Madrid, siga mintiendo y su partido arrastre no a una universidad ya carente de prestigio sino al sistema universitario; y la juez Lamela procese por “asociación criminal” a quien es un héroe de la sociedad catalana, horas después de que el Gobierno “rescate” otras dos autopistas y de que el juez que sentó a M. Rajoy en el estrado a su vera ascienda al Supremo; y que la reina Letizia I sea abucheada por personas adictas a la prensa del corazón; y la protesta profesional de los jueces y fiscales que reclaman independencia para el poder judicial, evidencia que el camino iniciado hace ocho años por M. Rajoy con la recogida de firmas contra el estatuto de los catalanes fue el comienzo de un delirio nacionalista que conducía al colapso de un estado complejo y frágil.
La vida pública española está envenenada. Sólo en una sociedad enferma de xenofobia hacia sus propios conciudadanos es posible que el alcalde de un pueblo sevillano, Coripe, explique que la quema pública y los disparos a un muñeco se explican porque los vecinos creían que era la figura del president de los catalanes, preso en una prisión alemana. Y eso solamente es posible por la pervivencia de la incultura, el incivismo y la ideología franquista. Pero también por el dominio asfixiante de un sistema de medios de comunicación que traiciona la ética periodística y en vez de hacer un servicio a la sociedad la encierra y la intoxica.
Y también por unos partidos incapaces de sustraerse al puro electoralismo y al miedo a esos medios de comunicación que llevan a los votantes en la dirección que le interesa a sus propietarios, la banca y el IBEX. Y tanto da la tal “nueva política” como la vieja, toda es la misma. Tampoco hay intelectuales con capacidad para ofrecer a la sociedad una visión distinta de la del poder o con los medios para ser referentes sociales que encarnen un modo de entender la vida pública de otro modo. No hay liderazgo ni proyecto común español.
El Reino de España, la finca de la casa de Borbón, hoy ha sido retratado impecable e implacablemente por la República Federal alemana: es un país hoy con una imagen degradada en el mundo, que persigue implacablemente y encierra a los disidentes, y sólo puede dar orgullo a personas muy desinformadas o muy fanatizadas.
No sé si es posible otra España. Visto lo que hemos visto estos años sinceramente ya no lo creo. La destrucción de la Justicia como poder independiente y su utilización para anular la voluntad de los parlamentos, la refranquistización de los cuerpos de seguridad del Estado, la movilización de la extrema derecha, el “¡a por ellos!”, no creo que lo permitan. Pero solamente será posible si se asume la crisis de Estado y se aparta y se condena la política de odio que condujo aquí.
Y para eso hace falta voz o voces que hablen con valentía y claro a la sociedad. Pero si las hubiese ya se encargarían los medios del poder de desviar la atención y ahogarlas, para evitar que la sociedad española viva de nuevo una crisis como la del 98. Entonces el nacionalismo patriotero y chovinista hizo que “se perdiese Cuba” y ahora han perdido a los catalanes.